Capítulo 1
Camino por las concurridas calles de Palermo como lo hago todos los días. Durante esta hora de la mañana se podía observar a las personas que iban a sus trabajos. Palermo era una ciudad hermosa, donde los turistas disfrutaban desde sus restaurantes hasta el pub que la zona proporcionaba. Me detuve en la acera antes de pasar la calle y llegar hasta mi destino. Saqué las llaves de mi bolso y abrí para voltear el cartel de abierto. Sonreí al repartidor que iba hasta la cafetería de enfrente. Pero siempre me saludaba gentilmente. Mire mi lugar de trabajo y la sonrisa se me hizo más grande. Paradiso italiano era mi bebé, por el que había trabajado por cinco años. Muchos no creían que con veintidós años lograría algo, pero ahora que han pasado varios años demostré que estaban equivocados. La tienda ofrecía gran variedad de ropa de las diferentes marcas que a los turistas y no turistas. Les encantaban: Armani, Dolce Gabbana, Gucci, Prada, Dior, Louis vuitton y otros más que entre ropa, calzado y accesorios hacían de la tienda un destino concurrido en toda la época del año. Fui hasta el mostrador y dejé mi bolso.
—Buenos días jefa —me saludo puntual como siempre Marcelo
—Bellísimos buenos días— dijo otra voz seguida de Marcelo—Traje café para mi jefa preferida— dijo Lissa entrando con mucho ánimo
—Buenos días chicos —me reí ante la muestra de energía que traían— ¿Donde esta Cristal? —pregunté
—¡Aquí! —dijo entrando rápidamente como un torbellino y con una sonrisa. Paso a un lado de los demás y llegó hasta mi— ¿Llego tarde? —me pregunto
—No. Llegas a tiempo— dije mientas limpiaba el mostrador con una toallita especial para el cedro del que están hecho el mostrador
— Bueno. Voy a poner esto atrás —hablo Lissa seguida por mis dos ayudantes. Me quede detrás de la caja registradora mirando la nada.
—Buenos días —dijo una voz desde la puerta. Mire y era un hombre mayor. Vestía un traje y traía un sobre manila en las manos
—Buenos días—respondí dejando a un lado lo que hacía. Tome de mi bolso una toallita anti bacterial de uso personal y me limpie las manos— Bienvenido a Paradiso Italia. ¿En qué podemos ayudarle?
—Busco a Thara Lombardi —dijo el hombre
—Soy yo— respondí
—Estos para usted— dijo tendiéndole el sobre —En realidad, era para su padre. Pero no creo que él le dé la debida importancia en este momento —Si lo sabré yo. Resople y tome el sobre
—Con permiso— dijo el mensajero— Me retiro
—Gracias—dije antes de que marchara. Otras personas comenzaron a entrar y vi como salían de la parte de atrás los chicos para atenderlos. Marcelo se movía con gracia y aunque se defendía con la ropa para dama, era mi As bajo la manga en cuanto a la ropa de caballero. Era un hombre elegante y agraciado. Moreno, ojos verdes, alto. Cristal era alta y esbelta de cabello n***o, ojos cafés y facciones delicadas. Ella junto a Lissa de estatura mediana, cabello castaño, piel oliva y ojos ámbar. Eran mi mejor adquisición debido al conocimiento en la ropa de dama. Sin dudas tenía un buen equipo y eso lo apreciaba mucho
—Thara —Lissa se acercó a mí —deberías ir atrás y revisar el pedido.
—Tienes razón —dije dejando el sobre a un lado— Voy a ver que todo esté en la lista para enviar el correo antes del mediodía. Te dejo responsable de la caja— no espere respuesta y me fui a mi pequeña oficina que tenía atrás, me senté frente al computador a revisar mis pendientes. No sé cuánto estuve haciéndolo hasta que el sonido del teléfono me sobresalto
—Paradiso Italia—dije cuando descolgué
—Buenas días—dijo una voz femenina—¿Hablo con Thara Lombardi? —pregunto. Vaya. Pero que solicitada estoy
—Habla con ella —conteste mientras que escribía algunas cosas en una libreta de notas
—Hablo de negocio al día. Quisiéramos saber si nos daría una entrevista y hablar sobre la sentencia de su padre, por el desfalco que realizo a Roma internacional— me tense enseguida y mi bolígrafo se deslizo de mi mano
—Sin comentarios —dije antes colgar con fuerza el teléfono— ¡Malditos periodistas! —Moví las manos en mi sien para calmarme
—Mi padre —dije para mí misma. Como comenzar a contar. Bueno ¿desde el principio no? Soy hija de una inglesa y un italiano. De allí mi nombre nada italiano. Aunque nací en Italia no tengo las facciones propias de la isla de Sicilia. Soy rubia platinada, mis ojos tan azules como el cielo, mido asqueroso metro sesenta. Setenta y dos cuando llevo mis asesinos zapatos de doce centímetros lo que comúnmente hago.
Mi madre murió cuando nací por una afección cardiaca y mi padre quedo destrozado y desde entonces me crio como pudo debido a su trabajo como contador de una pequeña empresa. Mi infancia y adolescencia la viví con o cualquier otro. Poco veía a mi padre, así que me volví autosuficiente. Creía que era feliz hasta que el apareció. Yo con diecisiete años y el veintiuno. Si. Era una cría, pero me enamore de el hombre más hermoso y detallista que había conocido. Enzo D'Angelo, era muy conocido debido a los diferentes negocios de su padre en toda Italia. Nuestro romance duro dos años y en el último mes me propuso matrimonio lo cual acepte encantada y me sentía dichosa ¿Que más podía pedir? Tenía al amor de mi vida, el hombre que amaba con locura, teníamos la aceptación de sus padres los cuales adoraba. Mi padre tenía un mejor trabajo y quería mucho a Enzo.
Entre flores, manteles, platería, banquetes, vestido y lo demás me perdí durante meses. Pero no todo lo que comienza bien, termina bien. A tan solo tres días de la Ceremonia me entere de algo que destruyo mis ilusione. Eh hizo que dejara a un lado al amor de mi vida.
—Thara —Marcelo me saco de mis recuerdos —nos vamos a almorzar ¿te nos unes? —fruncí el ceño y miré la hora en el ordenador. Doce y diez del mediodía ¡Mierda! me pase toda la mañana en la oficina y eso lo hacía muy de vez en cuando. Mi lugar era al frente de la tienda atendiendo a los clientes
—Gracias Marcelo —dije apango el ordenador— necesito terminar de hacer unas cuentas, así que pediré algo al restaurant vegetariano y almorzare aquí en la oficina —Marcelo hizo una mueca. No era vegetariana, pero había algunos platos que me gustaban de ese tipo de cocina
—Está bien —dijo dándome una mirada preocupada— Nos vemos en un par de horas— asentí. Una vez sola. Salí de la oficina con el inventario que había realizado la noche anterior, solo me faltaba ver si no se me paso nada. Salí a la tienda y me di cuenta que ni el café que Lissa me había traído lo había probado. Lo deseché porque estaba frío y vi el sobre que me habían traído. Lo tomé y lo abrí. Dentro había una serie de papeles, letras de cambio, pagare, cheques, una copia de sucesión de la casa donde había crecido y lo que me horrorizó fue la sucesión del inmueble que me pertenecía. Mi tienda
—¿¡Qué demonios!? —dije leyendo los documentos y sintiendo cada vez más ganas de vomitar
—Mi padre no pudo hacerme esto—me dije a mi misma reprimiendo las lágrimas.
No sabía hasta qué punto estaba la adicción de mi padre por el juego, pero jamás pensé que desviaría dinero de la empresa donde trabajaba y mucho menos que cediera sus propiedades. Pero ceder algo por lo que trabaje y luche durante este tiempo. Las piernas me fallaron y me senté en la butaca cerca de la caja. El documento explicaba que la prórroga del p**o se cumplía y que debería entregar lo estipulado en los documentos.
Soy una estúpida me dije a mi misma. Confiaba en mi padre. Por eso cuando decidí montar la tienda llame a mi padre desde Londres donde había estado en casa de mi abuela materna y le dije que regresaría y quería un inmueble que había visto online. Yo le giraría el cheque para que él lo comprara. Lógicamente estaban a su nombre y no me preocupe por cambiar eso. Y ahora tengo en mis manos el documento que me arrebata lo más preciado. Cada vez me sentía más enferma. Debía arreglar esto. Necesitaba explicar la situación. Revisé los papeles y se me heló la sangre cuando leí el nombre del casino al que le había cedido todo lo que teníamos. King of Ace. No. No. No
—¡Debe ser una puta broma! — Mi futuro dependía de Enzo D'Angelo. El hombre con el que años atrás me iba a casar y deje plantado un día antes de la boda.
Recogí mi bolso y con el sobre en mis manos salí de la tienda no sin antes cerrar bien con llave. Tomé un taxi y le di la dirección del casino. Diez minutos después estaba frente al casino del hombre que no veía hace ocho años. Camine hasta la puerta lateral donde sabía que era la única entrada a esta hora de la tarde, pero estaba custodiada. Acomode mi vestido azul eléctrico de corte recto y acomode mi cabello rubio que me llegaba hasta mis caderas. Muy poco le cortaba el largo, solo las puntas mensualmente. Era el recordatorio de que era una sobreviviente. Me acerque hasta la puerta y de inmediato me detuvieron
—¿Desea algo? —me dijo uno de los gorilas en la puerta
—Necesito hablar con Enzo —dije sin ninguna formalidad
—El señor no está —dijo acercándose —así que le pido que se retire —Levante el rostro y lo mire con ganas de cortarle la garganta
—¿Me podría decir a qué hora regresa? Es urgente
—No podemos dar esa información— estaba por irme y regresar en la noche cuando se escuchó que abrían la puerta y una figura iba saliendo. Me miro y vi el shock reflejado en su rostro y luego una máscara de serenidad cubrió la sorpresa
—Thara —dijo mi nombre como si le costara decirlo
—Conte— me acerque al mejor amigo de Enzo— ¿Él está? —no necesitaba decir nombre él sabía de quien hablaba
—No esta y dudo que quiera verte— me respondió
—¡Maldita sea Conte! esto me llego esta mañana a la tienda y no es posible— el miro el sobre que le ponía delante de él y soltó un suspiro
—No se puede hacer nada —me informó— todo es legal. Lo siento Thara
—¿Lo sabias? — pregunte dándole una mirada acusatoria
—Tu padre apostó y perdió. Lo siento— dijo como si no fuera la gran cosa
—¡Puede quedarse con todo menos con mi tienda! — grite fuera de mi— ¡Es mía! yo la compre y la trabaje— continúe— no es justo Conte, él no puede quedarse con algo por lo luche y saque adelante. Él lo sabe ¡tú lo sabes maldita sea! — su expresión se suavizó, pero luego volvió a su postura original
—Paga la deuda y te podrás quedar con la tienda
—Es una suma exorbitante que no estoy en posición de pagar y lo sabes— me acerque l y arrugue el sobre lanzándolo el pavimento y pisándolo con mis zapatos negros de Carolina Herrera —Estos no son negocios. Es una venganza— acuse —dile a Enzo que para que se quede con mi tienda tendría que mandarme a unos de sus matones y acabar conmigo ¿entendido? —el asintió. Me di media vuelta y caminé con toda la dignidad. Demostrando una seguridad que no sentía. Siempre le daba batalla a D'Angelo y esta no iba a ser la exención.
★★★★★★★★★
Por la noche al llegar a mi departamento me cambié la ropa que llevaba para trabajar y me puse unos pantalones de deporte ajustados, un top y mis zapatillas de deporte. Mi departamento tenía dos habitaciones de las cuales una la había convertido en un pequeño Gimnasio donde me ejercitaba casi a diario.
Si bien no lo hacía por las mañanas, lo hacía en la noche al llegar. Recogí mi cabello en una cola alta y subí a la cinta y encendí la música de mi iPod. Adele sonó a través de mis auriculares y comencé con mi caminata. Debía mantenerme en forma saludable, mientras más me cuidara menos propensa seria a sufrir de nuevo esa enfermedad. A menos así lo sentía y quería creer. Creeremos que no nos pasara o sencillamente no prestamos atención a que es algo que sucede cuando menos lo esperas, crees que siendo joven estas exenta a él. Pues eso me sucedió a mí. A los diecinueve años y a punto de casarme con el hombre de mi vida la noticia del cáncer me llegó como una puñalada mortal. Él estaba ahí acechándome. Los médicos me aseguraron que tenía que ser rápida. Operarme y comenzar con mi tratamiento. Y allí es donde mi historia se tuerce. ¿Qué hacía? estaba a dos días de la ceremonia y no iba a hacer pasar a Enzo por lo que me esperaba. ¿Qué podría decir? ¡Hey cariño! mi regalo de bodas es que ¡sorpresa! tengo cáncer. Como empezar un matrimonio así.
Por eso cancelé la ceremonia y me fui a Londres a casa de mi abuela. allí comencé mi viacrucis. Egoísta. Si. No lo niego ¿me arrepiento? a veces lo hago, pero luego de pasar mi proceso donde gracias a Dios salí adelante me dieron la noticia que el tratamiento había hecho que las posibilidades de concebir fueran poco probables y que debía estar en remisión y chequearme cada seis meses. Ahora en una vez al año. Decidí cambiar mi forma de vida a excepción de la cafeína que por más que traté de dejarlo sencillamente no pude. Subo la velocidad y comienzo a correr.
Necesito agotarme físicamente y así poder dormir un poco. Gracias a mi condición física corro un poco más sin parar hasta que el día de trabajo, el estrés y recordar mi pasado comienzan hacer efecto en mí. Pero sé que necesito algo más así que mañna iré al gimnasio donde practico kickboxing desde hace cuatro años. Por increíble que parezca me relajaba más haciendo eso que haciendo yoga, lo cual hacía de vez en cuando. Una hora más en la caminadora y estoy muerta. Voy hasta mi habitación y me deshago de la ropa sudada, me ducho y me meto en la cama donde después de mucho dar vueltas me duermo.