—Si no se las llegó a poner, ¿por qué las sacó para que se las limpiasen? —Eran unas botas marrones y nunca se las había abrillantado. Por eso las saqué. —Así pues, al llegar ayer a Londres, ¿salió inmediatamente a comprar un par de botas? —Hice bastantes compras. Aquí, el doctor Mortimer, fue conmigo. Verá usted: si he de convertirme en señor de mi casa señorial en Denvonshire, debo vestir de acuerdo con mi rango, y posiblemente me he vuelto un poco descuidado en el Oeste. Entre otras cosas, compré esas botas marrones (pagué diez dólares por ellas) y me han robado una, incluso antes de estrenarlas. —El robo de una bota parece ser algo inútil —dijo Sherlock Holmes—. Le confieso que soy de la opinión del doctor Mortimer de que no tardará en aparecer la bota perdida. —Y ahora, caballero