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Mi dulce esposa

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Blurb

Leonel Sagan está por casarse con Sasha, pero Savannah Rose no se lo pondrá fácil, ella lo ama con locura, y decide impedir la boda provocando que sus vidas colapsen en un terremoto de pasión, Savannah salva a Leonel cuando su vida peligra, así el hombre es obligado a casarse con Savannah Rose en un matrimonio por contrato para salvar su mala reputación, pero para lograr el amor de Leonel, Savannah deberá luchar contra viento y marea, confiando en que nacieron para estar juntos.

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Capítulo I: Secuestrado por una loca
Subió a su auto Roll-Royce ghost, vestía un esmoquin blanco inmaculado, en su pecho izquierdo se adornaba el botonier, era una gardenia. Los flashes de las cámaras dispararon contra él, sonrió tímido, pero feliz. Subió de prisa para no responder a las preguntas necias de los reporteros. Estaba tranquilo, dichoso de unir su vida a Sasha Stevens, ella era una mujer hermosa y una talentosa actriz. Llevaban tres años juntos en una caótica relación tan pública que los fanáticos padecían un sentimiento ambivalente por ellos. La boda sería en Malvarrosa, el lugar donde él nació. Leonel Sagan era un aclamado cantante; millonario, guapo, con una carrera artística de larga data, que comenzó a los doce años, hasta ahora que tenía treinta y tres años cumplidos. El chófer manejó rápido, Leonel admiró su reloj, faltaba un cuarto para las seis de la tarde, estaba a tiempo. El conductor viró por una calle, provocando que perdieran a los fastidiosos reporteros, respiró aliviado. Pensó en que la fiesta sería magnífica, deseaba beber una copa de buen vino, bailar y cantar, ver a todos sus amigos dichosos por su boda. Excepto por su madre, que nunca había gustado de Sasha, y es que la señora Carlota no quería a cualquiera, amaba a su hijo, y Sasha no era suficiente para él, en su opinión «Si mi madre y Sasha se llevaran mejor mi felicidad sería completa» pensó con añoranza, luego sonrió, sabiendo que era un hombre afortunado, tenía todo lo que un hombre de su edad anhelaba; dinero, éxito, poder y belleza. No podía desear más. El auto se detuvo al lado del muelle, se mostró desconcertado —¿Qué hacemos aquí? —frunció las cejas —Recibí un mensaje de que era una sorpresa. Leonel sonrió, bajó del auto, creyó que Sasha le tenía un regalo. Un hombre vestido de marinero le pidió subir al yate que estaba ahí, era lujoso y subió sin dudar. Reparó en que llegaría tarde a la ceremonia, pero ¿Quién comenzaría una boda sin los novios? Siguió adelante. El marinero encendió el motor del yate y avanzó por el mar Mediterráneo, que daba nombre al país donde Leonel nació. Los cielos se nublaron, un viento soplaba, llegaron a la pequeña isla de Alba, era un compendio de islotes, pero Alba era la única habitada por cuarenta habitantes, Leonel la conocía, de niño sus padres lo llevaban a comer ahí, o a vacacionar, se sorprendió de verla tan solitaria, intuyó que los pobladores se habían cansado del lugar y se habían marchado a la Malvarrosa, pero algo lo inquietaba, el silencio del lugar, cuando descendió en el muelle, buscó a Sasha, pero no encontró nada. —Debo irme, con su permiso, que pase una buena tarde —dijo el marinero con una sonrisa rara, Leonel sintió un pesar, como si de pronto creyera que algo estaba mal, dio media vuelta y la encontró frente a él; no era Sasha. Era una jovencita, de cabellos rubios y lacios, de ojos color avellanas y brillantes que le miraban de una forma tan extraña, sonreía efusiva, llevaba un vestido rosa largo, en sus manos sostenía una flor —Por fin llegaste. La cotidianidad de su voz le provocó un escalofrío, frunció el ceño, confundido —Perdón, ¿Nos conocemos? —Siempre —dijo muy segura —¿Es una broma de Sasha? ¿Dónde está? —Ella no está —espetó la joven con la mirada triste—. ¿No me reconoces? —No —dijo con extrañeza, volviendo su mirada al yate que se iba —¡Somos almas gemelas! Nos amaremos por siempre —Leonel la miró aturdido, pero se largó a reír, ante la mirada irresoluta de la joven —¿Qué dices? ¡Es una jodida broma! ¿Dónde está la cámara? —miró a todos lados sin respuestas, ella negó y por fin se puso serio—. ¡Oye, niña! Yo debería estar en mi boda. —No irás, jamás permitiré que te cases con una mujer que no te ama. Leonel abrió bien los ojos, su corazón palpitó con fuerza, tuvo temor por primera vez, intentó gritar y correr a detener el yate, pero no tuvo éxito, iba lejos para volver —¡¿Qué has hecho, condenada loca?! —exclamó con dureza, sosteniendo su brazo con fuerza, pero ella se lanzó a sus brazos —¡Oh, Leonel ochenta y uno, te amo tanto! —Leonel estaba enrojecido, luchaba por arrancar de sus brazos a aquella chiquilla loca, era más fuerte de lo que creía, porque se afanaba a su cuerpo con furia, incluso a pesar de ser delgada, Leonel no era un hombre violento, llegó a desesperarlo y tuvo que empujarla, cayó a la arena, se preocupó creyendo que la había lastimado, pero ella se levantó de inmediato —¿¡Quien demonios eres? —exclamó con ojos enormes —Soy Savannah, soy el amor de tu vida. Leonel negó, miró al cielo, un trueno cimbró el lugar y un relámpago iluminó —¡Maldita seas, acabas de arruinar el mejor día de mi vida!, viene una gran tormenta, ¡Por eso no hay nadie! —gritó sorprendido—. Han huido para evitar la catástrofe —repuso preocupado. La lluvia cayó con fuerza, corrieron al norte, en busca de una pequeña cabaña que les protegiera de semejante temporal Leonel tomó su móvil, intentó llamar, pero no tuvo señal, cuando por fin una llamada atinó a entrar se apuró a responder, era su madre Carlota —¡¿Dónde estás?! —¡Madre! Escúchame… —Espera, Leonel, no vengas, no debes venir a la iglesia, ella no asistió, hizo una conferencia ¿Me oyes? Se retractó… —esas palabras se clavaron en Leonel, pero no supo si escuchó bien, la llamada se cortaba—. ¿Leonel? —¡Madre, ayúdame! ¡Estoy secuestrado! Escuchó un grito «¿¡Qué?!» pero la llamada se colgó. Savannah miraba a Leonel con intensidad, era el hombre más perfecto que ella había visto, alto, de hombros anchos, cuerpo atlético. Ojos grandes, profundos y azules como el cielo, piel blanca, cabello oscuro, nariz recta y un gesto tan sexy y salvaje que lo volvían irresistible. Sintiendo el escrutinio al que era víctima, la miró con desprecio. De verdad la odiaba en esos momentos, la lluvia continuaba y vientos horribles azotaban el lugar —Moriremos, y todo será tu culpa. —No temo a la muerte, sé que en cualquier vida nos encontraremos —dijo Savannah, Leonel alzó la vista, observándola con coraje, se puso de pie y se acercó levantándola —¡Si te encuentro en otra vida, te juro que te haré padecer por arruinarme está! —chilló con reproche, ella tenía una sonrisa suave, casi cínica, Leonel creyó que podía matarla, pero se contuvo, la miró bien, pensó que quizás estaba loca, aunque no estaba seguro. —¡Vamos, Leonel ochenta y uno, deja de ser tan frío, aquí podremos ser felices juntos! —exclamó —¿Leonel ochenta y uno? —preguntó con voz amarga —Sí, así te digo, es mi promesa de amor, de que incluso aunque tengas ochenta y un años yo te amaré igual —Leonel abrió los ojos sorprendidos, aquello era una frase que había dicho en su entrevista más famosa, donde hizo alusión a su temor a envejecer y a que nadie lo amara al cumplir esa edad. Savannah sonrió al mirarlo tan desconcertado, se abalanzó rodeando su cuello con sus manos, se paró de puntillas para alcanzar su rostro y besó sus labios. Lo tomó desprevenido, vulnerable, Leonel cerró los ojos sintiendo la suavidad de esos labios rosas. Era hombre después de todo, y aquella mujercita era hermosa

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