Math Evans La tímida Oriana levanta la cabeza de vez en cuando mientras come y me mira. En sus labios se dibuja una sonrisa que, inevitablemente, me hace sonreír también. Puede que parezca un idiota por haber seguido sus locuras, pero hay un aire de satisfacción al haber enfrentado a ese imbécil. ¿Cómo una mujer como Oriana pudo fijarse en semejante adefesio? No me considero el hombre más guapo del mundo, pero estoy seguro de que soy mucho mejor que él. Además, estoy convencido de que podría tratarla mucho mejor que cualquier otro hombre en la tierra. —¿Qué? ¿Por qué me miras tanto? —me reprocha Oriana, rompiendo el silencio entre nosotros. Sonrío y limpio mi boca. —¿Acaso no puedo mirarte? Si es así, tal vez deberías ponerte una bolsa en la cabeza; sería la mejor forma de evitar qu