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Creon se pasó una mano agotada por el pelo. Se marcharían por la mañana, y Mandra se llevaría a Ariel con él para reunirse con Adalard. Se detuvo frente a la puerta de sus habitaciones y miró al grupo de hombres apostados frente a esta. Todos ellos le devolvieron una mirada cautelosa; parecía que había corrido la voz sobre su amenaza de destripar personalmente a cualquier hombre que tocase a su compañera. Todos le miraban como si esperasen que se lanzase sobre ellos en cualquier momento.
―¿Ha intentado escapar hoy? ―le preguntó al primer guardia lo bastante valiente como para mirarlo.
―No, mi señor ―contestó este poco a poco―. Se ha pasado la mayor parte del día con las demás mujeres. No ha intentado atacarnos a ninguno.
Creon habría soltado un suspiro de alivio de no ser por la pau
