El hombre intenta besarme mientras yo forcejeo por quitarmelo de encima. —¡Deja de hacerte la difícil! ¿¡No era esto lo que querías!? —exclamó con enojo. —¡NO QUIERO, SUÉLTAME! —le grité mientras dos lágrimas recorrían mis mejillas. Reúno todas mis fuerzas y le doy un rodillazo en sus partes para luego empujarlo. Afortunadamente el ascensor llega al piso al que me dirijo y salgo rápidamente de este. El ascensor nuevamente se cierra mientras el hombre aún dentro se quejaba del dolor tirado el suelo de la cabina. Pongo mi mano en mi pecho mientras intento calmar mi propia respiración. Nuevamente respiro profundo y empiezo a caminar hasta que me encuentro con una mujer y decido preguntarle en dónde queda la sala de juntas. La mujer parece reconocerme y con nerviosismo me dice que al fina