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—Hay un dormitorio allí —me dice, señalando hacia una puerta fuera de la sala de estar—, ahí es donde mi esposa y yo y nuestros dos hijos más jóvenes dormimos. Por ese pasillo está el cuarto de mis suegros y luego el cuarto de los niños. Los hijos del medio duermen allí. Los chicos mayores prefieren dormir en los sofás. —¿No hay una chimenea? —le pregunto, mirando alrededor. —No —me dice—. No pudimos permitírnosla cuando construimos aquí. Pero nos va bien. Tenemos muchas mantas. —Voy a ayudarlos a todos —le digo, mirándolo a los ojos—. No sé exactamente cómo, pero las cosas mejorarán. —Eres más parecido a tu padre de lo que te das cuenta, niña —me dice con una pequeña sonrisa—. Algunas de las casas que pasamos necesitan reparaciones serias. Necesitan mucha ayuda. —Considerado hecho —l