1. Otra señal del destino, rojita.

2101 Words
Dos meses después.   Anna Sophie. Al salir de mi habitación, me sorprendo cuando veo a mi hermano apoyado contra la pared del pasillo, como si estuviera esperándome. — ¿Necesitas algo? — Pregunto, cruzándome de brazos frente a él. — ¿Vas a salir? Me río porque, joder, ¿desde cuándo los pájaros les tiran a las escopetas? Y es que, aunque él parezca mayor con sus tatuajes y musculoso torso, de hecho, yo sigo siendo la mayor. Y por tres largos años. — Se te va olvidando quién es la hermana mayor aquí, ¿no, Nate? — Nathan — corrige con un chasquido de lengua —. ¿A dónde vas? Niego y ruedo los ojos, siguiendo mi camino. Al instante, lo siento venir detrás de mí. — Joder, Anna, me preocupa, yo… — Tú — asiento, girándome a mirarlo para enterrar con fuerza mi dedo en su pecho —. Tú te lo pasas con delincuentes y ahora estás cagado de miedo por culpa de ellos. ¿Qué pasa? ¿Tus acciones vinieron a morderte el culo, hermanito? — Tú no sabes nada, ¿está bien? No tienes puta idea sobre lo que estoy haciendo, pero… — suspira, como si estuviera cansado —. Sólo te pido que tengas cuidado, ¿me escuchas? Y si llegas a sentir u observar cualquier cosa extraña, me llamas. De verdad, no puedo creerlo. Y me río por no llorar, porque la decepción que siento en este momento es tan grande que temo me trague entera. — ¿Estás vendiendo droga para Will, no es cierto? — No me responde a ello —. Enserio, Nate, te miro y no te conozco. ¿No te das cuenta de lo que nos estás haciendo? No, no, no, espera. De hecho, sí sabes lo que nos estás haciendo, por eso me pides que tenga cuidado. ¡Nos estás poniendo en peligro a mi madre y a mí, pero te vale una mierda! — ¡No es cierto! — Grita en mi cara —. ¡Eso no es jodidamente cierto! ¡Joder, Anna, yo…! ¡Maldición! — Gruñe, luego gira y me da la espalda, viéndose alterado, pero justo ahora me vale mierda. — Te preocupas mucho por mí, ¿no es cierto? — Mi voz sale irónica, aun cuando sé que algo de verdad hay en lo que digo —. Hagamos un trato. Te alejas de Will y su negocio de porquería o yo… — ¿Tú qué? — O yo me acerco a él… — No te atreverías. — O me acerco a él y le advierto que se aleje de ti, sino lo acuso con la policía. Incluso a mis propios oídos mis palabras suenan absurdas. Sé que es una amenaza que nunca podría cumplir, no si quiero salir viva después de ello. Esa gente me haría picadilla en un segundo y Nate lo sabe, lo que sólo lo hace enojar más. — Ni se te ocurra acercarte a esa gente. Maldita sea, ¿estás loca? ¡Te matarían en un abrir y cerrar de ojos! — Pues sería el precio por pagar para que tú te salgas de esa mierda — le gruño, llena de rabia —. Así que toma una decisión, porque si te llego a ver vendiendo esa porquería, cumplo mis palabras. Y sabes que soy capaz de ello, Nate. Y salgo con una última mirada mordaz, dejándolo totalmente enfadado. Dentro del coche, me tomo un tiempo para calmarme, para detener el temblor de mis manos. Cuando me doy cuenta de que soy una causa perdida, emito un pequeño grito y entierro mi rostro en mis manos. Entonces lloro. *** No tardo en encontrar la casa en donde es la fiesta. De hecho, a más de una calle de distancia, se puede escuchar la música a alto volumen y el alboroto del lugar. La verdad, no sé qué demonios hago aquí. Cuando Lizzy, mi compañera de trabajo en el bar, y su novio Jared me invitaron a una fiesta, mi respuesta por instinto fue decir no. Con los problemas que hay en casa, una fiesta es en lo último que quiero estar. Pero ellos insistieron e insistieron… luego insistieron un poco más. Hasta que negarme se me hizo prácticamente imposible. No ayudaba que Lizzy sabía perfectamente que hoy era mi día libre… Así que aquí estoy, sintiéndome desubicada porque no conozco a nadie y a mis amigos no los veo por ningún lugar. Sin encontrar nada más qué hacer y decidiendo que si vine algo tendré que disfrutar, me encamino en busca de alguna bebida. Es cuando tengo un vaso de lo que parece ser vodka en mi mano, que me llevo la más imposible y desagradable de las sorpresas. Desde la distancia, me encuentro con un par de ojos azules que, a mi pesar, no he olvidado. Dereck McDaniels, el hijo de los jefes de mamá. Murmuro una maldición y me giro, rogando que, a pesar de que nuestras miradas chocaron, no me haya reconocido. — ¡Hey, tú, rojita! Sí, me reconoció. De verdad, ¿qué tan mala puede ser mi suerte? Lo ignoro y sigo caminando, cruzarme con él es lo menos que necesito. Entonces pasa por mi lado rápidamente y se sitúa frente a mí, bloqueándome el paso. Mierda. — ¡Joder, sí eres tú! — Una enorme sonrisa se estira en sus labios —. ¡Pero qué suerte la mía! — Jumm — murmuro, mirando hacia otro lado —. ¿Me dejas pasar? Gracias. Doy un paso a un lado, pero él toma mi hombro y me empuja ligeramente hacia atrás, luego su mano baja deliberadamente despacio por mi brazo desnudo hasta que toma mi mano. Aprieto mis dientes, enojada con él y conmigo misma. Enojada con él por tocarme cuando y como se le da la gana. Pero enojada también conmigo misma por la reacción que definitivamente me niego a tener… no por él. — ¡Vamos a bailar! Está loco. Me zafo de su agarre y le gruño —: Tu no conoces de límites, ¿no es cierto? — ¿Sigues enojada conmigo por ese pequeño incidente en casa de mis padres? — Inquiere, aun sonriéndome —. Vamos, amor, ya me disculpé. Y como es normal en un lugar abarrotado por gente, soy empujada, haciéndome chocar y aplastarme contra el cuerpo del idiota. Gruño irritada y lo empujo para alejarme, pero él toma mis antebrazos y lleva sus labios a mi oreja para susurrar —: Es el destino dándonos múltiples señales, ¿no lo ves? Levanto mi mirada para encontrar la suya, la sonrisa pícara y traviesa no se ha ido de sus labios en ningún momento durante nuestra conversación, lo que lo hace más molesto aún. — ¿Crees en señales del destino? — Él asiente, inclinándose para juntar nuestras narices en un toque juguetón, lo que me hace hervir la sangre de furia —. Yo no, así que escucha estas palabras que te diré — me inclino hasta que susurro contra su boca, lo que lo deja a él inmóvil —. O me sueltas en tres segundos o el tacón de mi botín va a terminar clavándose en tu trasero. Y lo empujo para alejarme de él. — ¡¿Pero por qué tanta violencia?! Le saco el dedo medio. Y sigo caminando. Después de algunos minutos merodeando por el lugar, consigo salir hacia el jardín, en donde finalmente encuentro a Lizzy y a Jared. Ambos están hablando entre risas mientras observan a los demás. — ¡Pensé que no venías, mujer! — Jared grita, extendiendo los brazos y viéndose risueño. — ¿Me extrañabas, grandulón? — Le sonrío mientras saludo a Lizzy de beso en la mejilla. — Te queríamos presentar oficialmente a nuestro círculo de amigos, pero ya todos están dispersos por ahí — Lizzy señala alrededor —. Te ves hermosa, por cierto. Te vendría bien salir más seguido, trabajas demasiado, Soph. Me llevo la bebida a mis labios para eludir sus palabras. Sé que ella tiene razón, sin embargo, socializar y festejar no es algo para lo que esté en estos momentos. En un mundo paralelo, en donde no tuviera tantas responsabilidades y problemas con mi hermano, probablemente saldría siempre con ellos. Pero es un lujo que no me puedo dar. Tampoco puedo explicárselos. Por mucho cariño que les tenga, no me siento en confianza de contarles mis problemas. — Bueno, estás aquí hoy, ¿no? Aprovechemos eso — es Jared quien habla. Asiento, estando de acuerdo. Joder, estoy aquí hoy. Disfrutaré lo más que pueda. Después de varios minutos hablando alegremente, Lizzy, bajo el brazo de Jared, grita —: Mira, ahí viene mi mejor amigo, te lo presentaré. Miro sobre mi hombro para ver a quién se refiere, entonces esos ojos azules que desde este momento empiezo a maldecir, vuelven a encontrarse conmigo. — ¡Dereck, ven, te quiero presentar a una amiga! ¡Esto tiene que ser brujería o algo así! Dereck, sin apartar su mirada de mí, se acerca y justo cuando llega a mi lado, deja su pesado brazo sobre mis hombros. — Otra señal del destino, rojita — susurra contra mi oreja, sólo para mí, luego mira a Lizzy cuando le pregunta —. ¿Y cómo se llama tu amiga, enana? — Sophie — Lizzy me presenta, mirando con ojos divertidos entre nosotros —. De verdad, Dereck, no pierdes ni una. ¿Ya le vas a coquetear? — ¿Este sujeto es siempre así? — Inquiero, tomando su muñeca entre dos de mis dedos y alejando su brazo de mí. — ¿Así cómo, cariño? ¿Irresistible? — Él inquiere. Sin mirarlo a él, le pregunto a mi par de amigos —: ¿Siempre invade el espacio personal y se comporta como el mayor de los idiotas? — Meh — Jared se encoge de hombros —. A veces es peor, pero te terminas acostumbrando. Me río, sin poder evitarlo —: Pues no creo que yo lo haga. Y dándoles una sonrisa, me alejo, porque de verdad no soporta la presencia de este sujeto. — ¡¿Cuál es tu maldito problema conmigo?! Joder, ni que hubiera matado a tu abuela. Me giro, mis manos hechas puños para enfrentarlo. — No, sólo me llamaste puta, nada más. Jadeos de sorpresa escapan de Jared y Lizzy, pero no aparto la mirada de Dereck quien, por fin, elimina su sonrisa traviesa y me mira con enfado. — Me disculpé, ¿qué más quieres que haga? ¿Que me arrodille o qué cojones? Fue un estúpido error, lo comete cualquiera. ¿O es que tú eres perfecta? — Mira, Dereck — digo su nombre con lentitud, lo que sólo parece enfadarlo más —. No es sólo tu error de esa noche, es tu incapacidad para entender que no te quiero cerca. No me agradas, ¿vale? Así que mantente alejado de mí. Me giro de nuevo a marcharme, sólo para ser detenida cuando él me toma de la mano y tira, obligándome a volver a enfrentarlo. — ¿Por qué tan a la defensiva conmigo? Mierda, si es que ni siquiera me conoces — acerca su rostro al mío y lentamente, tan lentamente, una sonrisa un tanto petulante se estira en sus labios —. Te pongo nerviosa, ¿no es cierto? Te atraigo y eso no te gusta, por eso eres así. Resoplo y retrocedo, sólo para que él avance ese paso conmigo, invadiendo aún más mi espacio personal. En mi interior, niego lo que él acaba de decir, enfada que tenga algo de razón en sus palabras. Sin embargo, me las ingenio para decir un burlón —: Iluso. — Pero no lo niegas. Este chico es increíble. — Mira, copia barata de Zac Efron — lo miro fijamente —. No eres irresistible, entérate. — Serías la primera — dice con arrogancia. — Vale, sí, como quieras. Pues entonces seré la primera en decirte que no me gustas. Así que aléjate y ve a buscar una de esas muchas mujeres que no te resisten, a ver si te lo crees y vuelves a inflar ese gran ego que tienes — le miro la entrepierna —. A mí parecer, debe ser lo único grande que tienes. Y esta vez sí me deja alejarme, su rostro de boca abierta por el impacto de mis palabras vale más que todo el oro del mundo. Sí, estoy disfrutando mi noche.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD