—Albert —le digo en voz baja apenas un susurro. Me siento terrible por delatarlo, pero si me ordena, no hay forma de resistirme a decírselo de todos modos. Sus ojos se cristalizan y sé que se ha conectado mentalmente con alguien. Probablemente con mi padre. —¿Qué tan mal te duele? —Es, uhh, bastante mal. No podía dormir e intenté ignorarlo, pero seguía empeorando. —¿Por qué no me despertaste? —No quería molestarte. No hay mucho que puedas hacer para detenerlo, aparte de decirme que tome la otra medicina que me hará sentir mal —le digo mientras él va al congelador a buscar una bolsa de hielo para mí. Se acerca y me levanta para sentarme en la encimera y coloca la bolsa de hielo en mi dedo. —Está muy hinchado —comenta. Está a punto de decir algo más cuando nos interrumpe un golpe en la