Capitulo I

2744 Words
La gira había llegado a su fin. Durante seis largos meses Liam había recorrido más de cuarenta países interpretando sus hits musicales en los auditorios más grandes de cada continente, y aún así quedaban pequeños para todos los fans del célebre cantante. Para celebrar su éxito, varios amigos y familiares de Liam habían organizado una colosal fiesta en uno de los locales nocturnos más prestigioso de Madrid sin embargo, el aclamado artista se hallaba en la azotea del mencionado lugar sentado en el borde del techo con sus pies colgando en el vacío y un cigarrillo entre sus labios, observando la ciudad española con un ápice de envidia hacia la sencilla vida de los ciudadanos que paseaban por las calles bajo el abrigo de la noche. Desde muy pequeño Liam deseaba convertirse en el artista que ya era, o al menos era lo que declaraba en sus entrevistas, la verdad era que nunca sintió interés por la música, sólo cumplía con el capricho de sus padres. Detestaba con vehemencia ver su rostro en las r************* o en algún programa de farándula. Liam se había convertido en el centro del espectáculo no sólo por su talento, también por amoríos efímeros, supuestos fraudes delinquidos, el uso de sustancias ilícitas y, finalmente, un fortuito accidente que casi acaba con la vida del cantante. Su representante y demás conocidos se negaron a ofrecer detalles a la prensa acerca del aquel infortunio. En un abrir y cerrar de ojos su vida se había tornado en un circo y él era el payaso. Ofreció a su cigarrillo la última calada y lo lanzó hacía el vacío. Liberó de su boca el humo, mientras seguía con su mirada castaña la caída de la colilla hasta el suelo. La altura desde donde se encontraba era formidable. El corazón de Liam palpitaba presurosamente cada vez que se percataba que una caída implicaba una muerte segura. Sentía temor no de la posibilidad de resbalar y caer, sino de que ésta posibilidad no lo estremecía. Su deleznable conciencia manipulaba su mente con simulacros en los que un sólo tropiezo lo guiaría por el mismo trayecto que la colilla hizo y lejos de atemorizarse, Liam disfrutaba esa cruel imagen. Posó sus manos en el borde, con la voz del diablo susurrando a su oído. Un suave empujón, y su vida de plástico terminaría en un final aparentemente trágico. -Liam. –Pronunció Ferrán quien se aparecía en la azotea, ajeno a las intenciones suicidas de su representado. La voz del diablo se silencio vertiginosamente y el cantante regresó a lo que llamaba vida. Volvió la cabeza para mirar a su representante sin expresar emoción. -Creí que te habías ido. –Volvió a hablar Ferrán. -¿Qué haces aquí? -Necesitaba respirar un poco de aire fresco. –Dijo Liam. Su representante se acercó hasta donde él estaba y se posó en la orilla para apreciar la altura del lugar. Alternó su mirada hacia el joven artista y el lejano asfalto. Ferrán era la única persona en la vida de Liam que sí se interesaba por él. Su relación era más fraternal que laboral. -Deberías marcharte al hotel. Mañana será un día muy largo. –Liam suspiró con hastío. -¿Podrías posponer la grabación del videoclip? La gira ha sido extenuante y me gustaría descansar. -Lo sé, Liam, pero no es mi decisión hacerlo. -Tú eres mi representante… -Pero sigo órdenes de tu padre. –Articuló Ferrán, él sólo era la fachada con la que disfrazaban las ayudas que Liam había obtenido para conseguir la fama. Liam suspiró nuevamente y se levantó del borde. -Estoy cansado de vivir la vida que mi padre diseñó para mí. –Expresó el artista antes de bajarse, al pasar a un lado de Ferrán éste palmeó su hombro en compresión.            Regresó a la fiesta con el mismo desanimó, dispuesto a beber cuantas cervezas pudiera sentado frente a la barra de servicios, escuchando sus propias canciones, las que aborrecía. Eran melodías estruendosas y letras vacías que inspiraban al consumo de alcohol, drogas y sexo, letras que él no componía. Sintió una mano que se posaba en su espalda y no demoró en ver a un chico de facciones afrodescendiente que se sentó a un lado de él. -Por fin te encuentro. –Dijo Phil. -¿Qué haces? -Embriagándome. –Respondió Liam levantando la que sería su tercera cerveza. -¿Quieres una? -No, gracias. –Dijo el recién llegado, sacando una pequeña bolsa de su bolsillo la cual tenía en su interior polvo blanco. –Prefiero esto. –Liam no pudo evitar sonreír.            Bajaron cerca de diez pisos en el ascensor hasta llegar a las afueras del edificio en donde había aparcado un auto deportivo de color rojo, Phil se subió en la parte del conductor, dejando a Liam de copiloto. El hombre de piel oscura volvió a sacar la bolsa y se la extendió a su amigo éste le abrió un orificio tan grande para esparcir el contenido blanco sobre el panel del vehículo. Sacó su billetera y de ella extrajo una tarjeta de crédito con la que separó en líneas delgadas el polvo, haciendo dos hileras. Aún con la billetera en su mano, sacó un billete que enrolló para poder esnifar la cocaína. Primero una hilera con su fosa nasal derecha, cuando la sustancia ingresó a su cuerpo, Liam se reclinó en su asiento cerrando los ojos ante la formidable sensación que percibía, podía jurar que sentía cómo la cocaína se colaba en su sangre y viajaba por todo su ser. Cuando se recompuso, se dispuso a esnifar la segunda hilera de polvo blanco esta vez con su fosa nasal izquierda percibiendo la misma sensación que lo hizo golpear con su puño el tablero del vehículo. Phil, viéndolo, se carcajeó y encendió el motor de auto. -¿A dónde vamos? –Indagó Liam, recuperándose. -A que nos consientan. –Respondió el conductor.            A pesar de las altas horas nocturnas, la capital de España seguía activa. Aún había personas en las calles, mayormente jóvenes, aunque también se distinguían algunos adultos. Vio un chico que supuso era de su misma edad entrando a un cine, cruzándose con otras personas que hacían lo propio o por lo contrario, salían. Se preguntaba qué se sentiría ver una película en un lugar público rodeado de desconocidos y comiendo palomitas, pasando de desapercibido entre la multitud. Su padre, Harry Mount, era un empresario de la hostelería con mucho reconocimiento a nivel mundial y su madre, Lauren Wiegman era jueza de la suprema corte de Estados Unidos e incluso se había postulado como candidata de un puesto en la gobernación de estados, por lo que Liam nunca supo qué era pasar de desapercibido, siempre estuvo bajo las cámaras de reporteros y fotógrafos. Pensó que cuando creciera sería diferente, pero se equivocó. Lejos de tener privacidad, se sentía más público que nunca.            El auto se detuvo a las afueras de un local cuyo letrero brillaba con intensidad “strip club” se leía. Phil lanzó una de sus manos a la parte posterior del vehículo y tomó una gorra negra y anteojos del mismo color que le entregó a Liam. Aborrecía tener que disfrazarse cada vez que salía a las calles para no ser reconocido por sus aduladores o para escabullirse del ojo meticuloso de los paparazzi. En cuanto estuvo fuera del vehículo, Liam no levantó la cabeza en ningún momento y caminó lo más rápido posible hasta entrar en el club que afortunadamente tenía una luz tenue a favor del ambiente sensual del sitio. Los demás comensales (hombres todos) estaban tan distraídos con las mujeres que bailaban en tubos que no se tomaron la molestia de mirar a sus alrededores. Se aproximaron uno detrás del otro a una de las mesas libres y no tardaron en ser atendidos por una camarera cuyo atuendo enseñaba más de lo que cubría, ambos pidieron vodka mientras veían a las mujeres haciendo su show. Phil les lanzaba billetes y vociferaba piropos, Liam sólo se limitaba a ver sumergido en un mar de indiferencia al que ya estaba acostumbrado. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que una mujer supo llamar su atención. Descubrió con gran desilusión que el amor sincero e incondicional del que presumen las novelas era imposible de encontrar porque ninguna de las mujeres con las que alguna vez salió sintió por él lo que él sintió por ellas, todas estuvieron tan cegadas por su fortuna y su fama que no pudieron ver al hombre herido y derrotado que pedía ayuda escondido detrás de tanta riqueza, ese hombre seguía allí, perdido en lo más recóndito de un alma oscura. -Iré a conocerla. –Dijo Phil señalando a una de las bailarinas. Vio a su amigo acercarse a la chica y los siguió con la mirada hasta que se perdieron en uno de los pasillos que conducían a las habitaciones privadas. Cuando volvió su mirada, la tarima en la que bailaba la acompañante de Phil, ya había sido ocupada. Terminó el contenido de su vaso en un trago y señaló a la camarera para que le repitieran el pedido, pese a que la mujer que complacía su mirada era atractiva no haría más que verla, Liam no solía acostarse con trabajadoras sexuales. A fin de cuentas, los hombres pagaban para poder violarlas.  Trató de mantener su cabeza inclinada para no ser reconocido por la camarera que lo veía con énfasis mientras que rellenaba de nuevo su vaso. -Sé quién eres y tranquilo no armaré un alboroto. –Dijo la chica con un particular acento extranjero. Liam levantó la mirada para verla atraves de sus anteojos negros: era rubia de ojos azules y su rostro estaba adornado por una sutil sonrisa. -¿De dónde eres? –Preguntó Liam en un murmuró. -Rusia. –Abrevió la rubia, luego se marchó.            Durante toda la noche, Liam no hizo más que seguir a la camarera con su mirada, ella jugó su juego y tampoco le apartaba un ojo de encima, una mirada pícara que siempre estaba acompañada de una sonrisa igual de maliciosa. No habían vuelto a cruzar palabras puesto que el cliente se limitó a sólo dos vasos de vodka, el licor lo hacía perder el control con facilidad más aún si lo mezclaba con cocaína. Se había prometido dejar el vicio, pero era suficiente vivir un día de su vida para volver a consumir, no sólo cocaína o vodka sino cualquier sustancia que lo alejara por segundos de la realidad. Sus padres eran conscientes de ello y si lo incitaban a que lo dejara era porque temían que su fama se arruinara por culpa de sus adicciones, era un Elton Jhon de los tiempos modernos. Cuando el club anunció que cerraría las puertas, Liam se vio obligado a salir, con Phil a su lado apestando a licor y cigarro, pese a su estado de ebriedad sería él quien conduciría al cantante poco le importaba las consecuencias de eso. En el exterior, la capital de España ya se había apagado, las tiendas y otros sitios habían cerrado, y la fluencia de autos era casi inexistente. Escuchó fuertes pisadas contra el pavimento, tacones que resonaban justo a sus espaldas, volvió la vista para descubrir que la camarera rubia los seguía. Había cambiado su revelador uniforme por un abrigo que llegaba un poco más abajo de las rodillas. -¿He olvidado algo en el club? -Sí. –Dijo afirmando con la cabeza. –A mí. (…)            La primera en entrar fue la camarera que supo Liam se llamaba Irina, ojeó la ostentosa suite en la que se alojaba, sus ojos zafíreos se perdieron en la sublime luna llena que se dejaba ver atraves de una ventana de cristal que casi abarcaba toda una pared en la sala principal que era iluminada tenuemente por su brillo plateado. Irina se volteó hacia Liam quien se había quedado en la entrada tras cerrar la puerta, y empezó por quitarse el abrigo que cayó a sus pies dejando al descubierto un pequeño shorts y una blusa con escote pronunciado, Liam se quitó la gorra y la puso sobre el buró más cercano, hizo lo propio con los anteojos aunque esta vez los dejó caer al suelo mientras se acercaba a Irina, tomó su mano y la haló a él uniéndola a su cuerpo. La camarera rodeó su cuello con sus brazos y acercó sus labios a los de Liam, rozándolos con delicadez, quiso atraparlos en un beso, sin embargo, el cantante bajó su boca a su cuello besándolo con determinación, erizando la piel de la rusa y explorando todo su cuerpo con sus manos. La llevó hasta el dormitorio donde se acostaron sobre una cama grande cubierta de sábanas frías y follaron por horas, alcanzando el clímax en más de una ocasión. El cantante no esperaba más de ella, tampoco le haría creer que él estaba dispuesto a darle más que una noche de sexo, y deseaba que Irina no se hubiese hecho ilusiones.              En cuanto terminaron, Liam se levantó de la cama, buscó un interior en su equipaje y se cubrió, mientras que Irina, aún acostada y sintiendo los placeres del orgasmo abandonar su cuerpo, lo veía acercarse a uno de los tantos bolsos que estaban esparcido en todas partes. Lo agarró para luego sentarse en el borde inferior de la cama ofreciéndole la espalda, a pesar de la poca luz que entraba por las ventanas, Irina podía ver en su piel pequeñas gotas de sudor deslizarse. Liam husmeó cada bolsillo de su bolso hasta encontrar un fajo de dinero del que se adueñó, se volvió hacia su invitada y se lo extendió. -No soy prostituta. –Dijo Irina con el ceño fruncido. -Sé que no lo eres, y no te estoy pagando por el sexo sino para comprar tu silencio. –Explicó Liam con voz ronca. -¿Crees que iré por ahí comentándolo? –Preguntó la rusa molesta. -Te sorprendería cuántas mujeres lo han hecho. -No soy como ellas. No me interesa estar en el ojo de la fama, mucho menos dar entrevistas de con quién follo. -Te sorprendería cuántas mujeres me dijeron lo mismo. –Replicó Liam dejando el fajo de billetes sobre las sábanas. Irina sonrió amargamente, se levantó de la cama dejando su cuerpo desnudo al descubierto y caminando hasta el cuarto de baño en donde se encerró. Liam salió de la habitación y se aproximó a la cocina deseoso de una bebida que deleitara su paladar, buscó en los cajones de la misma encontrando un ron añejado que no dudó en abrir, luego de servirse una exagerada cantidad caminó a la sala de estar y se dejó caer sobre el sillón en forma de “L”, estiró su brazo hasta la mesita en la que reposaba el control remoto y encendió la televisión. Bebió un trago de ron, mientras cambiaba canal tras canal sin ver nada que le interesara aunque no pudo ignorar a la mujer de cabello castaño y ojos tan oscuros como una noche sin luna que se había adueñado de casi todos los canales, uno tras otro reflejaba su rostro. Rendido ante la curiosidad se detuvo en su noticia: “La modelo y actriz, Greta Stone, cancela su compromiso con el actor Reece Parker” se leía en el titular del programa. Liam recordaba cuando hace tan sólo meses atrás ambos actores también acaparaban los medios al anunciar su compromiso, se sorprendió al leer en el siguiente titular que su ruptura se daría por una supuesta infidelidad de la actriz, fue ella quien le había pedido matrimonio en televisión en vivo. Los creía la pareja perfecta, siempre mostrándose felices en r************* y alfombras rojas, por mucho tiempo envidió esa relación, deseando tener algo similar, amar y ser amado era todo lo que Liam le pedía a la vida, aunque juzgando por la noticia esa relación que tanto envidiaba fue algo que tuvo en muchas oportunidades, un amor de plástico. Oyó la puerta de la habitación abrirse, volvió su mirada y vio a Irina saliendo de allí, vestida con las mismas prendas, notando en su rostro lo descontenta que estaba. Siguió con la mirada su presuroso andar hasta la puerta de la entrada, antes de abrirla, la camarera se giró y arrojó el fajo de billetes que cayó a un lado de él sobre el sillón y sin más, se marchó.
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