Mire por la ventana del avión privado de Bastián mientras hacia el viaje de hora y media hasta Génova. Al llegar al hangar privado, Enzo había simulado una sonrisa y me recibió con un frío beso en la mejilla. La noche anterior me había precipitado al declararle mis sentimientos ¿Qué gane? Nada. La expresión pálida me lo demostró. Miento. Si gane algo anoche. Una resaca que me está matando. Me removí en mi asiento, miré de reojo a mi derecha y Enzo estaba sentado al otro extremo del avión tecleando rápidamente en el ordenador que tenía enfrente y tenía su ceño fruncido. No me había hablado más de lo necesario. Ariadne y Bastián estaban competiendo una copa unos puestos más adelante y sabiamente nos habían dado espacio y lo agradecí. No tenía la capacidad de fingir. El vuelo fue rápido y una