Narra Bianca: —Suéltame, bastardo. ¿A dónde crees que me podría ir? Si el ascensor está cerrado, no tengo escapatoria. —No confío en ti, chiquilla. Además, no voy a correr riesgos. Bajamos hasta el estacionamiento en el ascensor principal del edificio, sin que GianMarco me suelte su agarre en mi brazo izquierdo. Trato de zafarme, pero no lo logro. Cuando las puertas se abren, me arrastra hasta uno de los autos de la familia. Está encendido y en el interior ya alguien está en el asiento del conductor. Los cristales son oscuros, blindados y el estilo es de todo terreno. De un empujón, me lanza al interior del mismo y se agacha para atarme las manos con unas bridas para cables. —Pero… ¿Qué estás haciendo? — chillo, colérica. Entiendo que quieran vengarse, que estén molestos, pero vamo