Creon todavía estaba cansado. No había dormido mucho la noche anterior, no con su mente y su dragón negándose a creer que su compañera pudiese pertenecerle a otro. Estaba decidido a enfrentarse a ella. Le haría saber que tendría que aceptar que no volvería con el hombre de su antiguo mundo. Su lugar ahora estaba en Valdier, con él, y, en cuanto la completase la transformación, tampoco le quedaría elección. Su cuerpo sería demasiado diferente como para volver sana y salva a su mundo.
«Moriremos sin nuestra compañera», añadió su dragón. «Esa es una buena razón para no dejar que se marche».
«Como si creyeses que no lo he pensado ya», espetó Creon con sarcasmo antes de soltar una bocanada de aire caliente. «Lo siento. No debería descargar mi frustración contigo».
«No me importa. Te ignoraré
