Prólogo-1

1034 Words
Prólogo Florencia, Colombia, tres años antes… ―Carmen, recuerda ir con cuidado ―dijo Scott, dándole un beso en los labios. Tenía un mal presentimiento sobre aquella noche―. No me gusta. Esta reunión es demasiado importarte para el cartel de las drogas como para ignorarla. Si el gobernador de la región recibe el apoyo que necesita, el cartel perderá su control sobre la zona. Carmen sonrió al hombre que era su marido desde hacía cuatro años. Puede que llevasen casados poco tiempo, pero había sido el amor de su vida desde el primer día de parvulario, cuando la había defendido frente a otra niña que se estaba metiendo con ella. Le pasó los brazos alrededor del cuello y enterró el rostro contra él, inhalando su maravilloso aroma. ―Lo haré ―susurró―. Ahora tengo una buena razón para tener todavía más cuidado ―dijo con una risita. Scott se apartó y miró el rostro deslumbrante de Carmen. Abrió los ojos de par en par al comprender el significado de sus palabras y su rostro se tensó de golpe por la preocupación. Nunca debería haber aceptado su última misión. Maldijo en voz baja mientras repasaba mentalmente todo lo que podía pasar. ―Shh. ―Carmen le dedicó una sonrisa de oreja a oreja―. Lo de esta noche debería ser fácil. Tú y tu equipo cubrís al gobernador y a su esposa, y mi equipo cubre a su hijo. Nos reuniremos en el aeropuerto y los meteremos a todos en el avión y, después de eso, la misión habrá acabado y nos iremos a casa. Hemos estudiado todos los escenarios posibles ―añadió cuando Scott la abrazó con fuerza. ―¿Cuándo… cuándo lo has sabido? ―le preguntó este con voz ronca, colocando una mano sobre el estómago todavía plano de Carmen. ―Esta mañana. ―Volvió a soltar una risita―. He hecho que María me trajera una prueba de embarazo casera cuando ha salido. Scott volvió a rodearla con los brazos y se aferró a ella como si fuera lo más valioso del mundo. Para él, así era; se había enamorado de ella nada más ver aquellos ojos castaño oscuro cuando ambos tenían cinco años. Carmen había estado de pie en el patio de juegos con los puños en el aire y una expresión cabezota y fiera en la cara. Él se había quedado mirando cómo Sally Mae retrocedía un paso cuando Carmen avanzó hacia ella. Sally Mae había estado tirándole a Carmen de las coletas, y la susodicha se había cansado. Una de las amigas de Sally Mae de segundo de primaria había derribado a Carmen de un empujón, y Scott había decidido que ya era bastante y había intervenido con los puños por delante. Nadie se metía con la niña de ojos color chocolate n***o, cabello del color del sol y cara más bonita que había visto nunca. Sally Mae y sus amigas le habían dado una buena tunda, pero había valido la pena. A partir de aquel día, Carmen y él habían sido inseparables. Al llegar al instituto Scott le había pedido que fuera su chica para siempre, y Carmen había accedido. Los padres de ambos se habían mostrado preocupados al principio, pero al final habían aceptado los sentimientos asombrosamente especiales que Carmen y Scott sentían el uno por el otro. Scott les había prometido tanto a sus propios padres como a los de Carmen que esperaría hasta que estuviesen casados antes de convertir en actos esos sentimientos, y tras la muerte de los padres de Carmen en un accidente de tráfico durante su último año de instituto, su determinación de cuidar a la chica de sus sueños había quedado sellada. Se habían casado días después de graduarse, y se habían embarcado en la vida de aventuras de la que llevaban hablando desde hacía años. Scott miró a Carmen, viendo sus ojos entusiasmados, y se preguntó si había tomado las decisiones correctas. Debería haber dejado el trabajo hacía seis meses. Carmen había querido aceptar aquella última misión, pero él debería haberse negado. Sí, aceptarla les daría el dinero extra que necesitaban para abrir su propio negocio en casa, pero el miedo de lo que pudiera pasarle a Carmen lo llenaba con una necesidad de protegerla que no había sentido nunca antes. ―Te amo, Carmen Walker ―dijo en voz baja―. Esta noche será la última vez. Mañana volveremos a casa y comenzaremos una vida nueva ―musitó mientras se apartaba―. No quiero que vayas con el equipo esta noche. Quiero que me esperes aquí, donde sé que estás a salvo. Carmen negó con la cabeza, riéndose. ―¿Te estás poniendo protector conmigo, Scott Michael Walker? Porque si es así, deja que te recuerde… ―Su voz se desvaneció cuando Scott apretó los labios contra los suyos. ―Sí, me estoy poniendo protector. Y también soy el jefe de la operación, por si no te acuerdas ―dijo con voz grave―. Al menos quédate en el coche; el resto del equipo puede encargarse de que José suba sano y salvo al avión. Carmen se suavizó al ver el miedo en los ojos de Scott. ―De acuerdo ―accedió, poniéndole la mano en la mejilla con amor. * * * * Más tarde, aquella misma noche, los equipos se pusieron en marcha. Cada uno de ellos seguiría una ruta distinta y usaría diversos vehículos para transportar al gobernador de la provincia local de Colombia y a su familia al aeropuerto. Había habido un aumento de las amenazas contra él por parte del cartel de la zona, y Scott se las estaba tomando muy en serio. Les dio órdenes estrictas a los equipos de no tomar ningún riesgo. Se acercó a Carmen, que estaba a punto de entrar en el vehículo con el hijo de diez años del gobernador Álvaro, José, y la apartó a un lado para darle un profundo beso. Sus ojos brillaron con decisión cuando la miró. ―Si hay el más mínimo problema, si tienes la más ligera impresión de que algo va mal, sales pitando ―le dijo con aire sombrío―. Haz lo que sea necesario para mantenerte a salvo, Carmen. Eres mi vida. Te amo. Carmen sonrió, mirando los ojos verde claro de Scott. ―Lo mismo te digo. Te amo tantísimo. Ten cuidado ―se puso una mano protectora sobre el estómago―, por los dos. Scott le dio otro beso lleno de fuerza antes de apartarse y gritarle a todo el mundo que se pusieran en marcha. Miró a Carmen una última vez antes de dirigirse al vehículo del gobernador.
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