Oriana valladares Reviso mi teléfono y la frustración se apodera de mí al darme cuenta de que no tengo un solo mensaje de Mathew. Parece que se está tomando muy en serio la discusión que tuvimos por la tarde, cuando despidió a Kath. Sin embargo, no puede pretender que siga por la vida como si nada, ignorando el dolor que causa en mí cada una de sus acciones. Me quedo más tiempo en la oficina, evitando el encuentro con los demás empleados al salir de mi turno. Aprieto mi cartera contra el pecho, trago saliva y, con un nudo en el estómago, salgo de mi oficina. Pero al girarme hacia su despacho, mi corazón se oprime al no encontrarlo allí. Respiro hondo y arranco mi camino, recordando que esta relación no es más que un contrato con el CEO. Cuando el elevador llega, me quedo mirando a mi a