Desafiando la Gravedad [Libro II]

LIBRO II: CAPÍTULO 4- El regreso

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María Julia

(El día que se reencuentra con Robert)

Todo se salió de control, todo. De pronto sentí como si mi padre y yo hubiésemos salido de España como dos fugitivos refujiadonos de Jaz y tratando de que su malicia no nos alcanzara. La verdad, es que mi padre regresó a Puerto Vallarta con Sabina y yo a Nueva York con un dolor en el pecho y toda la confusión del mundo en la mente; dinero, todo es dinero y por primera vez mi padre no tiene mucho que ofrecer.

La verdad, es que mi padre consiguió que Sabina pudiese salir del país por unos meses más, pero para Septiembre, si ella no está de regreso en España, me la pueden quitar, acusarme de algo peor y llevar todas las de perder. Mi hija, tan pequeña, se ha vuelto en la pieza de ajedrez que Jaz está tratando de mover a su favor y yo me siento verdaderamente impotente, ¿soy una mala madre? ¡Cómo no lo vi venir!, ¡cómo no pude prevenirlo!

Llego a Nueva York con el alma en un hilo, pensando en lo que le diré a Robert, en como le diré que debo dejarlo porque Jaz también le puede hacer daño. Debo concentrarme en Sabina, no puedo concentrarme también en él, si la solución es alejarlo, aunque el corazón se me parta, debo hacerlo, no podría soportar perder al amor de mi vida y a mi hija al mismo tiempo, prefiero pasar todo al lado de un hombre que no amo pero con mi hija al lado, que lejos de ella con un hombre que me hace absolutamente feliz.

ROBERT

VOY PARA ALLÁ AHORA, PLEASE DON’T LEAVE.

Recibo el mensaje de Robert en medio de la sala mientras mi móvil se carga después de haberse quedado sin batería por días.

MARÍA JULIA

NO, AQUÍ TE ESPERO HOY NO IRÉ A TRABAJAR.

Respondo y no puedo evitar llorar mientras lo hago. Me duele, me duele mucho. Robert es el hombre perfecto para mí, el amor de mi vida, con el que me había imaginado pasar el resto de mis días y que yo sé ama a mi hija más que a la vida misma.

―Pero no puedo, no puedo― murmuro guardando la ropa en la maleta que estoy preparando.

Poncho se acerca a mí y frota su hocico sobre mi pantalón, le acaricio el cabeza― Sabina te extrañará mucho Poncho, le caes bien. Espero le hagas compañía a Robert por mucho tiempo, ¿si?, no te vayas a ir― le pido y de nuevo vuelvo a llorar ― me lo cuidas mucho, ¿vale?, lo animas y… ― de pronto recuerdo lo que pasó con él la última vez que sufrió algo así y suspiro.

Cierro la maleta y me siento sobre la cama. No quiero hacer esto, simplemente no puedo, ¿qué le diré a Robert?, sobre todo después de días lejos sin comunicarle nada, ¿con qué cara se lo comunicaré?

Me pongo de pie, tomo la maleta y bajo las escaleras para ir hacia la sala. Le diré a Robert que puede seguir viviendo aquí si quiere y que cuando consiga algo mejor puede irse, no quiero dejarlo sin casa al mismo tiempo, sería aún más cruel.

Me encuentro de pie frente a la puerta, jugando con el anillo de compromiso en mi mano, ese que me quité tan sólo aterricé en España, y veo con expectativa la puerta. En cualquier momento, en cualquier segundo, entrará ese hombre de ojos azules y yo tendré que darle una mala noticia. No sé cuánto tiempo pasa pero de pronto lo veo entrar con una sonrisa que hace todo más difícil.

―Amor― me dice cerrando la puerta.

―Robert― murmuro y en ese momento quiero salir corriendo a sus brazos y romper en llanto.

―Estar muy preocupado por ti. En días no mandar mensajes, no comunicar, nada, yo estar muy preocupado ― habla acercándose a mí y acaricia mi rostro.

―Robert― le hablo con una voz temblorosa.

―¿Qué pasa?, ¿qué es?, please Julie.

Sin poder evitarlo, comienzo a llorar jugando con el anillo de compromiso que me he puesto en el dedo. Me lo quito y sin mirar a los ojos se lo pongo sobre las manos.

―Robert― hablo.

―¿Qué significa esto? ― pregunta tomando el anillo de compromiso.

―No podemos vivir juntos, no podemos estar juntos― comunico y puedo ver como abre los ojos sorprendido.

―What?

―Robert…― trato de decir, pero las palabras no me salen tan bien como yo quería ― lo siento, ya no puedo seguir aquí.

―¿Qué?― insiste una vez más―Julie.

―Lo siento Robert, es por tu bien― le digo a duras penas y acaricio su rostro ― lo siento, lo siento mucho.

―No, Julie…― responde y me toma del brazo para que no salga ―sólo explícame.

No le digo nada, simplemente me zafo del brazo y camino hacia la puerta sin mirar atrás.

―Dijiste que mi corazón estaba a salvo contigo ― escucho su voz haciendo que esas palabras me calen hondo.

―Y lo está Robert, créeme que lo está ― respondo.

Arrastrando la maleta salgo del piso y camino lo más rápido que puedo hacia el elevador pero en lugar de eso tomo las escaleras para salir corriendo de ahí. No puedo, no puedo ver esto, no sé lo que estoy haciendo. Corro a toda velocidad escaleras abajo y cuando por fin llego al recibidor, salgo por la puerta para quedarme de pie sobre la acera.

Noto a todos a mi alrededor, a los carros pasar, el sol del próximo verano que se aproxima y de pronto me llega como un golpe en todo el cuerpo las palabras que mi padre me dijo en la playa “se astuta, como siempre has sido, no te dejes llevar por lo evidente”.

―Mi tierra exótica ― digo viendo la ciudad ― los deseos se cumplen, ¿por qué voy a renunciar a mis deseos? ― comienzo a filosofar y de pronto niego con la cabeza ― No, no puedo, no quiero, no puedo… no.

Me doy la vuelta para volver a entrar por el recibidor y subir de nuevo al loft, cuando las puertas del elevador se abren y veo a Robert saliendo de ahí con el móvil en las manos y poniéndose el saco. Nuestras miradas se cruzan y yo sin pensarlo más voy hacia él y lo abrazo con todas mis fuerzas dejándome llevar.

―No puedo, no puedo, perdóname― hablo rompiendo en llanto― lo siento, no puedo…lo siento mucho mi amor.

―Tranquila, gringo no se va, ¿recuerdas?, no importa lo que pase, no importa lo que sea, Robert no se va, se queda aquí contigo, a desafiar gravedad, a conquistar el mundo― recita a mi oído, mientras yo continuo llorando como nunca antes lo había hecho en la vida.