Mi Alfa

Capítulo 6

Mi lobo se encontraba herido, así que debía ir al lugar en el que se sintiera más seguro. Pero no tenía ningún lugar seguro.

Leyna se adentro al bosque, buscando un lugar en el cuál permanecer hasta que su dolor pasará. Nadie podía ver lo indefensos que nos encontrábamos.

Una cueva fue lo más cercano que encontramos para protegernos.

El dolor debía pasar pronto, eramos alfa, por eso nada de esto debía afectarnos, pero no fue así.

—Lo siento, Leyna— susurré.

—¡No¡— se rehúso a escucharme, la conexión era inestable, así que pronto se cerró.

Su dolor era mi dolor y en serio que está herida no sanaría fácilmente.

En un punto el dolor me hizo perder el conocimiento y permanecí indefenso dentro de esa cueva.

Cuando volví a cobrar conciencia ya me encontraba en mi habitación, bajo los cuidados de Louisa.

—Que bien, despertaste— ella me miró con una sonrisa, mientras ponía un trapo frío sobre mi frente.

—Yo...— trate de hablar, pero ella no me lo permitió.

—Lo se, no hay necesidad de que me expliques lo que sucedió. Rudolf ya me lo contó todo.

—Ese humano— mire en otra dirección. —No deja de molestarme.

—Bueno, todos estábamos preocupados porque no estabas en ningún sitio. El chico nos contó sobre su discusión y comenzamos a buscarte, si que fuiste muy idiota al refugiarte en esa cueva.

Yo permanecí callado, no tenía nada que opinar al respecto.

—Avisare a tu madre que despertaste, él debe estar realmente preocupado por ti— Louisa se puso de pie y salió de la habitación.

Minutos después mi madre entro a la habitación, casi corriendo —Que bueno que despertaste— Me miró con un rostro de preocupación —No sabes cuánto estuve preocupado por ti, pero me alegra que ya estés mejor.

Rápidamente me abalance a él y le di un abrazo, en seguida las lágrimas comenzaron a desbordarse —Yo cometí un error— susurré —Leyna ya no está.

Mi madre correspondió a mi abrazo y comenzó a dar pequeñas palmaditas en mi espalda —Ella está herida ahora. Necesita tiempo para que se recupere. Su dolor es diferente al tuyo en estos momentos.

—Yo no debí hacer eso— susurré.

—Fue tu decisión, no te sentías cómodo con él. Aunque ciertamente el siente algo por ti, fuiste muy presipitado.

—Yo lo se— susurré y me gire en dirección a la pared.

—No te mortifiques por eso— el se levantó de la silla en la que se habia acomodado —Estoy seguro que la diosa luna entenderá la situación y te emparejara con alguien más— salió y cerró la puerta.

Yo solo seguí derramando lágrimas, el dolor aún me inundaba y en serio me arrepentía por haberlo obligado a romper nuestro lazo.

(...)

En el mundo existen ocho grandes manadas. Mi madre solia contarnos el como logro unirlas. Cada manada tenia su propia bendición o tenía lo que ellos consideraban como bendición.

La manada de lobos negros del norte consideraba como bendición al lobo más fuerte, un guerrero capaz de proteger a su manada del resto. La manada de lobos blancos del sur consideraba al lobo más sabio, capaz de guiar por un buen camino a la manada. La manada de lobos grises del oeste consideraba al lobo valiente, capaz de hacer lo que fuera por su manada. La manada de Louisa, una manada compuesta por expulsados y rechazados, lobos que no eran capaces de defenderse y que la única bendición que podían tener era la de la fertilidad.

Mi madre, al haber pertenecido a la manada de Louisa, tomo esos ideales. Mi madre fue la bendición de esa manada y logro dar a luz a dos cachorros.

Esa bendición no le servía de mucho en esta manada. La manada de lobos negros del norte tenia que tener a lobos fuertes, lobos como Beatriza.

Crecimos educados a los ideales de la manada de lobos negros. Mi padre es el Alfa de la manada, así que su primogénito tiene el derecho de sucederlo una vez el primogénito cumpla la edad adecuada para hacerlo.

Beatriza y yo fuimos entrenados como alfas. Nosotros seremos los siguientes líderes, así que necesitamos ser fuertes para poder liderar y proteger a la manada.

Aunque mi hermana siempre fue mejor y más fuerte que yo, permanecí a su sombra, algo que realmente no me molestaba, permaneciendo a la sombra de mi hermana yo no sería el centro de atención de los demás y podría ser capaz de llevar una vida tranquila y normal.

Mi vida era normal, tranquila y pacífica. Hasta que el día que nuestro lobo apareció en nuestra primera transformación.

El ritual de enlazamiento con nuestro lobo tenía que llevarse el primer día de luna llena, al nosotros cumplir la madurez. La diosa luna nos entregaría a nuestro lobo, este lobo se encargaría de guiarnos y protegernos.

Las mujeres reciben un lobo hembra y los hombres reciben un lobo macho. Siempre ha sido así desde el principio.

Realmente estaba emocionado por recibir, al fin, a mi lobo. Me imaginaba como sería, fuerte, poderoso, un alfa dominante. Digno del hijo del Alfa.

Pero yo portaba la bendición de mi madre, el lobo hembra se me dió por ser hijo de un lobo hembra.

Estaba desconcertado y confundido. Pero pronto entendí a lo que mi madre se refería y trate de aceptar a Leyna.

Leyna se convirtió en mi loba y nos fortalecimos juntos. Pronto olvide que mi loba solo me hacía ser débil. Entendí que la diosa hacia lo mejor para nosotros.

Cuando pasan once meses de tu enlazamiento con tu lobo, la diosa decide darte un Mate, este es una pareja para toda la vida. Tu lobo lo siente desde lejos y el aroma que este desprende se vuelve único y especial. Nadie más se atraviesa en tu vista porque solo lo miras a él. Su aroma trata de enloquecerte, trata de decirte que tienes que marcarlo como tú pertenecía.

Leyna supo que el humano era nuestro Mate. Trate de aceptarlo, pero pronto las inseguridades y temores se apoderaron de mi. Aún tenía rabia por haber sido yo el lobo Hembra. Aún no podía aceptar que la diosa luna me entregara a un humano como Mate. Sentía celos de mi hermana. Sentía que mi mundo se despironaba. No quería ser yo un lobo débil y con la capacidad de tener cachorros.

Entonces no me quedo más que rechazar mi naturaleza, rechazar a mi Mate para evitar el destino que se me había entregado.