Erick se queda de piedra y piensa reclamarle a su mujer, pero ya había cerrado sus ojos para siempre. Guido se abraza a su madre, llorando y gimiendo. El padre abraza a su hijo. No puede creer que Rebeca se haya ido así, tan de repente. Ella jamás se enfermaba.... Y ahora....
El doctor y la enfermera entran al box y, al ver el cuadro, la enfermera quiere revivir a la mujer, sin embargo, el doctor la sujeta de un brazo y la detiene. Ella lo mira sorprendida.
-No vale la pena -susurró el doctor-. Vamos, dejemos que vivan su duelo.
La enfermera, una vez fuera, se para frente al doctor, con gesto desafiante.
-Siempre hay que luchar hasta el último minuto para salvar una vida -le reclama.
El doctor la mira condescendiente, coloca sus manos sobre los hombros de la joven y busca su mirada.
-Ella ya estaba muerta, Beatriz, solo los esperaba a ellos, a su hijo, a su esposo. ¿Qué sacaba yo con echarlos de allí y torturar más el cuerpo de esa mujer para luego tener que salir y decir que hicimos todo lo que pudimos?
-Se hubiera hecho todo lo que se podía.
-Si fuera tu madre, ¿preferirías que muriera en medio de tratamientos médicos o rodeada de la gente que ama, en paz?
La enfermera lo mira con los ojos muy abiertos.
-Tenemos que humanizarnos, Beatriz, no podemos olvidarnos que somos seres humanos y como tales debemos actuar.
-Lo siento, doctor.
-No tienes por qué, eres demasiado joven y aún muy impetuosa, crees que tienes la vida comprada y con tu capa de superhéroe puedes salvarlos a todos, pero no es así. Lamentablemente esta es una muerte más de las que muchas a diario ocurren.
-Es la primera muerte que presencio -admite la joven con tristeza.
-Y no es un fracaso. Fracaso hubiese sido si su familia no se hubiera podido despedir. Eso es un fracaso. Ella murió en paz. Ya no había nada qué hacer. Moriría de todas formas.
Los ojos de la enfermera se llenan de lágrimas.
-Ve a tomar un café dulce, siempre la primera muerte es la que más duele. Aunque nunca te acostumbras, luego la aceptas más fácilmente.
El doctor besa la frente de la enfermera con gesto paternal. Esa joven podría ser su hija. La empuja con suavidad en dirección a la cocina del área de Urgencias.
Guido y su padre salen del box y el doctor se acerca a ellos.
-¿Ya? -consulta con suavidad.
Ambos hombres asienten con la cabeza.
-Lo siento mucho, de verdad.
-Gracias por dejar que nos despidiéramos de ella -agradece Guido.
-Recuerda esto en tus futuros tratamientos.
-No creo que me titule, ni siquiera pude reaccionar con ella, no sirvo para esto.
-Pero, Guido, ¿cómo dices eso? Eres uno de mis mejores alumnos, ya te expliqué cómo funciona esto.
-Sí, tal vez, pero yo debía hacer algo más.
-Le diste respiración artificial y masaje cardíaco.
-¿Y si yo le rompí su corazón? -pregunta alarmado.
-No digas tonterías. Primero, le hubieras roto las costillas antes de romperle el corazón. Deja de torturarte, no fue tu culpa, esto era algo que iba a pasar tarde o temprano, era algo inevitable y culpa de nadie.
-Vamos, hijo -interviene el padre-. Hay trámites que hacer. ¿Cuándo la entregan?
-Agilizaré todo para que se la lleven hoy mismo y no tenga que pasar la noche en la morgue, sé lo desagradable que es eso para la familia.
-Gracias, doctor -dice Erick.
El médico asiente con la cabeza sin decir nada. Padre e hijo salen y un hombre se ofrece a ayudarlos con todos los trámites que deben realizar, a lo cual acceden, ninguno de los dos se siente en condiciones de hacer algo más. A media tarde ya está instalada en la capilla mortuoria de una iglesia cercana. Erick mira a su hijo que no deja de contemplar a su madre en el cajón. ¿Qué pensará de lo que su madre dijo antes de morir? Él no había tocado el tema. "Tal vez, ni siquiera se acuerde", piensa para sus adentros el padre, rogando que así fuera.
La abuela de Guido, madre de Rebeca, se acerca a su nieto y lo abraza.
-Hijo, tienes que comer algo, no te hace bien estar así, vamos, ven conmigo.
Guido alza la cabeza y mira a la anciana. Ella sufre tanto o más que él, ningún padre está preparado para la muerte de sus hijos. Se abraza a ella y lloran juntos largo rato.
-Abuela, ¿por qué tenía que pasar esto?
-No lo sé, hijo, no lo sé. Tu madre era una mujer sana, joven, no debió morir -responde la mujer casi sin voz.
Pasado un rato, se apartan y Guido ve entrar a una joven que le parece familiar, pero no recuerda de qué o de dónde, aunque claro, su cabeza ahora no está procesando nada, ninguna información. La chica se acerca a ellos.
-Lo siento mucho -dice turbada.
Guido la abraza sin decir nada, siente que la necesita, sin saber por qué. La abuela carraspea y los dos jóvenes se sueltan. La recién llegada saluda a la abuela igual de un abrazo.
-¿La conocías?-cuestiona la abuela.
-No exactamente -contesta la muchacha algo avergonzada.
-¿No?
-Yo la atendí en la clínica esta mañana, mi nombre es Beatriz.
Entonces Guido la recuerda como la enfermera que habló con él, la que le pidió que esperara, a la que regañó por no darle explicaciones y la que intentó salvar a su mamá incluso cuando ya estaba muerta.
-No tenías que venir -expresa él, agradecido.
-Lo sé, es que su muerte me afectó, sé que esto es algo con lo que se lidia a diario en los hospitales, pero ella, ella fue la primera paciente que...
No pudo continuar.
-Creo que a todo se acostumbra uno -replica la abuela-. Ya te acostumbrarás.
-Sí, puede ser, el doctor dijo lo mismo. Tal vez me acostumbre más adelante -acepta la enfermera.
-¿Quieres un café? -consulta Guido-. Íbamos a tomar uno.
-No quiero incomodar -contesta con una tímida sonrisa.
-No es molestia -responde él devolviéndole una dulce sonrisa.
-Ya, en realidad me hace falta un café, vengo de la clínica.
-Ven, hija, por aquí.
La abuela, con sus años de experiencia, se da cuenta que el dolor para esa joven es más que la muerte de una paciente, el brillo en su mirada al observar a su nieto, no la engaña. Esa muchacha se siente atraída por Guido. ¿Amor a primera vista? Lo duda, pero de que su nieto le gusta a esa muchacha, le gusta.
Erick sigue a su suegra y a su hijo a la cocina, ¿sería capaz Guido de hacerle preguntas a su suegra? Espera que no. Tendría que hablar con ella, a pesar de que ella no conoce toda la historia, la parte que conoce, dejaría muy mal a su hijo y este no es el momento. Guido nunca debía saberlo. Esa había sido la promesa de ambos. Rebeca no había cumplido su parte y ahora tendría que inventarle una excusa para que nunca, nunca, jamás, Guido se enterara de la verdad.