02. Proceso de selección

1820 Words
◦.◦°.∙: Rainy :∙.°◦.◦ Ya era miércoles y nuevamente me cansé de enviar curriculum a cuanto anuncio de trabajo encontré, ya ni siquiera ponía filtros, simplemente le daba aplicar, a cualquier cosa. Hace unos meses, había decidido hacerme un curriculum específico como diseñadora de interiores un poco más sofisticado, con algo de diseño y un pequeño portafolio de mis proyectos en 3D; y otro más sencillo, con los datos relevantes, sin darle énfasis a mis estudios superiores, ya que no me servía de mucho tener experiencia y estudios en interiorismo, cuando estaba postulando para atender un local de comida rápida, por ejemplo. Apago mi computador y me voy a la cama, deseando dormirme rápido, antes de ponerme a darle vueltas en mi cabeza, a mi fracaso como profesional. A la mañana siguiente, veo que hace un excelente día fuera, por lo que me levanto animada deseando que hoy, sea un gran día. Me estiro y me salgo de la cama, dando un paso y trastabillando en el suelo, al enredar mis piernas con las cobijas. —Buenos días, Rainy —bufo, quitándome las sábanas y las cobijas que se me han enredado en las piernas y me pongo de pie—. Esto no va a opacar este increíble día —digo sonriente, para plegar el sofá cama y guardar lo demás en su interior. Después de hacer mis necesidades y poner agua en el hervidor, me siento a revisar el correo, para ver si alguna de mis solicitudes ha sido respuesta. Cinco notificaciones desde la web de empleos y un correo, por lo que mis ojos se abren como plato y le doy click. Es una contestación de JCPenney. Estimada Rainy Taylor: Hemos revisado su hoja de vida y calza con el perfil profesional que buscamos para la zona de “Muebles y Hogar” de nuestra tienda en Fox Hills. Si está interesada en participar de este proceso de selección, la invitamos a presentarse en nuestras oficinas 6000 Hannum Ave, Culver City, CA 90230, a las doce del día. Espero su confirmación, Zachary Stevens, RR.HH. —¡Oh, Dios mío!, ¡Oh, Dios mío!, ¡Oh, Dios mío! —exclamo de la emoción, haciendo un baile de la victoria, moviendo las caderas. Envío un correo de confirmación y voy directo a mi closet a buscar qué ponerme para una entrevista tan importante como esa. —¡Es JCPenney, carajo! —grito emocionada. Tomo una blusa amarillo suave, mi chaqueta de la buena suerte, que es de color verde con líneas blancas y un pantalón blanco holgado, junto a unos mocasines del mismo color de la blusa. Entro a la ducha y me doy un baño, para luego desayunar algo rápido y vestirme. Me doy una última mirada en el espejo, repasando la coleta que me había hecho y me gusta lo que veo, por lo que tomo mi portafolios, donde tengo mi curriculum y otros papeles que podrían solicitarme, al aplicar al puesto. —Todo en orden, Rainy —asevero, para asegurarme a mí misma que está todo en orden. Tomo mi móvil, las llaves y salgo a tomar un taxi, ya que no quiero ningún accidente en el camino porque me queda bastante lejos de casa. Voy un poco nerviosa, porque de momento, todo ha salido bien, sin ningún traspié, lo que siempre me genera ansiedad, porque no siempre las cosas me salen bien. Vuelvo a revisar los documentos y está todo en orden. Suelto el aire que tenía retenido y me entretengo al mirar por la ventana. —Ya llegamos, señorita —anuncia el chofer, por lo que le p**o la carrera y me bajo, asegurando mis pies en el suelo. —Gracias, que tenga un buen día —Le digo al hombre con una sonrisa, al cerrar la puerta del taxi—. ¡Vamos, Rainy, hoy es el día! —exclamo en voz baja, animándome a caminar al interior de la tienda. Al entrar, me dirijo directamente al guardia para preguntarle por la entrevista. Me indica que es en el último piso, a un costado del empaque número cinco, por lo que con tranquilidad camino hacia allá, subiendo por las escaleras mecánicas, ya que estaba con buen tiempo, para llegar. Apenas llego al lugar, se encuentran tres chicas muy bien vestidas y dos chicos, esperando en unos asientos. Me acerco a una de ellas, para preguntar si vienen a la entrevista. —Hola, buen día —saludo amable, pero la chica me pone mala cara y me da una sonrisa de labios apretados. —Hola —responde seca. —¿También vienes a la entrevista? —cuestiono y me mira de arriba abajo, se ríe sin gracia y asiente. —Sí, como diseñadora de vitrinas —responde con cara de pocos amigos. —Ah, qué bien… Esperaré aquí. Gracias —contesto, restándole importancia a su mala cara. Me siento en uno de los asientos a su lado y me dedico a mirar la tienda, con una amplia sonrisa. —Buenos días —Saluda un hombre, de unos cuarenta años, alto y moreno, muy bien vestido—. Mi nombre es Zachary Stevens y soy el reclutador que las entrevistará el día de hoy —Se presenta—. Adelante —Nos hace un ademán para que pasemos a una oficina donde hay una mesa redonda, donde todos nos sentamos, mirándonos las caras. —Buenos días —digo sonriente, al pasar por su lado, por lo que asiente en mi dirección. —Iniciaremos con una entrevista grupal que será el primer filtro, y luego quedarán las tres últimas candidatas para los puestos en cuestión —explica. Estamos todos sentados en la mesa y el señor Stevens nos ha puesto una problemática que en equipo debemos resolver, lo cual me parece muy entretenido, así que participo muy animada. Una vez finalizada la dinámica, y de que el señor Stevens anote un par de cosas, les pide a dos de las chicas que se retiren, dándole las gracias por haber participado y que quedarán como preferencia para un próximo proceso de reclutamiento. ¡Vamos, Rainy!, ¡tú puedes!, me animo mentalmente. —Iniciaré con las entrevistas individuales —menciona—. Señorita Baker, pase por favor —Le pide a una de las chicas que lo siga. Los minutos se me hacen eternos, hasta que es mi turno de pasar. —Adelante, señorita Taylor —Me llama, desde la puerta de la oficina. —Buenas tardes, nuevamente —Le sonrío, al sentarme frente a un escritorio. —Treinta años, soltera, titulada hace cuatro años… un año de experiencia —Lee en voz alta, parte de mi curriculum—. Mención honrosa en Espacio y objetos —Asiente en aprobación—. ¿Qué ha pasado luego de trabajar en… —Lee una vez más el curriculum—. L’Mare y asociados? —cuestiona. ¿Qué podía contestar a esa sencilla pregunta? Probablemente si le decía que había dejado a mi jefe en ridículo frente a un cliente, me echaría de su oficina sin pensar, ya que cometí muchos errores de principiante, cuando trabajé en L’Mare. Si estuvieran en mi lugar, ¿contestarían con la verdad o dirían alguna mentirilla blanca y piadosa, como estaba pensando en hacerlo ahora? —La verdad, es que, tuve algunas diferencias con el señor L’Maire y por supuesto, no podía contrariar a mi jefe, frente a un cliente —respondo, intentando disfrazar la verdad. —Ya veo… ¿Y cuál fue el error de su jefe? —cuestiona intrigado. —No creo que sea prudente, revelar información de mi ex empleador —respondo, evadiendo a su pregunta. —Tiene toda la razón, señorita Taylor —Asiente y continúa leyendo—. ¿Por qué no continuó ejerciendo? —cuestiona—. Su currículum es bueno —agrega. —¿Mala suerte? —respondo, con duda—. Pero tengo muchas ideas, muchas ganas de trabajar y qué mejor que en una empresa tan consolidada como lo es JCPenney —contesto entusiasta. —Seré honesto con usted, señorita Taylor —resopla—. Su perfil profesional, es estupendo —menciona, lo que me hace sonreír—. Pero el personal… —Hace una mueca que no sabría como descifrar—. No cumple con nuestras expectativas —Se pone de pie—. Espero que haya pasado una buena experiencia y por supuesto, su curriculum quedará en nuestra base de datos preferencial, en caso de un nuevo proceso de reclutamiento —finaliza, estirando su mano. Lo miro a los ojos, y siento que mis ojos están cristalizados agolpados de lágrimas. Estrecho su mano y le hago un asentimiento. —Gracias por la oportunidad… —respondo y bajo la mirada, para salir lo más rápido posible de aquel lugar. No sé si les ha pasado alguna vez, pero cuando te rechazan en una entrevista de trabajo, con la que te habías ilusionado, es como cuando te deja un novio… Aunque, realmente, no tengo idea cómo se siente que te deje un novio. Salgo sin mirar a nadie y bajo al primer piso, por las escalas mecánicas de la tienda. Busco mi cartera en el bolsillo del pantalón y no la encuentro. —¡Rayos! —exclamo, en la salida de la tienda. El guardia a quien le pregunte al llegar, me mira con cara de pena. Ya no me importa que me vean llorar, así que dejo las lágrimas salir con naturalidad, porque odio sentirme frustrada y rechazada, sobre todo cuando es por algo que no tiene nada que ver con mis habilidades profesionales. Reviso en mi portafolios, y respiro aliviada, porque había dejado ahí mi cartera. Me acerco a la parada de autobús y espero a que el recorrido pase, para volver a casa una vez más, con una nube sobre mi cabeza. (…) Veamos el lado positivo a las cosas. De haber quedado en ese trabajo de ensueño, tendría que haberme levantado, al menos, a las cuatro treinta de la mañana, para llegar a tiempo cada día a trabajar, ya que, tardé casi dos horas en llegar devuelta a casa. Ni pensar cuanto demoraría con el tráfico en hora punta. ¿O es muy tonto lo que estoy diciendo? Me miro al espejo una vez más, y bufo, al recordar a las chicas de la entrevista, super producidas. Parecía una entrevista para modelos de revista, no para diseñador de interiores. Me fallaste, chaqueta de la suerte, bufo, al dejarla sobre el sofá. Termino de quitarme la ropa y me pongo mi cómoda y amigable ropa deportiva, la cual jamás utilicé con ese propósito, para acercarme a la cocina y pasar este mal rato, cocinando alguna de mis preparaciones. Lo más probable, es que termine haciendo alguna cosa con chocolate… No sé ustedes, pero cuando tengo rabia o pena, el chocolate es mi mejor aliado.
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