CAMILLE
En cuanto salí de esa maldita casa, me sentí liberada. Corrí sin mirar atrás, como si mi vida fuera a terminar, si no escapaba lo suficientemente lejos. Además, no tenía la certeza de si Daniel me venía siguiendo o había mandado a alguien a seguirme.
Por suerte, cuando logré detenerme, debido a la falta de aire en mis pulmones y al cansancio en mis piernas, un taxi pasó a mi lado. Lo detuve, aunque en ese momento, ni siquiera recordaba que no llevaba dinero para pagar y mucho menos tenía a dónde ir.
Una vez que subí, le agradecí al chofer. Avanzó un par de metros y enseguida preguntó hacia dónde ir, pero no pude hablar. En ese momento me derrumbé, frente a un desconocido, el cual seguramente no me conocía o no le importaba lo que me estuviera pasando.
No quise hacerlo frente a
