El misterioso hombre de ojos azules

1543 Words
Martha Me despierto con el molesto sonido de la alarma de mi celular, interrumpiendo mi sueño y trayéndome de vuelta a la realidad. Me siento en la cama, frotándome los ojos mientras observo la foto que descansa en mi mesa de noche. En ella estamos Orlando, mis hijas y yo. Es una imagen llena de alegría y amor, pero también me trae una profunda sensación de melancolía. Hoy se cumplen quince años desde que Orlando partió de este mundo. A veces parece que fue ayer cuando lo perdí, y otras veces siento como si hubiera pasado una eternidad. El tiempo es curioso de esa manera, jugando con nuestras percepciones y haciendo que los recuerdos se entrelacen con la realidad. Recuerdo claramente el día en que Orlando se fue, cuando su cuerpo no aguantó la cirugía del bypass gástrico. Nos dejó solas, a mis dos pequeñas hijas y a mí, con mil inseguridades y miedos. Fue un golpe devastador, una pérdida que me dejó desorientada y llena de preguntas sin respuesta, pero también fue el punto de partida para un largo camino de crecimiento y fortaleza. Durante nuestro matrimonio, tuve que soportar tantas cosas. Las infidelidades, los malos tratos..., fue un camino lleno de altibajos y dolor, y llegó un momento en que tuve que tomar la decisión de no volver a pasar por eso. No puedo permitir que ningún hombre vuelva a tratarme de esa manera, a dañar mi corazón y mi confianza. Es cierto que a veces he sentido la necesidad de darme otra oportunidad en el amor, de abrir mi corazón a alguien nuevo, pero la huella dejada por Orlando es profunda, y lleva consigo una carga de temores y desconfianza. No quiero repetir los errores del pasado, ni permitir que alguien más me lastime de esa manera. Hoy, en este día que marca quince años sin Orlando a mi lado, me tomo un momento para recordarlo. Agradezco los momentos felices que compartimos, pero también reconozco los obstáculos que superé y la fuerza que encontré dentro de mí. Soy una mujer valiente y resiliente, y estoy determinada a vivir una vida plena y sin compromisos tóxicos. Miro una vez más la foto, besando suavemente el dedo en el que solía llevar mi sortija de casada y tocando el rostro de Orlando en el vidrio que protege a la foto. Le susurro al viento las palabras que nunca le dije en vida y continúo mi día. —Buenos días, mami —me saluda Sofi cuando nos sentamos a desayunar juntas. Sofi trabaja medio tiempo en el local de Café Bustamante en donde yo también trabajaba, pero ella debe hacer un trabajo de la universidad que le requerirá tomarse todo el día, así que se quedará en casa, y yo la reemplazaré en la caja. —Buenos días, cariño —le respondo, dándole un sorbo a la taza de café. —¿Todo bien? —pregunta ella, y es que, siendo consciente de que hoy es el aniversario de fallecimiento de su padre, quiere saber cómo me siento. —Todo bien, mi niña, igual que todos los días —le aseguro, esbozando una sonrisa cariñosa —. ¿Y tú? ¿Cómo estás? —Bien, supongo —responde ella, encogiéndose de hombros. Sofi estaba muy pequeña cuando su padre falleció, así que ni siquiera tiene muchos recuerdos con él —. Hoy...hoy papá está cumpliendo quince años de haber fallecido, ¿no? —Sí. Lo está —respondo, y ella asiente mientras toma el tenedor para empezar a degustar sus huevos revueltos con espinaca. —Y...¿estás bien? Sonrío y suelto mi tenedor para acariciarle la mano que ha dejado descansando sobre la mesa. Entiendo que mi hija se preocupe por cómo me siento en un día como este, que nos recuerda un hecho muy triste. —Gracias por preocuparte, cariño. En realidad, me siento bien. Han pasado quince años desde que tu padre nos dejó, y aunque su ausencia siempre estará presente, hemos aprendido a seguir adelante y encontrar la felicidad en nuestras vidas. —Entiendo, má, pero sé que este día debe ser difícil para ti. Quiero que sepas que estoy aquí para ti, siempre. Oh, mi dulce niña..., no sé qué haría sin ella. —Eres tan dulce, Sofi —le beso el dorso de la mano —. Realmente aprecio tu amor y apoyo, pero debes saber que hemos construido una vida hermosa a pesar de la ausencia de tu papá. Hemos encontrado fuerza en nosotras mismas y en nuestro amor mutuo. Es normal extrañar a tu padre y recordarlo en momentos especiales como este; todos tenemos nuestras propias formas de lidiar con la pérdida, y para mí, encuentro consuelo en recordar los momentos felices que compartimos juntos y en ver cómo hemos crecido y encontrado la felicidad después de su partida. —Entiendo lo que dices, mamá. Me alegra verte feliz y orgullosa de que hayamos podido salir adelante, las tres —me sonríe de esa manera tan tierna y llena de luz. Sofi apenas tiene 19 años, pero todavía parece una niña inocente —. Aunque papá no esté físicamente con nosotras, sé que nos guía desde algún lugar. —Así es, mi amor. Papá siempre estará en nuestros corazones y en nuestros recuerdos. Nos ha dejado un legado de amor y fuerza, y estoy segura de que está orgulloso de lo que hemos logrado. Sofi y yo nos abrazamos, como siempre encontrando consuelo la una en la otra. Es una lástima que con Daniela yo no haya tenido una conexión así, ya que ella desde pequeña más bien fue un poco fría, y no le gustaban los abrazos ni las palabras bonitas, y solo vino a cambiar gracias a Fernando, el hombre que la enamoró perdidamente. Una hora después, llego al local de la importante marca de café colombiano que es propiedad de la familia de mi yerno y tomo mi lugar detrás de la caja registradora. Hace meses que no desempeño este trabajo, ya que desde que fui ascendida a administradora del local, he estado mayormente en la oficina encargándome de las tareas administrativas. A medida que comienzo a tomar los pedidos y servir las bebidas cuando los demás empleados no dan abasto, me doy cuenta de lo gratificante que es volver a estar en contacto directo con los clientes. Ver sus rostros iluminarse cuando les entrego su café favorito o escuchar sus historias mientras esperan en la fila me llena de alegría. El trabajo en el café se vuelve cada vez más arduo a medida que el día avanza y el local se llena de clientes. Estoy tan concentrada en hacer el arqueo de caja antes de que termine mi turno, que ni siquiera puedo levantar la vista y mirar a los clientes a los ojos. De repente, una voz imponente, con un acento distinto al colombiano, rompe mi concentración y llama mi atención. —Un expresso y un croissant, per favore. Reconozco al instante el inconfundible acento italiano. Mis ojos se encuentran con los del dueño de esa voz, y me veo inmediatamente cautivada por esos ojos de un profundo color azul cielo. Es como si esos ojos tuvieran el poder de hipnotizarme en un instante. No puedo evitar sentir una extraña conexión con este cliente italiano. Me pregunto cómo es posible que unos ojos puedan ejercer tal poder sobre mí. Sin embargo, en este breve encuentro visual, siento que algo se despierta en mi interior. Me esfuerzo por mantener la calma y la compostura, pero por dentro mi corazón late con fuerza. No puedo apartar la mirada de esos ojos, que parecen contener un mundo de historias y emociones. En este momento, me doy cuenta de que algo ha cambiado en mí. La monotonía de mi vida parece haber sido interrumpida por la presencia de este cliente misterioso. Mientras sostengo la mirada con este misterioso hombre de ojos azules, noto cómo él también parece impactado al verme, y es así como una burbuja invisible se forma entre nosotros, como si el mundo exterior desapareciera y solo existiéramos él y yo. Es una sensación que no había experimentado desde mi juventud, cuando las emociones eran intensas y llenas de descubrimientos. Me sorprendo al darme cuenta de que, a pesar de los años y las experiencias vividas, ese sentimiento de mariposas en el estómago vuelve a aparecer en mi interior. Siempre creí que esa sensación era exclusiva de las adolescentes enamoradas, pero aquí estoy, sintiendo ese cosquilleo familiar al ver a este hombre atractivo con su piel bronceada y sus rasgos inconfundiblemente italianos. Creo que ya he visto a este hombre en algún lado, pero no recuerdo en dónde... Mis manos tiemblan ligeramente mientras preparo su pedido, y trato de ocultar mi nerviosismo. Aunque una parte de mí está emocionada por lo que este encuentro pueda significar, también siento cierta aprehensión. Después de todo lo que he vivido, he aprendido a ser cautelosa y a protegerme, pero en este instante, mientras lo observo de reojo, sé que algo ha cambiado en mí. Este hombre desconocido ha despertado algo que creía olvidado, y no puedo evitar preguntarme qué deparará el destino y si esta conexión fugaz se convertirá en algo más profundo y significativo.
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