Mathew Dominic Evans.
Zafarme de sus labios en ese momento fue lo peor que me pudo pasar, si lo que más deseo era tenerla cerca, sentirla junto a mí. Pero ahí estaba ella, la bruja desquiciada, interponiéndose entre nosotros. Sujeté a Adela por la cintura, intentando separarla de mi prometida, pero su furia parecía inquebrantable. Mi desesperación crecía con cada segundo. ¿Qué diablos hacía esta mujer aquí?
—¡Suéltala, maldita sea! ¡Llamen a seguridad! —grité, y en cuestión de segundos, un grupo de hombres acudió para intervenir. Solté a Adela, apartándola de mi lado con furia, mientras sus ojos no se despegaban de los míos, llenos de reproche.
—¿Así que por esta mosca muerta me cambiaste? —espetó con veneno en su voz, mientras señala a Oriana, y giro para verla, estaba completamente
