—¿Por qué le mentiste? Tú me salvaste.
—Eras solo una niñita escondida en un árbol caído —me dice, sus ojos llenos de compasión, mientras se sienta al pie de la cama—. No me gustaba que él estuviera matando a los chicos, pero no podía entregar a una niña pequeña, especialmente una de la que ni siquiera sabíamos.
—¿Ayudaste a matar a mis hermanos? —pregunto, temiendo la respuesta.
—No, traté de convencerlo de que no lo hiciera —dice, apretando mi mano—. No lo ayudé, pero tampoco lo detuve. Los asesinatos de los chicos siempre me han atormentado. No estoy orgulloso de las elecciones que hice en ese entonces.
—Papá, fue mi culpa —susurro, sintiéndome aplastada por la culpa.
—Molly, no lo fue. Nada fue culpa tuya —dice, moviéndose para sentarse a mi lado en la cabecera de la cama. Toma su
