Capítulo 2

1485 Words
Jennifer está hablando por teléfono desde el escritorio reluciente de su hermano y con los pies recargados sobre  él, hablaba muy ameno y feliz, eso era lo que Jesús Antonio Montalbán  vio al llegar a su oficina. La miro con el ceño fruncido, pero ella le hizo poco caso, era la única que no le temía. — ¡Baja los pies de mi escritorio! — la dureza del tono de voz habría paralizado a cualquiera de la gran casa,  pero no a ella, que tapando la bocina del teléfono lo miro y levantando una ceja le saco la lengua. —¡Aburrido! — Y como si estuviera sola continúa con la charla. Él al verla solo se limitó a sentarse en un gran mueble y  a contemplarla en silencio. Ella  es la mujer que más ama y en segundo lugar Lucía su novia, aunque no estaba muy seguro de amarla, como se ama a una mujer. Siente que les falta algo, pero aún no logra descubrir que es eso que falta. —Pero, amiga, sabes que no estoy de acuerdo con esa idea  — la escuchaba hablar y por el tono ella parecía preocupada o nerviosa, eso le llamó la atención y comenzó a prestar más atención a la conversación de su hermana. Mientras  él  revisaba unos documentos sin darle importancia. —No,  no. Me parece que estás apresurando las cosas — hizo silencio — ¡Claro que cuentas conmigo! Pero, no sería mejor buscar un amigo y pedirle ese “favorcito”  La carcajada y el tono de la voz maliciosa de su hermana lo distrajo de su trabajo, volviendo su atención a ella.  — Yo conozco al candidato ideal para el asunto — al terminar de decir estas palabras Jennifer miraba a su hermano de manera enigmática – rio y luego se puso muy sería— está bien, no te moleste conmigo, solo era una broma. Me llamas para ponernos de acuerdo, sabes que cuentas conmigo, te amo — colgó. El hombre la miró muy serio. —¿Qué fue todo eso? — Supuso Jesús Antonio al verla toda malhumorada. —¡Ah, que rabia! — Expresó y se encaminó a la puerta — ¡No tenía por qué ponerse así! —¿Quién?— él la miro muy serio —  ¡Habla! — dijo ya molesto por las pocas palabras de su hermana — ¿En qué lío te has metido? —No estoy metida en algún lío, ¿Por qué siempre piensas mal de mí? — lo miraba con enojo. —¿Por qué será? — se acercó a la puerta y    cerro para evitar que ella escapara y no le contara lo que le preocupaba — ¡Vamos escupe lo que te pasa! —¡Ah! ¡Qué pesado eres!, ¿Qué te crees? ¿Mi hermano mayor? — le dijo mientras se encaminaba al gran butacón, ella mejor que nadie que no saldría de ahí hasta contarle todo a  él, ya lo conocía, él nunca se quedaba con alguna duda. —Soy tu único hermano que tienes y para tu información soy el mayor — la miraba fijo desde la esquina del escritorio donde estaba recargado con los brazos cruzados— Cuenta, ¿Qué pasa y con quién hablabas? La joven resopló molesta. —Con Mary — su renuencia en su voz dejo claro que no quería contarle nada a él — es un asunto privado de ella. —¡Ah! La descocada de tu amiguita — dijo de mala gana. —¡Mary no es una descocada!, que a ti no te guste no significa que sea mala—  la defendió. Él suspiró al ver que su hermana se molestó por su cruel comentario. —¡No es que no me guste, ni que sea mala! — él suspiró impaciente – Pero,  si por ti fuera, hace mucho tiempo esa mujer sería mi esposa — le recriminó molesto— no creas que he olvidado tu afán por amarrarme a esa desgarbada y fea tabla de salvación. Jenny frunció el ceño al oírlo. Aun él no dejaba  el pasado, siempre se lo recordaba. Un  terrible error que ella cometió por su afán de emparejarlo. —¿Tabla de salvación? — lo miraba sin comprender. —Sí, tabla — con las manos le indicaba en el cuerpo de él, pasándolas  de arriba y abajo — nada por delante y nada por detrás, tan plana como una tabla — reía al ver a su hermana colorada de la rabia. —¿Sabes qué?—  Se levantó furiosa y se encaminó hacia la puerta — mi amiga se merece alguien mejor que tú para su proyecto, menos mal ella no está tan ciega como yo—  camino hacia la puerta —  y de entrada te rechazo. Con  su mano en el picaporte y lo miro enojada. — Siempre has sido despreciable con ella y no logro entender por qué— bajo la mirada triste — yo solo quería que su hijo fuera tuyo. Él se tensó al oírla. —¿Qué? — se levantó y alcanzándola y la hizo entrar nuevamente a la oficina — ¿Cómo que su hijo? ¿Cuándo se casó esa flacucha? Jennifer bajo la mirada en señal de derrota. —Ella no se ha casado y por lo visto nunca lo hará, y como se nota que no la has vuelto a ver  — se soltó de su agarre enfada y dolida con él. Ella lo mira fijamente antes de continuar con aquella acalorada conversación. —  J.A., yo solo quiera  que tú fueras el donante para la inseminación, no era necesario tener relaciones, no le verías a la cara—  suspiro vencida — pero a ella esa idea la enfado y mucho. —¿Tu amiga se va a inseminar? ¿No tiene un novio o alguien  para que no vaya a un lugar de esos? —  La miraba ahora intrigado, y «¿Por qué lo  había rechazado?»,   él pensaba que esa joven siempre estuvo enamorada de él—  y ¿Por qué no me quiere a mí? — Quería respuesta para  aquella pregunta. Ella  con enojo lo  miro  y con los ojos entrecerrados. — ¿Por qué será? Será porque te burlas de ella o porque la desprecias brutalmente—  suspiro—  mejor me voy, yo me comprometí a acompañarla al centro de donación, para que le fijen la fecha—  se acercó y lo beso en la mejilla —  Te amo. Jesús Antonio se quedó mirando la puerta por donde había salido su hermana y la tristeza de ella le llego muy hondo, si había algo que no le gustaba era verla triste.  De  borrarle toda tristeza  se encargó él, desde la muerte de sus padres cuando eran aún muy jóvenes.    Suspiro.   Se  acercó al teléfono y marco un número, debía seguir con sus planes, tal vez eso la alegraría un poco. Espero con paciencia y muy esperanzado. —Lucía,  mi amor, ¿Nos podemos ver dentro de una hora? — le decía con un brillo en los ojos —  si  quiero, hablar algo, muy importante, si también te quiero. Si la quería, aunque  realmente no sabía si la amaba, ella le importaba mucho. El   tema de un hijo  le había hecho recordar que él anhelaba tener uno propio y de acuerdo con lo que estuvo hablando con su novia, pronto sería el momento de ellos y de los hijos. Llego al restaurante de la  ciudad, uno  muy importante  y lujoso donde había reservado con anterioridad  una mesa, ese sería el día. Suspiró  nervioso y se sentó a esperar. La vio llegar era una mujer muy  hermosa, que atraía las miradas de todos los hombres y mujeres del lugar. Era  algo con lo que tenía que vivir, ella era una modelo muy famosa  y popular, como le gustaría que ella se retirara  de las pasarelas, pero no debía ser egoísta. —Hola, mi amor—  ella lo saludo y besó  en los labios y él respondió al saludo de cariño. Se sentó y ella miraba por todo el lugar, parecía de porcelana, hasta ese día no se había fijado en lo fría y sin emociones que reflejaba ser. Le tomo la mano y la besó con ternura y mirándola a los ojos comenzó nervioso la charla. —Lucía, ya tenemos  dos años de relación, y pienso que ya llegó el momento   para seguir al siguiente nivel — la miraba. Ella dejaba la copa de la que bebía un vino blanco, relamió sus labios con un gesto sensual. — ¿Sí? Quieres que sigamos al siguiente nivel —  su sonrisa perfecta se mostró enseguida. —Sí — suspiro y saco una cajita en  terciopelo n***o   de la chaqueta y la abrió y dejo ver un hermoso solitario, un  diamante enorme — Me gustaría que te casaras conmigo, ¿Aceptas ser mi esposa?— le sonrió.  
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