DESTERRADOS

1229 Words
12 MESES DESPUÉS Mi madre siempre decía que nunca ahí que juzgar los designios de dios porque él nos amaba y sabía como terminaría nuestro destino. Pero en este momento me preguntaba seriamente si en verdad él nos amaba y si sabía como terminaríamos o solo manejaba los hilos al azar ciegamente. Mis manos y cabeza se apoyaron sobre los barrotes de oro, llorando silenciosamente sin poder creer como había terminado aquí, a punto de ser lanzada hacia los espejos del olvido. Solamente hace unos momentos era una guerrera en las tropas de dios, un ángel bendito, dichosa de sentarse con los arcángeles más cercanos a él y ahora no era más que una caída. Solté un sollozó audible pensando en que le pasaría a mi pequeña bebe, si Rafael la protegería. Las puertas se abrieron de par en par dejándome ver a Lilith con su frente en alto, hermosa como el fuego en su cabello y orgullosa como siempre lo había sido, su abultado vientre se había ido y yo me había perdido como mi hermana se convertía en madre. –Mírate, hermana. —Habló, viéndome con asco, como si yo fuera basura.— Acaso no tienes vergüenza. –De que he de tener vergüenza, —Hablé con decisión— Si todo lo que he dicho es verdad. Ella negó mirándome, mientras caminaba de un lado para otro. –¡No finjas! —Gritó con furia retenida— Todo te apunta, —Me miró fijamente a los ojos para después soltar una pequeña risa —Y pensar que eras el orgullo de mis padres, ¿Qué decepción?, ¿verdad? –Escúchame, Lilith —Supliqué— Por favor... Tienes que creerme... Eres mi hermana, mi sangre, mi familia. –¿Cómo creerte? —Contraatacó. –Si el juicio ya acabo y saliste culpable. –No. —Susurré, negando, sin poder creerlo. –No puede ser... —Comencé a llorar sin importarme que mi hermana me estuviera viendo. Era inocente y aun así me habían castigado llevando la deshonra a mi familia... Mis padres jamás me lo perdonarían. –Raguel. –Ya fue castigado al igual que todos. –¿Cómo? —Pregunté, queriendo saber que había sido del padre de mi hija. –Desterrado y lanzado a la tierra al igual que todos los traidores. —Hizo una breve pausa. –Deberías confesar, ya todo acabo Angélica, di que tú y Samael planearon todo, tal vez así se apiaden de ti y dejen que caigas al igual que Raguel. –La mentira es un pecado, hermana. –¿Entonces que es el robo? —Susurró –Seguir haciéndote la víctima no te salvara del castigo de dios. –Entonces me iré con la frente en alto, con mi conciencia limpia —Hablé, resignada. Los espejos del olvido era una prisión desolada con tierra seca y fría, jamás se veía la luz del sol, me enviarían ahí tal vez para que me arrepienta de mis pecados haciendo que me volviera loca y hablara sobre lo que había hecho, ellos nunca me dejarían caer sin antes decirles donde estaba la espada flameante. –Entonces te compadezco. Pude ver como lentamente se daba la vuelta para irse, pero la detuve antes de que me dejara con mi soledad. –Espera, Lilith —Relamí mis labios, sintiéndolos secos. –¿Qué hay de mi hija?, ¿Qué pasará con ella? Tardo en voltearse para mirarme fijamente, como si estuviera midiendo sus palabras. –Ella... está con los durmientes... Mis ojos se abrieron por lo que acaba de decirme mi hermana, intentado ya no soltar más lágrimas. –Me la quitarán. —Susurré con dolor. –Dejo de ser tuya cuando robaste la espada flameante. —Replicó, seriamente. –¡Que yo no la robe! —Grité, desesperada. –¡Es solo una bebé!, ¡Rafael me prometió que la protegería! –Rafael, hizo todo lo que pudo. —Me dio una mirada de reproche. –Él no es nada de la niña, No pudo pelear mucho; así que ella estará con los durmientes... fue lo único que le prometieron para no tener un final horrible como a sus padres. —Miro a los lados y bajo la voz como si alguien más estuviera con nosotras –Tranquila, no la dejaran renacer hasta que la tierra sea próspera, no sufrirá si es lo que te preocupa. Agarre sus manos entre las mías, cuando vi que las puso sobre los barrotes para poder susúrrame. –Tú eres su tía, —Dije, desesperadamente. –Pelea por ella. Me miro por unos segundos para después arrancar agresivamente sus manos fuera de las mías. –No puedo... —Contestó, duramente –La orden ya está hecha. Se volteó bruscamente para irse. –¡Por el amor a tu hijo! —Grité, intentando detener sus pasos –¡Salva a mi hija! Ella quedó inmóvil enfrente de la gran puerta, sabía muy bien que estaba pensando si en cruzarla o devolverse hacia mí. Lilith siempre será muy calculadora en todos sus movimientos, jamás sería impulsiva. Finalmente, decidió regresar conmigo, tenía una mirada llena de ira, pero su rostro tranquilo, jamás estuvo furiosa completamente o nunca la vi, pero a veces me espantaba que ese enojo que siempre contenía en su interior algún día fuera a explotar. –Mi hijo —Susurró, mientras me observaba recalcando lo último. –También estará con los durmientes por tu culpa. Caí de rodillas hacia el suelo, le habían quitado a mi hermana su hijo, ¿Cómo era posible?, ¿por qué? Ella no fue involucrada en el juicio como a todos nosotros, una pregunta muy poco agradable se formó en mi cabeza, la mire y observe su rostro intentando descifrarlo, pero como siempre no encontraba nada más que tranquilidad, a veces pensaba que solo estaba mirando una máscara sin emociones, solo sus ojos me mostraban ligeramente lo que estaba sintiendo o pensando. Por algo se decía que los ojos eran las ventanas del alma. –¿Por qué? —Pregunté, pero ella se quedó callada. –Nunca supe si el padre de tu hijo era Samael o de ... –¡Cállate! —Me corto instantáneamente poniendo sus manos en las orejas –¡Cállate!, ¡tú tuviste la culpa!, ¡solamente tú! Negué, mientras la miraba, jamás la había visto comportarse de esa manera. –Como quieres que salvé a tu hija si no pude salvar al que tenía yo —Continuó –Apenas pude escapar yo y todo ha sido por tu culpa. –Soy inocente, tienes que creerme. —Solté por última vez, esperanzada de que esta vez ella me creyera. –En lo que a mí respecta tú y tu hija se pueden pudrir en el infierno. —Si seseo antes de darse vuelta e irse finalmente de la habitación. Esas palabras me dolieron mucho más que cuando me llamaron ladrona, señalándome culpable. Era muy doloroso mi caso, mi esposo convertido en roca y lanzado a la tierra, mi hija con los durmientes y yo... yo estaría en los espejos del olvido, entregando vergüenza a mi familia. La vida era mucho más fácil cuando era una niña, jugando con los demás. Me iría recordando todos esos recuerdo de diversión y juego, cuando aún éramos unos grandes amigos, capaces de no hacer ningún daño y ahora somos solo unos desterrados.
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