Me las ingenio para contestar el teléfono mientras conduzco a casa, sin alcanzar a ver el identificador.
— Hola.
Me sorprendo cuando es la voz de mamá quien me responde —: Sophie, necesito que me hagas un favor. ¿Puedes ir a la casa del señor McDaniels a cubrirme por esta tarde?
Frunzo mi ceño, sorprendida.
Mi madre nunca falta al trabajo. Es estrictamente responsable con su horario laboral. La falta de dinero, la ausencia de papá y el problemático de mi hermano, nos deja con muchas deudas por pagar a final de mes. Ciertamente el empleo de ella y el mío nos lo tomamos muy enserio. Dios sabe que no podemos permitirnos un despido, no ahora. Y aunque me molesta que a ella le toque tan duro, siendo empleada de servicio, la comprendo. Lo cierto es que no hay otra opción y aunque me frustre y me duele las condiciones en las que estamos, tenemos que enfrentarlo y sobrellevarlo. Para bien o para mal, es la vida que tenemos después de que papá ya no está con nosotros.
Así que, conociendo a mi madre, entiendo de inmediato que algo no está bien, no si está dispuesta a faltar a su empleo.
— ¿Sucede algo, mamá? — Le pregunto mientras me desvío de mi camino para dirigirme a la casa del señor McDaniels. Nunca he ido, pero me sé la dirección de memoria por mi madre.
— Es tu hermano — dice con un suspiro de resignación.
Aprieto el volante en mis manos, controlando mi mal genio.
— ¿Qué hizo ahora?
— Se metió en otra pelea en la escuela.
Jesús.
Mi hermano cada día está peor. A veces ni siquiera lo reconozco. El chico dulce y bueno que solía dibujarme cuando era tan sólo un niño, ha desaparecido. Ahora sólo veo un bravucón adolescente, enojado con la vida, que se mete en cada jodido problema que encuentra. Parece que no entendiera cómo afecta a mamá, cómo me afecta a mí, a nuestra familia. Ya lo tenemos difícil sin papá y Nathan ya está lo suficientemente grande para que deje de poner de excusa su ausencia para cada problema que se gasta.
— No te preocupes, yo te cubro, mamá.
— Gracias, nena.
— Te amo, no lo olvides.
— Y yo a ti.
Sonrío cuando me responde de vuelta porque, sí, nuestra vida no es perfecta, pero mi madre es la mejor. Por ella haría cualquier cosa, como estoy segura ella lo haría por mí. Y ese amor recíproco que tenemos es mucho más de lo que otros llegan a conocer en toda su vida.
Mientras conduzco a la mansión de los McDaniels pienso de nuevo en mi hermano. Tiene sólo dieciocho, pero, joder, es el mayor dolor en el culo. Me avergüenza decir que mi hermano no está tomando el camino correcto. La última vez lo vi pasándole un rollo de billetes a Willy y todos sabemos en qué tipo de negocios está Willy. Mi madre por supuesto que no lo sabe y tampoco dejaré que lo sepa. Puedo hacerme cargo de mi hermano, sé que puedo, necesito poder. Mi mamá ya está demasiado preocupada con todo lo que está pasando, añadirle otra carga y una tan pesada, no es algo que esté dispuesta a que suceda. Así que sí. Me encargaré de mi hermano, de una u otra forma, haré que deje de comportarse como lo está haciendo.
Cuando llego la casa de los McDaniels, admiro por un segundo el vecindario. Es un lugar hermoso y evidentemente de la parte más cara de la ciudad. Es la primera vez que vengo porque mi madre hace pocos días empezó sus servicios con los McDaniels, así que el lugar es nuevo para mí. No me pasa desapercibido la diferencia de este vecindario con el nuestro y sonrío, admirando la diferencia que hay entre las personas de este lado de la ciudad y las del nuestro. No me dejo engañar por la fachada, así que no creo que estas personas tienen vidas perfectas. Todos tenemos problemas, cada familia tiene sus propias jodidas cosas. Sin embargo, no niego que tener dinero puede hacer las cosas un poco más fáciles. En mi caso, un poco de dinero le daría una mejor vida a mi madre y a mi hermano, que es lo que más deseo.
Sacudiendo esos pensamientos de mi cabeza, me acerco a la casa y toco el timbre, esperando con paciencia que me abran. A los pocos minutos una mujer de mirada dulce me abre la puerta. Es sorprendentemente hermosa con sus ojos azules realmente cautivadores. Es imposible que no sonría cuando ella lo hace.
— Buenas tardes — le digo —. Soy Sophie Harrison, mi madre es Lydie y…
— Así que eres Sophie — las esquinas de sus ojos se arrugan cuando su sonrisa se ensancha —. Tu madre ya me llamó y me puso al tanto de lo que está pasando. Adelante, pasa.
Se hace a un lado para dejarme pasar, así que entro sintiéndome repentinamente tímida. Al ser un lugar completamente nuevo, va a ser un poco difícil empezar a trabajar porque no conozco el lugar.
— Esto no acostumbra a pasar. Surgió una emergencia familiar a última y mi madre era la única que podía hacerse cargo — murmuro, mirando alrededor mientras empiezo a trazar en mi cabeza el orden de lo que debo hacer. Debería llamar a mi madre para preguntarle por indicaciones, pero en este momento ya debe estar en reunión con el director de la escuela de Nathan, así que dudo que me responda.
La mujer de mirada dulce parece darse cuenta de que estoy algo desubicada, así que agrega rápidamente —: Te diré qué es lo que tienes que hacer, no te preocupas. Por cierto, Soy Margareth Clayton, la ex esposa de Nestor — la miro confundida, sin saber de quien me habla —. Nestor McDaniels, el dueño de la casa — me aclara amablemente.
— Por supuesto — asiento, entendiendo —. Yo soy Sophie Harri… — me callo cuando recuerdo que ya me presenté.
Torpe, torpe, torpe Sophie.
No suelo ser así, tampoco suelo ser tímida. Pero todo lo que está pasando con Nathan tiene mi cabeza un poco nublada y distraída.
La señora Clayton parece encontrar divertida mi torpeza, así que ríe, luciendo más joven de lo que es.
— Vamos, te enseño un poco la casa — empieza a caminar y yo la sigo en silencio mientras me da indicaciones —. En la pequeña habitación al lado izquierdo de la cocina, pasando un pequeño pasillo, están todos los elementos de aseo que tu madre utiliza.
Entramos en la cocina y la escucho atentamente mientras me sigue dando indicaciones y pequeños avisos sobre lo que debe ser tratado con más cuidado. Trato de grabarme todo en la cabeza y memorizo los lugares que veo necesitan más atención. Al final del recorrido, ella agrega —: No te esfuerces tanto, como puedes ver, todo está limpio. Tu madre hace un excelente trabajo, así que limpia lo que creas necesario.
Mi madre es eficiente en todo lo que se propone.
— Muchas gracias — le digo sinceramente. Ella es una mujer muy amable y agradable, espero que su exesposo sea igual. Me pregunto por qué sigue aquí si están divorciados. Me indicó cuál era su habitación hace unos minutos, así que es evidente que sigue viviendo aquí. Cual sea la razón, no es mi asunto, así que sacudo la cabeza y me concentro en lo que es importante.
Me doy cuenta de que ella me está mirando con curiosidad, así que de inmediato comprendo que quiere preguntarme algo. Le regalo una sonrisa para que no se retenga, preparándome para alguna pregunta personal. Así que me sorprendo cuando su curiosidad es sólo mi edad.
— Tengo veintiuno — casi quiero preguntarle sobre su exesposo, pero me detengo, recordándome otra vez que la vida personal de ellos no es mi asunto. Y no suelo ser alguien curiosa, realmente no me meto en la vida de nadie. Pero, extrañamente, esta señora me da curiosidad.
Me sorprendo cuando ella, al parecer tomando confianza, empieza a hacerme preguntas cada vez más personales mientras poco a poco empiezo a limpiar la casa. No me molesta, aunque no niego que es extraño hablar con ella mientras limpio todo. Me pregunta sobre mis estudios, mi empleo e incluso sobre mi hermano. Le doy respuesta simples y vagas, sin revelar mucho, pero intento devolverle la amabilidad que ella me ha brindado.
En algún momento mientras estoy limpiando un estante de la sala, ella mira el reloj y pega un pequeño grito un tanto gracioso.
— ¡Ya es tarde! — Su ceño se frunce un poco —. Tengo que ir a recoger a mi hija Mandy del colegio — me mira con diversión —. Eres una muy buena conversadora, ¡me hiciste perder la noción del tiempo!
Casi resoplo, también divertida por su comentario. ¿Muy buena conversadora yo? No lo creo. Los amigos que tengo son pocos precisamente por eso. No soy exactamente alguien sociable. Aparte de no tener tiempo entre las clases y el trabajo, suelo ser algo cerrada emocionalmente con los demás. Sin embargo, la señora Clayton es muy simpática y fue fácil caer en conversación con ella. De nuevo deseo que su exesposo sea igual que ella, pues saber que mi mamá trabaja para personas amables, de alguna forma quita un poco de angustia de mi pecho por esa vida tan pesada que lleva para darnos una mejor vida a mi hermano y a mí.
— Un placer conocerla — le digo cuando está a punto de marcharse.
— Lo mismo, linda. ¿Podrías ponerle seguro a la puerta cuando te marches?
— Por supuesto.
Ella me mira por última vez con una sonrisa en sus labios y toma un abrigo de detrás de la puerta principal antes de salir de la casa.
Limpio lo más que puedo, hasta en donde veo que todo está en orden. No puedo dejar que mi madre reciba un regaño por mi culpa. Cuando finalmente termino mi trabajo, doy un último recorrido por la enorme casa para asegurarme de que nada me ha faltado por limpiar. Mientras camino por un enorme pasillo que conlleva a las habitaciones principales, saco mi teléfono para enviarle un mensaje a Nate advirtiéndole que tendremos una seria conversación cuando llegue a casa.
Tropiezo con mis propios pies y el teléfono cae de mis manos hacia el piso, golpeando con fuerza la alfombra roja.
Diablos.
Me inclino para recogerlo y es justo cuando lo hago, que escucho una ronca voz diciendo — Oh, mierda.
Me pongo inmediatamente de pie, alarmada. Mi teléfono ya en mano mientras giro para enfrentarme a esa masculina voz. Me sorprendo cuando increíbles ojos azules, idénticos a los de la señora Clayton, me devuelven la mirada. Por un breve segundo me quedo sin aliento porque si los ojos de la mujer me parecieron preciosos, los de este chico me dejan totalmente cautivada.
Es guapo, muy guapo.
Y ambos nos quedamos inmóviles, observándonos detenidamente en silencio. Hasta que los labios del chico se estiran de una forma traviesa, incluso juguetona cuando pregunta —: ¿Quién eres?
Me quedo en silencio, ligeramente confundida. No estoy acostumbrada a que me miren con ese descaro y evidente interés. Y no es porque no haya llamado antes la atención de los hombres, lo he hecho. Pero lo juro que ninguno de ellos me ha mirado con el atrevimiento con el que él me mira.
Abro mi boca para responder, pero algo parece hacer clic en su cabeza y antes de que algo salga de mis labios, él dice agriamente —: Qué tonto soy, debes ser otra de las amantes de mi padre.
— ¿Discúlpame?
De inmediato, todo el atractivo que vi en él desaparece.
¿Qué demonios?
— No te hagas la inocente conmigo, no te queda — se apoya contra la pared y cruza sus brazos, su mirada traviesa y descarada se transforma, ahora sus ojos se pasean por mi cuerpo con asco y repulsión.
Me hace sentir sucia y lo odio un poco en ese momento.
Lo juro que he tenido mi buena racha de idiotas en mi vida. En el bar de Adam cada noche de trabajo me encuentro con más imbéciles de los que puedo contar. Pero este chico está rompiendo el récord.
— ¿Tú sabes qué significa la palabra respeto? — Pregunto, controlando el tono de mi voz.
— Oh, por supuesto, la que parece no saberlo eres tú — se acerca detenidamente a mí, sus ojos bajan por un nanosegundo al pequeño escote de mis pechos. Hago de mis manos puños cuando sus ojos vuelven a concentrarse en los míos. Mi cuerpo está completamente tensionado y puedo sentir mis dientes rechinar de lo fuerte que los estoy apretando. —¿No sabes que aquí también vive mi madre y mi hermana? ¿Qué clase de mujer eres que te atreves a prestarle tus servicios a mi padre en la misma casa en donde vive con su familia? Ten maldita decencia.
Mi cabeza se inclina hacia atrás, recibiendo sus palabras como un golpe. Todo lo que dice es injustificado. Aun cuando sé que nada de lo que dice es cierto porque no soy quien cree, sus palabras escuecen. ¿Con qué derecho viene a tratarme de esta forma cuando no sabe nada de mí? Ni siquiera me ha dado la oportunidad de decirle quién soy. Sólo empezó a atacar como un maniaco, totalmente imparable.
— Discúlpate, ahora — le exijo, apretando el teléfono en mi agarre. Toma todo de mí no soltar palabrotas y mi mano tiembla por el deseo tan grande que tengo de estrellarla en su rostro.
Resopla entre burlón e incrédulo, como si no pudiera creer lo que le estoy exigiendo. De hecho, me mira como si yo fuera un extraterrestre, algo jamás antes visto. Y supongo que estamos a mano, porque yo también pienso que él es de otro maldito planeta en donde la palabra educación y respeto definitivamente no están en su vocabulario.
Si piensa que voy a aguantar su mierda, se equivoca.
— Maldita sea, tienes agallas para atreverte a hablarme así — da un paso a mí de forma amenazante, pero lo último que sentiría por este estúpido sería miedo —. ¿Cuánto te pagó mi padre para que te acostaras con él? ¿Cuál es tu precio? Porque yo puedo pagarte más para que desaparezcas de nuestras vidas.
Me río con fuerza, sin poder evitarlo.
— Créeme, no tienes que pagarme para que haga eso — lo miro con todo el desprecio que siento —. Si piensas que voy a tolerarte, lo tienes mal. Así que vete a la mierda, jodido imbécil. Pero no antes de escuchar tus disculpas, así que discúlpate. Ahora.
— Oblígame — inclina su rostro al mío, su nariz casi rozando la mía y sus ojos brillan de una forma que me pone más furiosa.
Lo miro fijamente, decidiendo si vale la pena. Si todo el esfuerzo de mi madre vale perderlo sólo por él.
— No lo vales — susurro con indiferencia y doy un paso a un lado para seguir con mi camino y librarme de él. Cuando paso por su lado, me toma del brazo para detenerme y lo juro que sólo por mi madre, sólo por ella, no le parto la cara de un puñetazo.
— Así que tienes carácter — no lo miro, pero sí siento su respiración contra mi mejilla, siento su mirada detallando mi perfil —. Una chica con carácter. ¿O debería decir una put…
Mi mano impacta con fuerza contra su mejilla antes de que pueda terminar de decirme esa ofensiva palabra.
— Mira, estúpido con cerebro de goma de mascar — me zafo de su agarre mientras él se toca su mejilla con la mano, impactado —. No tengo idea de qué clase de hombre es tu padre, pero viendo quién eres, no me hago muchas ilusiones. Desgraciadamente, mi madre trabaja para él. Soy la hija de la nueva empleada de servicio, no su puta, su amante, ni su jodido ligue. Ahora apártate de mi camino y asegúrate de no volverte a cruzar en él.
Le doy un fuerte empujón y me encamino a salir de allí, tan enfadada que mi respiración es ruidosa y acelerada. Incluso me tiemblan las manos del coraje.
Entonces, de repente soy empujada contra la pared. Fuertes brazos me enjaulan sobre mis hombros, acorralándome.
— ¿Qué demonios? — Susurro, mirándolo de hito en hito —. ¿Tú quieres morir?
Levanto mi rodilla con mi meta bien clara, pero él se anticipa a mi movimiento y sus mismas piernas se enredan con las mías, inmovilizándome. Mi respiración es increíblemente ruidosa y siento que mi piel quema de la rabia que siento.
— Quieta, rojita, cálmate.
— Suéltame, imbécil.
— Oye, oye — me sacudo salvajemente cuando sus manos toman los costados de mi rostro con delicadeza, obligándome a mirarlo —. Cálmate, por favor.
— Suéltame y me calmo.
— Si te suelto, me golpearás.
Lo miro fijamente, sin poder creer a este sujeto.
— Por supuesto que te golpearé, ¡me estás reteniendo contra mi voluntad!
— Es para una buena causa — murmura, sosteniendo mi rostro con más fervor.
— ¿Buena causa?
— Por supuesto, ya que está solucionado el inconveniente anterior, te debo una disculpa. Perdón, pensé que eras otra persona y me tomo muy enserio a mi madre y a mi hermana. Me enfadé cuando pensé que mi padre estaba haciendo de las suyas aquí, en esta misma casa. Lo siento, de verdad— sonríe y esta vez su sonrisa es nuevamente traviesa y juguetona —. Empecemos de nuevo y, ¿qué mejor forma de hacerlo que con un beso?
— Sí, tú tienes deseos de morir.
— Tengo deseos de invitarte a salir.
— Vete a la mierda. Me tratas de puta, ¿ahora me invitas a salir?
— Creo que ya solucionamos el hecho de que estaba en un error. Te pedí disculpas, cosa que maleducadamente tú ignoraste. Pero no te preocupes, pasaré por alto tu desconsideración y aceptaré tu invitación a salir.
Lo miro como si le hubiera crecido una segunda y tercer cabeza.
— De todos los locos del mundo, tuve que toparme contigo.
Me sonríe con todos los dientes, enseñando dos profundos hoyuelos, sus pulgares se mueven sobre mis mejillas en una caricia tan dulce que me desconcierta.
— Qué afortunada eres, ¿no es cierto?
Gruño, exasperada y él se distrae peinando cuidadosamente el cabello que cae en mi rostro. Es tan confianzudo, me toca como si no fuéramos simples desconocidos, lo que me desconcierta. Pero aprovecho su distracción en mi cabello rojizo y lo piso con fuerza, arrancándole un aullido adolorido. Luego lo empujo y empiezo a caminar hacia la salida. Lo siento cojear detrás de mí, pero no me detengo a mirarlo.
— Dame tu número, por favor.
Lo ignoro.
— Entonces dame tu nombre.
Le saco el dedo medio.
— Me llamo Dereck y te juro que soy agradable.
Me río, sin creerle.
— Perdóname, rojita, de verdad.
— ¡Jódete! — Le grito sobre mi hombro mientras abro la puerta.
Justo antes de salir, escucho su grito —: ¡Quiero que me jodas tú, preciosa!
Sacudo la cabeza, aún incrédula, sin poder creer que exista alguien tan cínico como él.
Y mientras manejo hacia el bar para mi turno de mesera, sólo puedo pensar que no quiero volver a encontrarme con ese chico nunca más en mi vida.
Sí, que equivocada estaba.