Gabriel contempla a su mujer, duerme plácida. Recuerda el día que la conoció, veintisiete años atrás.
Él había viajado a Chile con sus padres, escapando de los problemas en Colombia y en cuanto la vio, se enamoró de ella. No así ella de él, que no miraba a nadie, de hecho, era una chica muy tímida y Gabriel, hasta el día de hoy, está convencido de que Eva ni siquiera lo recuerda de esa época.
Un par de años después de su llegada al fundo, pasó lo que pasó y ella se marchó. No volvió a saber de ella sino hasta tres años después, cuando la encontró en España. Ella no lo reconoció, tampoco él se lo dijo, simplemente se puso a sus pies para servirle en lo que fuera necesario. Desde ese entonces él, como un perro fiel, se ha mantenido a su lado, cuidándola, apoyándola, adorándola; porque lo que él hace con ella es eso, rendirle adoración, sin importarle no ser correspondido.
-Un euro por tus pensamientos. -Su dueña había despertado sin que él lo notara. Ella le regala un beso en el dorso de su mano.
-Mi doña, ¿cómo se siente?
-Mucho mejor.
El hombre sonríe y le acaricia el rostro con cariño.
-¿En qué pensabas? -insiste ella-. Parecías muy lejos de aquí.
-En usted, en cuando te conocí
-Ha pasado tanto tiempo.
-No tanto, solo unos cuantos años.
-Unos cuantos que han dejado su huella muy marcada.
-¿Por qué lo dice?
-Es cosa de mirarme, Gabriel, ya no soy la misma joven que conociste.
-No, ahora está mucho mejor -adula el hombre.
-No es verdad, solo lo dices para halagarme.
Gabriel no contesta nada, solo se acerca y la besa con ternura.
-Gabriel, ¿puedo hacerte una pregunta?
-Sabe que sí, mi doña,
-Es que es una duda que tengo hace mucho tiempo.
-¿Y por qué no la aclaró antes, mi doña?
-No me atreví...
-Eva Pardo, la mujer que no le teme a nada ni a nadie, ¿teme hacerle una pregunta a su perro fiel?
-En realidad, al principio no me atreví, luego lo olvidé y ahora, con mi vuelta a Chile, volvió a mi memoria.
Gabriel alza una ceja, ¿acaso sí lo recuerda?
-Dígame, mi doña, sabe que puede consultar lo que quiera.
-¿Por qué dejaste la casa de mis papás? ¿Por qué te viniste a trabajar conmigo?
El hombre queda de piedra. Ni un músculo de su cuerpo se mueve.
-Gabriel...
-¿Desde cuándo lo sabía?
-Siempre lo supe. Al principio te contraté pensando que ellos te habían enviado, pero luego me demostraste tu lealtad a toda prueba -responde la mujer tocando con su dedo el costado del hombre donde tiene una cicatriz por culpa de un fanático que, al no ser tomado en cuenta por la actriz, quiso asesinarla y Gabriel intervino, interponiéndose entre la bala y su mujer.
-Nunca le fallaré, mi doña.
-Lo sé. Y te lo agradezco.
-¿Eva Pardo agradeciendo? Quién es usted y que ha hecho con mi dueña -ordena en broma el empleado.
Ambos echan a reír.
-¡Pesado! -Ella le da un manotazo en el pecho y él atrapa su mano, besa sus nudillos sin dejar de observarla.
-¿Qué pasa, mi doña? No ha sido usted esta tarde.
-No lo sé, quizás la nostalgia, quizás el hecho de saber que voy a volver... No lo sé.
Él llena su rostro de besos, dulces, suaves, tiernos.
-Si no se siente preparada, mi doña, sabe lo que tiene que hacer. Solo tiene que decirlo, para eso estoy yo, para hacer todo lo que quiera.
-He pensado en mi hijo.
-¿Y eso?
-No sé, jamás había recordado ese episodio lamentable de mi vida hasta ahora. Bueno, un par de días. Y no me lo puedo quitar de la cabeza.
-¿Le habrá pasado algo? Dicen que las madres tienen conexión especial con sus hijos.
-¡Patrañas! Esos son cuentos de la gente ociosa. Además, aunque así fuera a mí no me importaría, porque a mí, ese hijo, no me importa.
-Lo sé, mi doña, sin embargo las cosas pueden llegar a ser muy extrañas.
-No me importa lo que le pase o le deje de pasar, lo único que espero es que jamás me busque, porque no encontrará ni arrepentimiento ni amor en mí.
-No lo creo, para él, Rebeca y Erick son sus padres y eso dudo mucho que ellos lo quieran cambiar, ni siquiera podría él enterarse por casualidad, no existen papeles de adopción, Rebeca tuvo a ese hijo y los papeles médicos así lo confirman.
-¿Cómo sabes tú eso? -interroga sorprendida.
-Mi deber es cuidar de usted, mi doña, por lo mismo, pues que nada, debo estar al tanto de todo lo que le pueda afectar. De todo. Incluso de los temas indeseables.
-Eres un buen amigo, Gabriel. -Sonríe la mujer al tiempo que acaricia su mejilla-. Debería compensarte por esto.
-¿Compensarme? ¿Y de qué forma, si se puede saber? -consulta el hombre extrañado, nunca lo había llamado "amigo", para ella no era más que un perro fiel.
-Ya lo verás.
La mujer lo besa con ardor y comienza un recorrido de besos por su cuello, baja y acaricia el cuerpo de su hombre. Él reacciona de inmediato y también la acaricia. Él sabe que para ella es solo sexo. Para él, es puro amor que demuestra en cada entrega. Y después, cuando ella se acomoda en su pecho.
Siempre lo hace así. Eva siempre busca el abrazo después del sexo con Gabriel, solo con él.
-No me contestaste -le reclama ella luego de hacer el amor mientras pasa un dedo por el torso masculino.
-¿No lo sabe, mi doña?
-No lo preguntaría.
El hombre la aparta con suavidad y la deja caer en la cama, él se coloca de lado y se apoya en su brazo para contemplar a la mujer que ama.
-¿Ni siquiera se lo imagina?
-Me he pasado veinte años conjeturando tus razones, ya no quiero hacerlo.
Gabriel alza la mano libre y con la yema de los dedos delinea el rostro femenino.
-Cuando yo llegué a trabajar al fundo de su papá y la vi, creí que estaba ante un ángel. Yo no quería salir de Colombia, ¿sabe? Ahí estaban mis amigos, mi familia, mi vida, pero verla a usted y saber que mi vida había cobrado significado, fue una sola cosa. Para cuidar de usted es que yo había nacido. Cuando su papá hizo lo que hizo, me tuvieron encerrado en el granero quince días. Yo lo iba a matar. A él y a todos sus amigos. Pero me dejaron sin comida y sin agua todo ese tiempo. Su papá quería matarme de a poco. Pero no lo logró. Por alguien escuché que se había ido, que un tipo se la había llevado y no había vuelto más. Entonces, escapé, mi doña, y la busqué. Hasta que di con Erick Barker, me enteré de todo lo que había pasado y de lo que usted pensaba hacer. Tardé tres años en encontrarla -cuenta el hombre sin dejar de acariciar el sorprendido rostro de la mujer-. Di con usted y me alegré de no haberlos matado a todos en ese momento, la venganza quería llevarla a cabo usted misma. Y yo estaría allí para apoyarla. Y he estado a su lado en cada una de sus venganzas hasta este momento y no la dejaré sola. Mi destino, mi vida, mi alma... es suya, mi doña.
-Gabriel... -emite la mujer en un gemido.
-No tiene nada qué decir, mi doña, que esto no cambie nada. Usted es mi dueña y yo su perro fiel.
-Creo que eres mucho más que un perro fiel, Gabriel -dice Eva acurrucándose en los brazos de su leal empleado.