Estoy hipnotizada por la mirada lujuriosa con la que Alexander me ve, me siento hermosa, deseable. Jamás me he sentido tan viva. Trato de ignorar la poca cordura que aún me queda, pero es persistente, muy persistente. La voz ronca de mi jefe hace que me concentre solo en él por un instante. —Deja tus brazos allí, ¿Entendido? —dice con la voz ronca y solo consigue prenderme más. Toma mis senos con ambas manos y los aprieta fuertemente causando un dolor que se vuelve placentero al sentir su boca chupando y mordiendo mis pezones, su boca sube por mi clavícula hasta mi cuello dónde se encarga de repartir besos que me desesperan sin más, trato de mover la mano de verdad que lo intento, vuelve a descender por mi cuerpo y lo detengo cuando está a punto de meter su lengua allí abajo. —Te dije q