Volvimos a casa y enseguida me puse a cocinar el ciervo que había casado, mi padre me enseñó como hacerlo, así que yo le enseñaría a mi querido novio.
Ambos cocinamos y cuando terminamos limpiamos el desastre y nos sentamos a comer —Es delicioso— Rudolf me miro y sonrió.
—También fue tu trabajo, debo felicitarte— sonreí y comí un bocado.
—No, Cariño. Si tú no hubieras cazado el ciervo y me hubieras enseñado a cocinarlo, no habría acordado delicioso.
—Tienes razón— solté una risita y enseguida me apresure a comer.
—¿Qué haremos después?— Pregunto en una sonrisa.
Yo lo mire y trague el último bocado. —No lo sé— me puse de pie y camine hacia donde el se encontraba. Tome su mentón y lo hice mirarme —¿Hace cuánto que no estamos a solas tu y yo?— me acerque a sus labios y lo bese.
—Eso fue porque tú decidiste huir de mi— susurró y en seguida se puso de pie, me tomo la cintura y se acercó nuevamente a mis labios, depositando un beso salvaje.
—Lo hice, solo tome medidas necesarias— me aferre a su cuello y libere mi aroma.
—Como sea— tomo mis muslos y me cargo —No planeo dejarte ir ahora que te conseguí— camino hacia las escaleras y mientras caminaba su aroma salía en ligeros toques.
—Creo que mi celo se acerca— susurre y me oculte en su cuello, haciendo una mordida.
—Valla, ¿Qué deberíamos hacer? ¿Ir a la cabaña?
—Tómame aquí y ahora— lo mire a los ojos, sus ojos eran color sangre, lo cual indicaba que sus instintos comenzaban a salir. Sonreí y también cedi un poco a Leyna.
—Como órdenes, mi alfa— susurró y se apresuró a llegar a la habitación, en la cuál me recostó en la cama y enseguida se desprendió de su playera.
Mis ojos se llenaron de lujuria al verlo desnudo, su cuerpo era perfecto y era solo para mí.
También me desprendi de mi ropa y en seguida el comenzó a besar cada parte de mi cuerpo.
—No lo aguanto más— me senté sobre su regaso y envolvi su cuello con mis manos y me hundí en su pecho, inhalando el dulce aroma que emanaba de él. —Sostenme— susurré.
El infundió su cuerpo al mío. El acto de dos amantes destinados a estar juntos. Su suave tacto, sus dulces besos y sus pequeños susurros cerca de mi nuca, formaban un círculo de éxtasis y placer dentro de mi nublada mente.
(...)
Al día siguiente desperté, su brazo sostenía mi cuello y el mío rodeaba su cintura. Lo mire y admire su belleza, una sonrisa apareció en mis labios y enseguida me acurruque en su pecho, quería permanecer en esa posición por mucho tiempo más, su aroma me tranquilizaba y me hacía sentir seguro.
Pocos minutos después el despertó y beso mi frente, yo alce la vista y lo mire —Buenos días, cariño— susurré.
—Hola— el también susurró.
Yo me acerque a sus labios y lo bese. El tomo mi mejilla y en seguida me coloco sobre él —¿Continuamos lo wie dejamos ayer?— susurró cerca de mi oído y mordió mi oreja.
—Si— susurre.
Él siguió besando y bajo sus labios a mi cuello. Yo soltaba pequeños gemidos y los ahogaba en su pecho.
Toda esa exitacion se vio interrumpida cuando mi celular no dejo de sonar —Mierda— susurré.
Baje de el y tome mi celular enseguida mire quien era u ví que era mi madre, así que conteste rápidamente.
—Hijo, ¿estás en la escuela ahora?— interrogó —¿Por qué no volviste a casa este fin de semana? ¿Tienes tareas pendientes o algo? Recuerda que el cumpleaños de tu padre sera pronto y lo festejaremos el fin de semana ya que ustedes se ocuparán con sus actividades escolares.
—Si, mamá— susurré —No lo olvide, solo que salí a una cita con Rudolf ayer y dormí en su casa.
—Bueno, hijo mío— el dijo con un tono feliz —No les quitó más su tiempo, ven cuando tengas tiempo ¿Está bien?
—Si, mamá— volví a susurrar —Yo iré lo más antes posible, espérame para ayudarlos. Beatriza y yo nos encargaremos de los preparativos, tu ve y diviértete con papá— sonreí.
—Esta bien, hijo. Hagan un excelente trabajo.
—Si, mamá. Los veo en la noche y saluda a mi padre por mi, por favor.
—Si, manejen con cuidado y diviértete también— colgó la llamada.
Yo solté un suspiro y coloque el teléfono de vuelta en el buró —¿Que sucede, cariño?
—Debo ir a casa— lo mire y volví a sus brazos —Permanezcamls así por un par de minutos más ¿Si?— pedí y me acurruque en su pecho.
—Te amo, Franz— él susurró y me beso en la frente, luego me envolvió con sus brazos y permanecimos así por algunos minutos.
—También te amo— susurré.
Luego de un rato el y yo decidimos levantarnos, entramos a la ducha y cuando estuvimos listos volvimos a la manada, en dónde Beatriza ya se encontraba desesperada.
—Merda, Franz— me miró molesta y luego miro a Rudolf —Tenias que estar aquí antes y ¿Qué significaba eso de que tú y yo haríamos los preparativos? No tengo la minima idea de lo que debemos hacer.
—Yo si— entre a la casa y camine hasta la cocina —preparemos algo delicioso para la cena y también hagamos un pastel— busque las cosas en la despensa —Mamá me enseñó a cocinarlos.
—Muy bien— ella entro detrás de mi y se remango las mangas de su playera —¿Que hay que hacer?
—Preparemos esto primero— saque el recetario del abuelo y busque la página, era la sopa que a mí padre le encantaba, así que sería un buen regalo de cumpleaños.
Ella y yo cocinamos y Rudolf se encargo de la decoración. Al anochecer mamá y papá volvieron.
Todo era sorpresa, así que nos ocultamos en la cocina y mantuvimos la casa con las luces apagadas. Cuando el las encendió nosotros salimos del escondite y cantamos un feliz cumpleaños, llegamos el pastel a la mesa y también la sopa.
Todos disfrutamos de la velada y al final volví con Rudolf a casa.