NARRA ALBERT GUZMÁN Mario me llevo a casa para que descansara, me ayudo a apearme del auto, entramos juntos, un guardia nos abrió la puerta, me dejo sentado en un sofá de la sala y me indago. —Comandante, ¿está bien aquí? O lo ayudo a subir hasta su habitación Una voz con un dejo de autoridad se escuchó, como si estuviese enojado —¡No!, yo lo llevo si es preciso, gracias por su amabilidad, puede regresar a su trabajo, por favor Mario solo se despidió y se fue, el dueño de esa voz se me acercó para hablarme con preocupación al notar la mancha roja de mi camisa. —Señor Albert, ¡está herido!, ¿desea tomar algo?, ¿le ayudo a subir? Erick se comportaba como si nadie más tuviera opción para atenderme, parecía como si fuese mi mayordomo o quizá tomándose atribuciones, yo solo lo observaba