Math Evans Salgo de la oficina de Oriana con un suspiro; me tiene completamente fuera de control. Ningún mal pensamiento cruza mi mente sobre ella, y menos ahora que me ha entregado lo más sagrado de sí misma. Me siento como un idiota... creo que estoy—sí, maldita sea—¡enamorado! Pero mi felicidad se desvanece cuando la puerta del elevador se abre y veo a mi padre salir, con su ceño fruncido y esa expresión amenazante que nunca cambia. —Mathew —me saluda, seco. —Padre, qué sorpresa verte un lunes por aquí. ¿A qué debo tu visita? —Él se queda en silencio, escaneándome de arriba abajo con esa costumbre suya de intimidar solo con la mirada. Luego abrocha el botón de su chaqueta y señala en dirección a mi oficina. —Tengo que hablar contigo. Le hago un gesto para que pase. —Adelante, pa