Massimo —¿Qué? ¡Nadie deja en visto a Massimo Mancini! —exclamo, mirando con asombro los dos chulitos azules, y Luciano suelta una risotada. Confieso que la reacción de Martha me toma por sorpresa. Estoy acostumbrado a que las mujeres se muestren más...receptivas ante mí, por no decir “lanzadas”. Desde muy joven, siendo todavía un preadolescente, me acostumbré a que las mujeres estuvieran tras de mí como perritos falderos. ¿Y cómo no? Si yo era de la nobleza italiana, millonario y muy atractivo. Yo ni siquiera tenía que buscar a alguna mujer para divertirme; ellas me buscaban a mí, pero Martha parece ser diferente, y eso me resulta intrigante y a la vez desafiante. Pasé horas esperando su respuesta. Creí que simplemente no me respondía por estar ocupada en el trabajo, pero ahora que