Every thing I thought I’d learned.
Goes out the window.
All I want is one thing.
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(Sparks — Hillary Duff)
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Leslie
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—Creo que ha quedado bien —murmuré con las manos en la cadera, mirando con atención aquella pequeña hamaca que había colgado en el rincón junto a la ventana. Sería un lugar agradable para sentarme a leer un rato. No sería la mejor vista; después de todo, mi ventana daba hacia la rudimentaria cancha de fútbol del barrio, pero como fuese, me encargaría de darle vida a ese espacio.
Miré entonces a mi alrededor, y pensé que ya casi lo había logrado. Los tonos tierra y blancos que había elegido proporcionaban calma y hacían que el reducido espacio se viera un poco más amplio. El estilo bohemio siempre había sido mi favorito; jamás había podido decorar el apartamento de Mahushu así porque Kyle decía que no le gustaba la "basura de hippies".
—Es toda una bendición que no estés aquí ahora —murmuré con satisfacción al ver el apartamento. Era solo mío. Era pequeño y rentado, sí; pero era solo mío y solo yo decidía.
Vi el mueble separador con el que dividí el espacio entre la cocina y el resto del salón y pensé una vez más que las plantas le daban un toque precioso a todo. Solo restaban las luces y tendría mi lugar soñado… Dublín se estaba volviendo mi lugar soñado.
Aquella sentencia era surreal aún, considerando lo asustada que había estado al bajarme del avión y saberme sola, por primera vez en mi vida. Pero poco a poco todo parecía mejorar y, sobre todo, parecía pintar bien para el futuro.
El sonido de mi teléfono me hizo sonreír y recordar lo mejor de todas las maravillas que había descubierto en Irlanda. Tomé el aparato y me lancé sobre mi nueva hamaca para atender la llamada. Era Logan, por supuesto.
—¿Ya estás dormida? —preguntó en tono burlón tan pronto como se abrió la línea. Sonreí y sacudí la cabeza.
—No. Pero tan pronto me dé una ducha… Lo estaré. Estoy muy cansada.
—¿La hamaca te dio una buena batalla, eh? —Sonreí al oír su tono de superioridad. Él sabía lo que había estado haciendo, nos habíamos escrito un par de horas antes… De hecho, nos habíamos escrito a diario luego de la boda.
—Nada que no pudiera resolver —respondí con seguridad, aunque dando un respingo asustado cuando la cuerda crujió en su amarre. Me puse de pie y decidí pasarme al sofá, pensando que nada sería más vergonzoso que dejarle oír cómo caía redonda sobre el suelo si llegaba a desplomarse aquella cosa.
—Bien por ti, entonces. Tendrás que mostrarme cómo quedó todo luego.
Me sonrojé al pensar en Logan, siendo la superestrella multimillonaria que era, en mi humilde departamento hippie. Su tono parecía de simple y despreocupada amabilidad, pero como todo lo que conversábamos, tenía un peso particular.
—Sí, cuando esté listo podemos hacerlo —respondí en un murmullo que él respondió con un "Esperaré pacientemente" que fácil podía traducirse a un "Sé que un día estaré ahí contigo". Él tenía el poder de hacer que todo se cargara de electricidad.
Estuvimos hablando un rato. Él había tenido que viajar a Los Ángeles de nuevo; después de todo, su trabajo, su vida entera, estaba en Estados Unidos. Dublín era solo su hogar de infancia, nada más que una parada vacacional. Me pareció surreal oírle hablar sobre entrevistas para programas de televisión y sesiones de grabación para la nueva colaboración que saldría pronto, pero esa era su vida. Yo estaba a unas horas de irme a la cama para asistir a mi trabajo como secretaria, y él debía cumplir con el glamour de la vida de un rockstar.
Un ruido mecánico al fondo de la línea y una voz radiofónica distorsionada llamaron mi atención.
—¿Qué es eso? —pregunté confundida.
—Es que estoy a punto de abordar un avión. Sheyla me llamó; parece que hubo un error en el estudio; perdieron la grabación que hice antier, así que debo ir a regrabar. Es… es jodido caos. Esto retrasará todo.
—Oh… Ya veo. Que mal. Espero que logren resolverlo —murmuré por lo bajo.
Él siguió hablando, dándome más detalles de todo el problema que había en el estudio, pero yo ya no estaba escuchando gran cosa. La tristeza, por absurda que supiera que era, me estaba ganando.
—Leslie, ya debo irme. Descansa, nena. Te escribiré mañana.
—Igual tú. Adiós —susurré, dejando el teléfono a un lado.
Respiré profundo y traté de decirme que no había motivos para sentirme mal. Logan y yo apenas nos conocíamos. Solo le había mencionado una vez mi cumpleaños, en aquella primera conversación en su auto. No podía culparlo por no recordarlo, pero no podía evitar sentirme triste.
Pese a todo lo que le había dicho, pese a todas las razones que yo tenía para no querer relacionarme con ningún hombre… No podía negar el sentimiento que crecía un poco más cada día por Logan. Sin mencionar que desde la boda de su hermano, todo había cambiado.
Ocurrió mientras bailábamos. Él me había sacado en medio de lo que solo podría llamarse un baile grupal y desapasionado. Durante el apogeo de la fiesta, luego de que todos salieran a la pista, él había estado insistiendo, pero yo me negaba, pero después de que el mismo Luke fuese arrastrado por Lauren y Gina, otra de las madrinas, supe que ya no había escapatoria. Todo había estado bien. Reíamos y nos divertíamos en grupo, pero la música se tornó más lenta de pronto, y, no supe cómo, terminé en sus brazos.
Me sostuvo pegada a su cuerpo durante solo una canción, que hubiese deseado que fuese eterna. Me hizo girar como si flotáramos en una nube, y el roce de sus manos sobre mi espalda me derritió, de un modo que no había experimentado antes. Estar abrazada a él era una experiencia única. Todo brillaba como diamantes cuando estábamos cerca, todo se sintió mágico, y de pronto me vi resistiendo las ganas de besarlo. ¡Yo, besando a Logan Callaghan! Una locura. Pero en ese momento supe que había perdido. Él había dejado claras sus intenciones, y aunque yo creí que podría resistirlo, descubrí que no tenía ningún chance.
Con Logan ya no solo se trataba de su encanto, que ya de por sí era casi imparable, sino que ahora sabía lo que se sentía tenerle cerca, lo que era sentir el calor de su cuerpo, su olor y su cálido aliento cuando se inclinaba para susurrarme algo al oído. No supe hasta qué punto lo hizo a propósito o cuánto fue solo naturalidad, pero como fuese mi cuerpo reaccionó y tomó su decisión... Me gustaba Logan, de todas las formas en las que podía gustarme. Y la idea de resistirme a eso parecía un chiste.
«Pero debes intentarlo», me dije levantándome para ir a darme una ducha. Era muy pronto para enamorarme de alguien; no debía dejar de repetírmelo.
***
Al día siguiente, llegué a la oficina muy temprano, como de costumbre. Annabelle ya estaba ahí, pero no hizo mucho más que dedicarme un saludo distante antes de seguir con el papeleo que tenía en frente. Tomé asiento y no le presté atención al hecho de que no me diera ni siquiera unas felicitaciones por cortesía. No podía culparla; era probable que nadie en la oficina supiera que era mi cumpleaños.
Pasó una hora y poco a poco fue llegando más personal, pero nadie lo mencionaba. Todas las chicas me saludaban con el entusiasmo habitual… uno normalmente apagado. Aquel silencioso recibimiento era un nuevo recordatorio de que estaba sola. No tenía a mi familia desde hacía años, pero al menos había estado rodeada de gente amable que, de cierto modo, se convirtieron en mis amigos y en mi refugio cuando la convivencia con Kyle se tornaba demasiado oscura para tolerarla por mi cuenta.
«Pero aquí estoy realmente sola», me dije en parte como un recordatorio derrotista, y en parte como la constatación de un hecho al que tenía que hacerle frente. No quedaba de otra.
Pero entonces, con la sincronización de la trama de alguna comedia romántica hollywoodense, la campanilla del elevador sonó, anunciando una nueva llegada y todo el gran salón de la oficina se llenó de jadeos de sorpresa y varios "aawh" que recorrían el lugar como en una ola.
Alcé la mirada y abrí los ojos de par en par al ver el gigantesco ramo de girasoles y globos amarillos, envueltos en papel de seda también amarillo. Aquella cosa descomunal que parecía tener pies propios, ya que tapaban por completo el torso del mensajero, avanzaba por el corredor central hasta detenerse frente a mi escritorio.
—¿Señorita Mackenzie? —preguntó una voz masculina detrás del ramo.
—Soy yo —respondí con voz contenida. El rostro del chico apareció a un costado del ramo para mirarme.
—¿Leslie Mackenzie?
—Sí, soy yo —repetí, un tanto divertida por la urgencia en la voz del jovencito, y entonces, cuando él se reincorporó, se escuchó un golpe sordo y este fue seguido por una explosión que arrojó confeti dorado y purpurina a lo largo y ancho del escritorio.
«Esto tiene que ser una broma». Sonreí y me llevé la mano a la boca, sabiendo perfectamente quién estaba detrás de todo eso… Y cayendo un poco más en sus manos por ello.
—Me pidieron asegurarme bien de que era usted antes de lanzar la purpurina —dijo el chico, desviando la mirada por mi superficie de trabajo. Era un desastre, podía ver que él había estado en lo cierto, pero me encantaba.
Me acercó la libreta de entregas y se fue tan pronto la firme, y entonces tuve una nube de mujeres cubriéndome.
—¿Es tu cumpleaños? —preguntó alguien.
—¿Tienes un enamorado? —preguntó una de las chicas con un tono de ofensiva sorpresa.
—¿Quién las envía? —preguntó Annabelle, que tampoco había podido contenerse de ir a ver qué estaba pasando.
Sonreí y tomé la tarjeta, la única cosa de aquel arreglo que no era amarilla. Su rojo carmín resaltaba con intensidad entre los girasoles. No tenía nombre, solo estaba mi nombre en una hermosa caligrafía en blanco.
—¿Qué pasa aquí? —La voz del señor Callaghan alarmó a todos, que se voltearon a mirarle. Él estaba de pie frente a la multitud, con su maletín en la mano, esperando a que le dieran paso.
—Es que alguien ha enviado flores a Leslie, señor. Y no sabemos quién ha sido.
El hombre arqueó una ceja y, esforzándose para contener una sonrisa, miró con atención cada detalle en aquel ramo.
—Bueno… Yo me arriesgaría a decir que se trata de un enamorado. —Sus ojos dieron con la superficie cubierta por purpurina dorada, incluyendo todos los documentos que tenía enfrente y el ordenador—. Uno muy entusiasta, por lo que veo.
Esta vez su sonrisa fue más evidente. Me sonrojé al instante. Si él no sabía que se trataba de su hijo, de seguro no se le hizo muy difícil deducirlo y eso me provocó un poco de vergüenza.
—En cualquier caso, ese no es nuestro problema. Lavan a trabajar y dejen a la señorita Mackenzie en paz.
Todos empezaron a alejarse en medio de risas y refunfuños hasta que solo quedaron él y Annabelle, que se creyó que las órdenes dadas no la incluían a ella.
El señor Callaghan se acercó un poco más; tenía los labios apretados, la escena le causaba mucha gracia, era obvio.
—Feliz cumpleaños, Leslie —dijo en tono amable, dejando una pequeña caja de bombones sobre el escritorio.
—Muchas gracias, señor Callaghan. —Me sentía realmente conmovida; no me había esperado un regalo de su parte, pero tampoco me sorprendía; él era un hombre muy atento y de buena educación, y en la boda de su hijo había sido mucho más amable conmigo.
Levantó una mano y pasó el dedo por la superficie del monitor, riendo en silencio. Parecía divertido por la ocurrencia de su hijo, pero no mencionó nada más al respecto.
—Suerte con esto.
Annabelle lo miró sorprendida. Quizás había esperado que me llamaran la atención y se vio decepcionada cuando nuestro jefe solo se alejó sonriendo.
—Debes limpiar esto rápido. Da un mal aspecto. —Me dijo antes de alejarse también.
«Yo pienso que se ve hermoso», pensé divertida. Era casi la representación de mi sueño más alocado. Una lluvia de purpurina.
Abrí la tarjeta y sonreí al ver la nota que estaba en la cara izquierda de esta. No era una felicitación, no era un "con cariño, Logan", no. Era algo mucho más provocador.
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¿Quieres jugar conmigo?
Si decides aceptar el reto. En esta tarjeta encontrarás un mapa con una decena de acertijos complejos que deberás resolver con ingenio y valentía para llegar a tu destino.
Si crees ser capaz de lograrlo… Te espero hoy a las 5:00 p.m.
Que la suerte siempre te acompañe.
Logan.
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Casi no podía contener mi sonrisa, mucho menos los latidos de mi corazón mientras desplegaba la hoja pegada a la cara derecha de la tarjeta. Pero al ver el contenido, ya no pude evitar soltar una carcajada.
El mapa de supuestos acertijos complejos que requerirían de toda mi inteligencia para resolver consistía en un croquis bastante claro que marcaba con una gruesa línea roja la ruta que debía seguir y, al final de esta línea, una gran equis con el rótulo en gaélico: Ceann-uidhe.
—Destino… —Sonreí—. Eres un tonto, Logan Callaghan —susurré, cerrando la tarjeta y tocando uno de los girasoles.
Lo cierto era que, por muy divertido y gracioso que fuese, aquel era el gesto más hermoso que alguien me había tenido conmigo en años. Había dejado sus asuntos pendientes en Los Ángeles para estar conmigo el día de mi cumpleaños. ¿Qué podía ser más hermoso que eso? Y sabía que le había dicho que el amarillo era mi color favorito, pero intentaba recordar cuándo le había dicho que los girasoles eran mis flores favoritas también, y no daba con la respuesta, pero sabía que no podía ser coincidencia.
Me puse de pie con intención de buscar algo para sacudir al menos el ordenador, y vi la hora en el reloj principal. Suspiré; aún faltaban ocho horas para verle, pero ya me estaba muriendo de los nervios, y comprendí, justo como había pasado en la mañana, que todas mis advertencias se estaban esfumando, estaba enamorándome de él. Pero me obligué a no pensar en eso, porque en ese momento los miedos que sentía no eran tan fuertes como el deseo de verlo y, con suerte, volver a estar entre sus brazos.