Narra Fabián: Unos nudillos tocan con brío la puerta de caoba de mi oficina y levanto la mirada impasible, preguntándome quién tendrá la osadía de irrumpir con semejante estruendo mi calmada mañana, sobretodo cuando es sabido que nadie entra a mi despacho si yo no lo requiero. Así que, asumo debe ser alguien de la familia, probablemente Alba, mi querida esposa, pero descarto la idea al instante, ya que ella no suele venir aquí, dado que difícilmente hablamos más de lo necesario. —Adelante — digo con voz queda, sin alterarme y sin elevar el tono de mi voz. Es usual que me sienta hastiado del mundo, de hecho, ese es mi estado natural desde que tengo uso de razón, sin embargo, la actitud de muchos no hace si no aumentar esta sensación tan repulsiva hacia la gente en general. Así que espe