—Javier me dejó coger mi bolsa. Saldremos de aquí en un minuto, cariño. Estas palabras se repitieron una y otra vez en la cabeza de Javier hasta que se dio cuenta de que no era Gabriela. Sus ojos se abrieron de par en par. ¿He permitido que me toque? Gritaba en su cerebro porque no tenía otra opción. Lo único en lo que puede pensar ahora es en el sexo y en su polla firme como una piedra. Se echó a reír ¿Así es como Sandra se sale con la suya conmigo? Capturándome como a un animal. Intentó levantarse y sus piernas se lo permitieron. Echó un vistazo a su ropa. Su polla era visible fuera de los pantalones. Le horrorizó. Iba a paso de tortuga, luchando por lo que tanto deseaba. Javier sabía bien que, si Sandra se salía con la suya, tendría que despedirse de su pequeña familia. Sabía que