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Carmen se despertó de golpe, sobresaltada. Era la primera vez en tres años que dormía durante toda la noche sin sufrir ni una pesadilla. Incluso cuando tomaba analgésicos o antidepresivos, las pesadillas seguían acosándola. Extendió la mano para afianzarse, y se encontró con que no estaba sola en la cama. Junta a ella estaba tumbada una versión más pequeña de Harvey.
―¿De dónde has salido? ―le preguntó asombrada, mirando a su alrededor con confusión e intentando recordar dónde estaba. Resopló―. ¡Oh, ese cobarde! ¡Será mejor que me lleve hoy a casa! ―dijo, saliendo de la cama―. Tengo que encontrar a mi hermana y asegurarme de que tanto Trisha como ella están bien, eso sin mencionar a la pobre Cara.
Trastabilló por un segundo.
―Pero primero, necesito una ducha; tengo la sensación de te
