Oriana Valladares Siento el movimiento de las caderas de Math debajo de mí, su bulto está muy duro, presionando mi entrepierna. Me apena admitirlo, pero se siente grande... Oh, por favor, ¿Cómo podría resistirme? Este hombre es pura fascinación. Los besos que nos dimos cuando fingíamos ser novios no se comparan en nada a los de ahora. Su lengua invade mi boca, cada beso es tan dulce que me enciende. Estoy ardiendo, literalmente, y él está igual de caliente. Sus jadeos apenas escapan de su boca, haciendo que me estremezca aún más. El taxi frena de golpe y salto, separándome de él, mientras lo veo ajustar discretamente su entrepierna. El taxista baja el separador y, con algo de timidez, pregunta: —¿Los llevo a algún motel? Math me mira, y me quedo sin palabras. La vergüenza me invade y m