Entro en la tienda de la modista y Candice me saluda. Su mamá es la dueña del lugar y fuimos a la escuela juntas. Aunque no éramos cercanas, siempre fue amable. —Hola, señora. ¿En qué puedo ayudarle? —me pregunta y me detengo, confundida por sus palabras. —Candice, soy yo —le digo confundida por qué actúa así. Me mira e inclina ligeramente la cabeza. —Lo siento, ¿nos conocemos? Doy un paso adelante, a punto de decirle que no es gracioso, cuando veo mi reflejo en un espejo. Me había olvidado de cómo luzco ahora. —Oh, eh... Soy solo yo, Molly —le digo encogiéndome de hombros, cruzando mis brazos protectoramente alrededor de mí—. Ehm... ahora tengo mi loba. Cambió un poco mi apariencia. Puedo ver reconocimiento en su rostro al darse cuenta, y ella se levanta emocionada, acercándose a m