La mujer pronunció estas palabras con tal ansiedad, que nos convenció. —¿Es cierto, Barrymore? —Sí, sir Henry, palabra por palabra. —Bien, no puedo censurarlo por haber permanecido del lado de su mujer; olvide lo que le dije. Vayan ustedes dos a su habitación y ya hablaremos de este asunto por la mañana. Cuando se hubieron ido, volvimos a mirar por la ventana. Sir Henry abrió de par en par y el frío viento de la noche nos dio de lleno en el rostro. A lo lejos, en la oscura distancia, seguía brillando el diminuto punto de luz amarilla. —Me pregunto cómo se atreve —dijo sir Henry. —Tal vez está tan bien emplazado, que sólo se ve desde aquí. —Es muy posible. ¿A qué distancia cree usted que se encuentra? —Creo que hacia el Cleft Tor [52] . —A no más de una milla o dos. —Apenas eso.