El bullicio de los niños llena el patio de juegos de la gran institución educativa, eran ya como las diez de la mañana y Mary Luz miraba como los niños trataban de trepar los muros de uno de los juegos.
— ¡Cuidado! — les dijo y les sonrió al verlos tan inquietos. Ella era la maestra tutora de quinto grado y esos niños eran realmente unas trombas marinas, que arrasaban con todo. Ella tenía que estar muy pendientes de esos diablillos para que no les pasara nada.
—Sebastián, ¿Estás bien? — Dejó lo que estaba haciendo y corrió hacia el niño que había caído y lo ayudó a levantar, mientras le habla le limpia la tierra que quedo en sus ropas— ¿Estás bien?
—Sí, profe — dijo entre risa de júbilo — ¡Me vio, fue genial, a que Pedro no lo puede hacer! — dijo emocionado.
—Espero, que ni se le ocurra — el niño de segundo, se había encaramado en una de las barras y a fuerza logro deslizarse sostenido por las manos. Se deslizó un largo trecho para luego caer aparatosamente contra el suelo acolchado por la arena para evitar los fuertes impactos de ellos— Vamos a ver a tus amigos.
Ella regresó a su lugar donde estaba revisando las obligaciones de sus estudiantes, y a la vez vigilaba a sus estudiantes jugar.
— ¿Siempre vamos a ir? — Le pedía Ana María la maestra del grado de primero que la sacó de sus pensamientos al llegar donde ella estaba.
—Sí, yo creo que sí — sonó la campaña que indica el ingreso nuevamente a clase. La joven maestra tomo en sus brazos sus libros que había llevado para corregir las tareas de los niños —No pienso hacer nada este fin de semana— respondió mientras ambas caminan a buscar sus respetivas aulas — ¿Puedo invitar a mí “novio”?
La carcajada de Ana María lleno el gran patio.
— ¡Claro que sí!, ¿Quién no ama al loco de Luis?
—Gracias, amiga — la miraba con sus hermosos ojos marrones muy oscuros tanto que podía decir que eran negros — ya le avisaste a Jenny.
Ana María sonrió complacida.
—Jennifer fue la que me mando a recordarte la cita — reían de la eficiencia de la compañera de trabajo. —Bueno entonces nos encontramos el próximo sábado — Ana María se fue riendo y moviendo las caderas como si bailara en el aire.
Mary Luz suspiró.
Le gustaría ser un poco como era Ana María, tan alegre y jovial, ella ya estaba cerca de los cuarenta, pero hacía travesuras como una de veinte alegrando al grupo de maestros de la gran institución. A diferencia de ella muy tímida y poco comunicativa, demasiado seria, decían sus compañeros de trabajo.
Terminó su jornada laboral, y se dedicó a arreglar el salón. Los niños salían una semana de descanso, lo cual estaba programado en el currículo de la institución, los maestros dedicaban a mejorar estrategia de enseñanzas o cuestiones educativas.
Recogió los libros y se dispuso a salir.
— Hasta la próxima semana — se despidió de José el guardia de la institución.
Camina muy lento por el gran pasillo que la lleva a la salida, hasta que una voz estridente la alcanzó.
— ¡Oye espérame! — Los gritos de Jennifer la detuvieron — ¿Cuál es tu afán? — le recriminó.
— ¡Voy tarde! — decía mientras se paraba en uno de los pies, con impaciencia. La miro y pensó «Ya viene con la charla». Siempre era la misma la polémica con su amada amiga. Se conocían desde la universidad, y realmente la amaba como a ninguna, pero amaba aún más a su engreído y antipático hermano.
Suspiro al verla más cerca.
— Ya sabes, voy al laboratorio a hacerme unos exámenes.
Jennifer la miro.
— ¡No seguirás con esa idea tan absurda! — Bramó Jenny poniendo los ojos en blanco — realmente lo tiene bien pensado y lo peor, lo vas a hacer.
La chica que cargaba sus libros simplemente suspiro.
—Sí, ya te dije que quiero tener un hijo — ahora ambas caminan hacia el vehículo de Jennifer — No quiero quedarme sola, y ahora puedo mantener un hijo, tengo todas las condiciones a mi favor y es lo que más deseo.
—Pero Mary, aún eres joven y podrías enamorarte y tenerlo de la manera tradicional— le argumentaba ella— además sería madre soltera, habiendo tantos hombres…
—Tengo ya veintiocho años y pronto dejaré de ser fértil, además… — miro otro lado de la calle — No creo poder enamorarme de alguien, ya sabes lo difícil que soy.
—Pero amiga, sí que eres exagerada… eres muy joven… — se interrumpió al ver venir a Luis — hablamos mañana, ¿Vale? Ahí viene el príncipe— dijo señalando con la boca y riendo.
Después de un corto saludo Jennifer los dejó. Mary Luz y Luis se marcharon caminando hasta la parada del autobús.
— ¿Siempre lo vas a hacer? — la incredulidad de Luis era notoria.
—Sí, siempre lo haré, seré madre soltera — reía al verlo perplejo.
— ¿No tienes miedo? — menea la cabeza de un lado a otro — ya sabes, no tienes ni idea de quién será su padre, o si tiene alguna enfermedad, no es como hacerlo con alguien que tú conoces.
—No quiero tener relaciones para tener a mi hijo —subieron a automotor — quiero mantenerme virgen, hasta después de tener a mi bebé. Después de una pausa para sentarse juntos ella continuó con la conversación.
—Además el lugar a donde vamos a ir es muy reconocido, tiene un banco muy amplio y también es sabido que ellos pasan exámenes rigurosos a los donantes, por ese lado nada debe preocuparnos — le da un golpe en su hombro — ¡Pronto seremos padres!
Él bufa, no es que este muy de acuerdo con esa idea.
— ¡En hora buena! — La miro arqueando una ceja con burla en los ojos— Eres bien rara — reía Luis, mirándola a los ojos ahora la miraba muy serio y solemne — Ya sabes que cuentas siempre conmigo.
Ella lo miro a los ojos y estos brillaron emocionados.
—Si ya lo sé— sonrió y recargo su cabeza en su hombro sintiéndose protegida. Suspiro pronto pondría en marcha su plan de ser madre, era lo que más anhelaba.
Los exámenes eran rigurosos, y le dieron el plan de fechas de las posibles inseminaciones, el costo era muy elevado, pero ella estaba decidida a cumplir sus sueños.
Mary Luz Vanegas fue hija única y muy joven había perdido a sus padres en un accidente automovilístico. Ella sabía en carne propia lo que era la soledad y no quería seguir viviéndola por más tiempo. Luego llego a la universidad donde conoció a Jennifer Montalbán y si hicieron amigas de verdad, era casi como una hermana la que nunca tuvo, su amiga le acompaño y quito un poco su soledad.
Mary Luz bajó del auto bus y camino hacia su apartamento. Entro y después de cambiarse las ropas de trabajo y colocarse unos pantalones cortos y una franelilla decidió arreglarlo. Tenía unas vacaciones corta las que pensaba aprovecharlas al máximo. Solo faltaba que su amiga le confirmara si la acompañaría a la inseminación. Ella quería contar con su apoyo y con el de Luis, era lo que más le importaba.
Se recostó en el gran sillón y cerró sus ojos y llego a su mente el día que lo conoció, Jesús Antonio Montalbán.
Él era arrogante y brusco de naturaleza, altos, elegante y unos ojos que la debilitaban. Su boca ella siempre la anhelaba. Suspiro al recordarlo.
Ella en esos momentos era una desgarbada joven de dieciocho años, enfermiza y muy pálida. Usaba unas gafas negras con aumento de marcos grande, realmente era fea, ría al recordar su pasado, de eso era ya diez años.
Estudio con mucho esfuerzo y anhelo.
Luego se inscribió en un gimnasio y por mucho tiempo se organizó, ya no era la niña tonta y nerviosa que él conoció, pero eso de nada valía, ella no permitiría que la volviera lastimar, aunque si era sincera ella fue la que se enamoró de él, él nunca se fijó en ella. Ni siquiera la vio como mujer.