Eduar dejó salir un bostezo mientras caminaba por el pasillo del colegio junto con Elián.
—¡Ay no…! ¡Ya quiero que lleguen las vacaciones! —se quejó.
—Oye, ayer te vi en el centro comercial con tu papá —dijo Elián.
—Ah… sí, estábamos comprando ropa —respondió.
—¿Ah? —a Elián se le hacía muy extraño.
—¿Qué tiene?, quiero cambiar de estilo —Eduar subió las cejas y después siguió su camino.
—Anda… No lo puedo creer —soltó Elián al malentender la situación.
En aquel momento Sandrid iba entrando al colegio, Elián se le acercó:
—¡Te tengo la última! —Elián se veía emocionado.
—¿Qué pasó? —inquirió la joven.
—Eduar es gay, me acabé de enterar.
Sandrid parpadeó dos veces mientras procesaba la información.
—¡¿Qué?! —gritó Sandrid.
—Sí… Ayer lo había visto en el centro comercial comprando ropa con su padre, se me había hecho muy normal, pero, ahorita le pregunté y me lo dijo. ¡Salió del closet!
Sandrid quedó con la boca entreabierta mientras asimilaba la noticia.
—No lo puedo creer —Sandrid llevó una de sus mansos a su boca.
—Eso se veía venir ¿no?, siempre tan… rarito, nunca ha tenido novia, siempre viendo cosas raras, además, tiene un padre diseñador. No digo que esa sea la causa, pero mis papás me dijeron que antes a su papá lo creían homosexual —dijo Elián.
—No lo puedo creer —volvió a decir Sandrid pasmada.
Camila y Cristian llegaban en aquel momento a la escuela y los jóvenes se acercaron a ellos para contarle la noticia.
—Chicos, Eduar se acabó de declarar gay —informó Sandrid con una cara muy sorprendida.
Los ojos de los hermanos se abrieron como platos.
—¡¿En serio?! —soltó Camila.
—No… —Cristian abrió su boca.
—Eso se veía venir, saben que él desde pequeño se vio tan afeminado, tenía ese tipo de tendencias —explicó Elián.
—Pues sí, pero yo creía que era porque sus papás, ya saben, el tío Santiago siendo diseñador, su mamá siempre con tanto estilo. Ya saben… era como tan lógico que él fuera así —trataba Camila de asimilar la noticia.
—Pues parece que no era por eso, si no por su verdadera naturaleza —Sandrid se cruzó de brazos al decir aquello.
Eduar estaba sentado en su puesto intentando dormir, alzó la mirada al escuchar que alguien entraba al salón. El momento se volvió incómodo al ver a Eliana caminando mientras buscaba su lugar.
Se sintió con cargo de conciencia por lo que había pasado días anteriores con ella, pero era tan orgulloso que ni en broma pediría disculpas.
Hubo un gran silencio en el lugar que solo fue interrumpido por el sonido del timbre que anunciaba el comienzo de las clases. Los estudiantes entraron con su gran bullicio y poco a poco llenaron los puestos, el profesor entró avisando que se reunieran en grupos de dos.
Eduar no se interesó por la clase, de hecho, todos lo quedaron observando cuando el profesor empezó a preguntarle el por qué dormía en clases.
—Oiga, ¿no le interesa la clase? —preguntó el maestro.
—¿Ah? —Eduar alzó la mirada—, lo siento, es que me trasnoché haciendo un trabajo —mintió.
—Póngase en grupo —ordenó.
Eduar rodó la mirada por el salón y notó que sus compañeros ya habían armado su grupo, “qué traición” pensó. Solo quien estaba sin grupo era Eliana, la joven desesperada trataba en buscar con su mirada algún grupo sin integrante para no tener que agruparse con Eduar.
—Póngase con la nueva, voy a explicar lo que harán —dijo el profesor.
El hombre comenzó a explicar y Eduar rodó su mesa juntándola con la de la chica. Había un aura muy incómoda entre ellos. Así estuvo el resto de la clase.
—Deberán entregarme un trabajo en grupo y lo expondrán a la clase. Tendrán tres semanas para investigar, quiero algo bien hecho, esa será su nota del periodo —dijo el hombre a punto de finalizarse la clase.
Eduar hizo un gesto de fastidio, así que por obligación debía de hablar con ella. Volteó a verla y se sorprendió al notar que ella también lo estaba viendo.
— Bueno, entonces, ¿cuándo hacemos el trabajo? —preguntó Eduar.
Eliana se levantó y caminó hacia el profesor.
—Espere, ¡profesor! —decía detrás del hombre quien salía del salón de clase.
Eduar quedó un tanto confundido, hizo un puchero mientras sumergía sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón. En aquel momento sus amigas entraron al salón de clase y se acercaron a él.
—¿Qué sucede? —preguntó.
—¿Es cierto?, ¿por qué antes no nos habías contado? —interrogó Camila.
—¿De qué están hablando? —inquirió confundido.
—Le dijiste a Elián que eres gay y a nosotras no —explicó Sandrid mientras se cruzaba de brazos.
—¡¿Ah?! —se asustó Eduar.
—Oye, ¿cuándo te diste cuenta que esa era tu inclinación s****l?, sabes que nosotros siempre te apoyaremos, todo el grupo —dijo Camila con una sonrisa desplegada.
—Ese Elián… —comenzó a buscarlo con la mirada bastante enojado.
—¿Qué sucede? —preguntó Sandrid.
—¡Eso no es cierto! —gritó Eduar.
Vio a Elián conversando con un compañero de clase en el marco de la puerta, caminó hasta él bastante enojado.
—¡Oye! —le gritó.
—¿Qué tienes? —inquirió Elián un tanto impactado por la forma en la que su amigo se estaba dirigiendo a él.
—¡Deja de inventar ese tipo de cosas, ¿qué te pasa?! —regañó.
—¿De qué estás hablando?
—De eso que le dijiste a los demás —gruñó mientras le abría los ojos.
—Ah… De que eres gay, ¿no se supone que es verdad? –soltó Elián.
—¡Claro que no! —gritó Eduar.
—Pero cálmate, si eso es algo normal, ya todos lo sospechaban. Yo solo te ayudé a que te fuera más fácil decirlo. Al final, somos tus mejores amigos, ¿no? —pidió Elián mientras soltaba una risita.
—¡¿Qué te pasa?! —le dio un empujón con sus manos.
Todos en el salón de clase comenzaron a mirar a los jóvenes. Camila y Sandrid se acercaron a ellos, trataron de calmar a Eduar.
—Ya, cálmate, solo fue un malentendido —calmó Camila.
—¿Qué quiere? —preguntó el profesor a Eliana.
—Es que, yo no tengo grupo. ¿Puede haber un grupo de cuatro integrantes?
—Claro que no, usted ya está con el joven Eduar, no sea mentirosa —regañó el hombre quien solía ser muy malhumorado.
—Pero él nunca hace nada, no quiero quedarme con todo el trabajo —insistió Eliana.
—Si no hace nada me avisa y le dejo la nota en uno, así de fácil. Oblíguelo —explicó el profesor mientras se detuvo para conversar con la joven quien se veía muy insistente.
—Profesor… —suplicó la joven.
—Yo sé lo que dicen los estudiantes de usted. Es la becada y parece que no se lleva bien con los de su clase al verla inferior. Señorita, no se deje opacar solo porque ellos son de una familia adinerada y usted no. Haga el trabajo y si él no le colabora me dice y yo le dejo una mala nota —el profesor le mostró una sonrisa—. Usted es inteligente y muy astuta, sé que seguirá mi consejo.
Eliana observó al hombre perderse en el pasillo sin saber qué hacer. Neyret vio a lo lejos a su amiga, quería acercarse a ella, pero tenían días que no hablaban después de la humillación que Eduar le hizo a la joven.
Eliana no quería entrar a clases, decidió apartarse a las canchas de futbol y quedarse allí todo el día. Estaba planeando escaparse de su casa y vivir con sus abuelos, de esa manera no tendría que volver a aquel colegio y no vivir más humillaciones.
—Eliana, ¿qué haces aquí? —escuchó detrás de ella.
Era Luis Ángel, se sentó a su lado de la banca y comenzó a observar la cancha de futbol.
—¿Ya hablaste con el profesor para que te deje cambiar de grupo? —interrogó el joven.
—Sí, me dijo que no podía hacerlo.
—Pero puedes hacerlo sola, le explicas al profesor la situación después —sugirió el muchacho.
—Luis Ángel, quiero estar sola, por favor —pidió Eliana.
—Oye, lo que dijo Eduar no es cierto. Tú eres mi amiga, no te dejaré de hablar —aclaró Luis Ángel y después desplegó una sonrisa.
—Yo no quiero ser un estorbo para nadie y mucho menos ser una metida —los ojos de Eliana se llenaron de lágrimas.
—Como te dije antes, eres mi amiga, nada de lo que dijo Eduar es cierto. Él es un idiota y no piensa al momento de actuar. Olvida lo que dijo —Luis Ángel la abrazó cuando notó que las lágrimas saldrían de los ojos de la muchacha.
Cristian vio a los jóvenes de lejos cuando se dirigía a su primer entrenamiento de fútbol. Quedó estático analizando lo que sus ojos le mostraban. Necesitaba aclarar algunas cosas con Luis Ángel.
—¿Esa es Eliana? —preguntó Neyret al lado de Cristian.
—Sí, parece que ella tiene problemas —respondió Cristian.
—Fue por lo que sucedió en la casa, pobrecita. Eduar es un idiota —soltó Neyret preocupada.
—Oye… ¿Por qué no hablas con ella? Son amigas después de todo, ¿no es así? —sugirió Cristian.
—Quiero hacerlo, pero no sé cómo.
—Era muy raro —dijo Cristian.
—¿Qué?
Hubo un momento de silencio entre los jóvenes.
—El que tuvieras una amiga, siempre estás sola. Pero cuando llegó Eliana hiciste todo lo posible por ser su amiga y te veías feliz —explicó Cristian.
—Bueno… Quería tener un amigo —Neyret desplegó una sonrisa triste—. ¿Cuándo te volviste igual que Luis Ángel?, recuerdo bien que éramos muy buenos amigos, no te llevabas para nada bien con mi hermano, pero de un día a otro decidiste estar a su lado imitándolo.
—Neyret, no fue eso, tú viajaste, cuando llegaste eras otra —trató de explicar Cristian.
—Eso no es cierto. Como todos en tu grupo me trataban mal decidiste hacer lo mismo —soltó Neyret.
—¡Claro que no!, yo nunca te he tratado mal, no sería capaz de algo así —replicó Cristian con su corazón latiendo fuertemente.
Los ojos de Neyret amenazaban con dejar salir las lágrimas. Cristian tragó en seco, nunca pensó que ella se sintiera mal por todo lo que estaba pasando.
Hace años atrás Cristian y Neyret eran mejores amigos, parecían inseparables, pero todo esto cambió cuando ella viajó y estuvo un año por fuera del país al tratar de superar la muerte de sus bisabuelos. Cuando llegó Cristian siempre estaba al lado de Luis Ángel y había creado aquel grupo con aquellos chicos.
Al ella no llevarse bien con su hermano y su primo no pudo estar cerca de Cristian, así pasaron los años, su amistad había quedado en solo un recuerdo. Uno que Neyret nunca olvidó.
—¡Cristian, oye, necesito hablar contigo de algo!, lo que te dijo Elián no es cierto —dijo Eduar al llegar donde estaban los chicos.
Neyret se apartó del joven caminando rápidamente por el pasillo. Eduar quedó un poco pensativo al ver que algo raro sucedía entre ellos.
—¿Qué hacías hablando con Neyret? —preguntó Eduar.
—Nada, ¿qué me ibas a decir?
—Sí, eso de que soy gay no es cierto —aclaró Eduar.
—Ya lo sé —Cristian desplegó una sonrisa burlona.
—¡No sé qué le pasa a ese idiota! —bufó Eduar.
—Ah… Pero te asustas —Cristian soltó una carcajada.
—Déjate de bobadas, también estarías igual si todos pensaran que te gusta el trozo —discutió Eduar.
—Pareces bobo —tonto—, sabía bien que Elián estaba exagerando, sacó conclusiones que no tenían sentido.
Sandrid estaba en el parque haciendo ejercicio con Camila después de salir de clases.
—Por eso no voy a ir, a esas fiestas nunca va nada bueno, los mismos del colegio y no… Qué aburrido —dijo Sandrid mientras estiraba sus piernas—. ¿Irás con Luis Ángel?
—No lo sé, sabes que no soy de fiestas —respondió Camila.
—Oye, te ves más delgada. Me sorprende lo rápido que bajas de peso, si sigues a este ritmo pronto llegarás a tu peso ideal —elogió Sandrid.
Camila vio a lo lejos a Eliana quien estaba trotando.
—Mira, es Eliana —avisó Camila.
—Ay no, no la vayas a llamar, sabes que no me agrada. Si lo haces me voy a hacer ejercicio a otro lado —se enojó Sandrid.
—Oye, no seas así de mala, ella no tiene amigos y es muy buena persona —replicó Camila.
—Ya te dije. No quiero nada que ver con esa tonta —Sandrid tornó su rostro bastante serio.
—Eres terrible, de verdad. ¿Ella qué te ha hecho?
—Ay, Camila, no vayamos a discutir por algo tan tonto como eso, no vale la pena. Mejor comienza a hacer tu rutina, si llega mi papá y ve que no has hecho nada te va a matar, sabes lo temperamental que es.
—Verdad —Camila comenzó a calentar su cuerpo.
Elián estaba saliendo de una tienda donde se había comprado una hamburguesa con una gaseosa y vio a las chicas que hacían ejercicio en el parque. Se acercó a ellas con una idea muy despiadada.
—Eso, así se hace, a mí pueden ignorarme y también a esta hamburguesa que está deliciosa. Lástima que no puedan comerla —se sentó en una banca frente a ellas.
—¡Elián! —gritó Sandrid enojada.
—Dije que me ignoraran —aclaró él. Le dio un mordisco a su hamburguesa—. ¡Humm…! Está riquísima, ¡qué delicia! —con su lengua limpió un poco de salsa que quedó en sus labios.
Camila y Sandrid tragaron en seco, después hicieron un gesto de fastidio.
—Te odio —soltó Camila y comenzó a correr.
—¡Espérame! —gritó Sandrid siguiendo a su amiga.
Elián soltó una carcajada, se acomodó en la banca, le dio otro mordisco a la hamburguesa.
—¡Ah…! ¡Qué delicia! —soltó con la boca llena. Tomó un poco de gaseosa.
—Oye, ¿has visto a Eliana? —preguntó Neyret acercándose al joven.
—Eh… Nop —respondió él, tragó el bocado y observó a la chica—, ¿por qué?
—Necesito hablar con ella —Neyret se sentó a su lado.
—Oye, si esa chica no quiere hablar contigo, no le ruegues. Creo que ya tienes demasiados problemas como para que estés suplicando por una simple amistad, ni que ella fuera la gran cosa —aconsejó Elián.
—Tú no entiendes. El que me hayas ayudado aquella vez no quiere decir que tengas el derecho de criticar mi vida de esa manera —regañó Neyret.
—Oye… Solo digo, tampoco puedes hacer como si no tuvieras un problema. Intentaste suicidarte, eso es muy grave y ahora andas preocupada por una chica que te ignora. El que pensaras que Eliana es tu única amiga no quiere decir que ahora debas de pisotear tu dignidad de esa manera.
—¡Ay, Elián, tú no sabes nada! ¡Ya te dije que no te metieras en mi vida! —Neyret se levantó de la banca.
—¿Crees que no he visto cómo esa chica te ignora creyéndose la gran cosa?, se supone que quien la humilló fue Eduar, no tú, ¿por qué te debe tratar de esa manera?, no es justo —cuestionó Elián.
—No sé qué hago hablando contigo, esto es una pérdida de tiempo.
—Neyret, yo solo te lo digo por tu bien; piensa mejor las cosas, no le insistas a una persona que no valora tu amistad. El que no tengas amigos no quiere decir que debas humillarte de esa manera.
Neyret se marchó mientras dejaba salir las lágrimas, las palabras de Elián sonaron tan crueles, pero sabía que, de alguna manera, él tenía la razón.
—Neyret me da lástima —soltó Elián mientras la veía marcharse.
—¿Luis Ángel ya llegó? —preguntó Cristian a una empleada de servicio.
—Sí, está en el cuarto de estudio —respondió.
Cristian entró al estudio y encontró a su amigo revisando unos papeles.
—Por fin te encuentro —dio Cristian bastante serio.
—Lo siento, he estado muy ocupado —se disculpó Luis Ángel.
—Necesito que terminemos el tema, no puedo quedarme con las dudas —Cristian se sentó en un sillón frente a su amigo.
—Cristian… No hay nada que hablar, ya te dije, yo quiero a Camila, voy muy en serio con ella y no pienso en ningún momento hacerle daño. Te has dado cuenta, todas estas semanas hemos estado bien, no, ha sido cada vez mejor —explicó Luis Ángel.
—No quiero que ilusiones a mi hermana y después la dejes, yo nunca te perdonaré eso. Cuando nos hicimos amigos fue lo primero que aclaramos, nada de volverse novio de nuestras hermanas, era una línea que no íbamos a pasar —Cristian se veía bastante molesto.
—Cristian, éramos solo unos niños cuando hicimos esa promesa, ahora las cosas son diferentes. Como te dije antes, yo no pienso hacerle daño a Camila, jamás, no soy tan malvado como para si quiera pensarlo —insistió Luis Ángel.
—Eso espero. Es la única hermana que tengo y sabes que ella… —hubo un momento de silencio— Camila es tan inocente, no quiero ni pensar en que alguien llegue y le haga daño.
—Amigo, te lo prometo, yo nunca jugaré con Camila —prometió Luis Ángel con voz segura.
—Gracias, ya me dejas más tranquilo —soltó Cristian.
Luis Ángel tomó los papeles de la mesa frente a él y se levantó del sillón:
—Debo de volver a la empresa, si quieres hablamos en la noche —dijo.
—Ah… bueno —aceptó Cristian.
Salieron del cuarto de estudio conversando de temas generales como siempre lo hacían. Vieron entrar a Neyret corriendo mientras lloraba, los dos la siguieron con la mirada.
—¿Qué le habrá pasado? —preguntó Cristian.
—Ni idea, seguramente es otra de sus crisis existenciales, está loca —Luis Ángel miró su reloj en su mano derecha—, debo de irme, ¡estoy retrasado!
Salió de la casa a grandes zancadas dejando a Cristian en medio del recibidor. Él no quería quedarse con la duda del por qué Neyret estaba llorando, así que subió a buscarla.
Tocó la puerta del cuarto de la joven, sabía que ella no le dejaría entrar, así que decidió hacerlo por su cuenta.
—¡Lárgate! —gritó Neyret volteando a verle.
—Oye, cálmate, solo me preocupó porque entraste corriendo de esa manera, ¿qué te sucedió? —explicó Cristian preocupado mientras se acercaba.
—A ti en realidad no te importa, déjame sola —Neyret se limpió las lágrimas, pero era en vano, volvían a salir otras.
—Claro que me interesa, por eso estoy aquí soportando el que me grites cuando sabes que detesto que lo hagan —se acercó a la cama de la muchacha y se sentó en ella.
—Si tanto te molesta, entonces vete, quiero estar sola —Neyret se sentó al lado del joven.
Cristian la abrazó y ella lo recibió aferrándose a él, soltó el llanto. Cristian comenzó a consolarla en silencio. A veces el mejor apoyo se da cuando no hay ninguna palabra en el aire, los actos hablan por sí solo, valen más que las simples palabras y promesas que se digan.
Cristian recordó en aquel momento los días en los que él era el hombro para Neyret, ella intentaba estar sola, pero él la abrazaba, de esa manera la joven se derrumbaba en llanto y él esperaba a que ella se desahogara. Nada había cambiado.
—Estoy cansada de todo —soltó Neyret agachada en el piso mientras su espalda estaba recostada a las barandas de su cama, Cristian se encontraba a su lado.
—¿Qué es todo?
—De mi vida, estar sola, que siempre sea una tonta que busca el que alguien esté a mi lado y a nadie le importa. Siento que no encajo en ningún lado, cuando intento comportarme bien… llega alguien y me dice que soy una absurda —Neyret volvió a soltar el llanto.
—Neyret, no estás sola, si fuera así yo no estaría aquí, a tu lado —refutó Cristian preocupado de los pensamientos de la joven.
—Eso no es cierto, yo solo te doy lástima, cuando cruces esa puerta volverás a tu vida y yo volveré a estar sola, como siempre —a Neyret se le formó un nudo en la garganta.
—No… Eso no es cierto, yo siempre me he interesado en ti, me preocupo de tu situación, el que estés así de depresiva. De verdad —Cristian volvió a abrazarla.
—Me siento muy sola, no quiero seguir así —soltó Neyret.
Cristian nunca creyó que Neyret estuviera tan destrozada, casi pidiendo a gritos que alguien se preocupara de ella. Notó en sus brazos algunas cicatrices que se veían a simple vista que ella las había producido.
Necesitaba buscar ayuda para ella, si seguía de esa manera no iba a durar mucho tiempo con ellos.
Luis Ángel estaba en la empresa saliendo de una reunión, a su lado iba su padre conversando con unos socios.
Sí, claro, estaremos allí, eso está más que seguro —informó su padre con una sonrisa desplegada en su rostro.
Los hombres se despidieron de Luis Ángel y Josef. Al quedar solos, el muchacho rodó la mirada a su padre.
—¿Por qué les dijiste que el fin de semana iremos a la cena?, papá, quedé con Camila que iríamos a una fiesta. Me habías prometido que podría tener este fin de semana para mí —se enojó el joven.
—Luis Ángel, el trabajo es primero, ya después podrás ir a todas las fiestas que desees con tu novia —su padre comenzó a caminar por el pasillo.
—Siempre me dices lo mismo, no cumples tu palabra. ¿No eras tú quien me dice que disfrute de mi vida?, solo lo que hago es estar detrás de ti, ya ni tengo vida social —se quejaba Luis Ángel detrás de su padre.
—Por favor Luis Ángel… No comiences, hablamos en la casa —el hombre entró a una oficina donde algunos de sus empleados los esperaban.
Luis Ángel estaba muy impotente, comenzaba a darse cuenta que a su padre solo le importaba el que lo siguiera sin replicar. Siempre lo evadía cuando quería reclamarle por no cumplir su palabra.
Luis Ángel se quedó en el marco de la puerta, el señor Josef volteó a verlo, estaba llamando la atención de todos los presentes.
—¿Qué haces?, entra, debemos de comenzar —ordenó su padre.
Al joven el corazón comenzaba a latirle con fuerza, tenía muchas ganas de desobedecer por primera vez a su padre, demostrarle que él tenía voz y voto.
—No. Habíamos quedado en un trato —se negó Luis Ángel.
—Luis Ángel, ahora no es el momento, entra —ordenó con severidad el hombre.
—No siempre haré lo que tú dices —Luis Ángel se dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección al ascensor.
—¡Luis Ángel! ¡Vuelve ahora! —gritó su padre.
Todos en la oficina hicieron silencio absoluto mientras se miraban las caras. Mientras, Luis Ángel entró al ascensor, su celular sonaba una y otra vez, era su padre. Sus manos se encontraban temblorosas por la adrenalina que corría por su cuerpo. ¿Qué estaba haciendo?, una parte de él le decía que hacía muy mal al desobedecer a aquella figura paterna, pero después se encontraba con otro pensamiento que le decía “debes de enseñarle a tu padre que no siempre él tiene la razón”.