Paulina se quedó atónita escuchando a su padre hablar de esa forma tan prepotente. Pero estaba claro que no la estaba defendiendo, su actitud sólo era de autosuficiencia y que no soportaba que le llevaran la contraria y mucho menos que pasaran por encima de él. A Colate Dosamante le gustaba tener siempre la última palabra. Sin embargo Paulina a pesar de que sabía que de su empleo dependía su futuro económico, ella no quería volver a trabajar con el arquitecto Velásquez. Mucho menos después del desastre que ella misma había ocasionado. — Pero papá a pesar de que el arquitecto no es santo de mi devoción, debo reconocer que tiene razón en haberme despedido, la verdad es que comencé con mal pie en la empresa y además le arruiné los documentos que tiene que presentar mañana en la reunión, b