La preferida de Kairon Loguember.

1446 Words
El negr0 no era su color, su tez pálida en contraste con el pigmento oscuro la hacía verse ultratumba. Le hubiera gustado estar frente a un espejo para verse, siempre fue muy cuidadosa con su aspecto. Se tiró sobre la cama, estaba aburrida, una bruja acostumbrada a la libertad de la naturaleza más serena, normal que la martirizara ese encierro siniestro. Rodó, contó incluso en el aire hasta que sintió pasos acercarse. No la decepcionó su intuición, las dos mujeres que estuvieron unas horas atrás en la recámara entraron. Kairon había cumplido su palabra. Seguían con sus rostros cabizbajos. —¿Qué tanto miran en dirección al piso?.—No le veia razón a su mansedumbre reverente.—Bastante feo que es, por cierto.—Mas bien horrible, igual que todas las paredes oscuras, lo único que las hacía resaltar eran los destellos de piedras preciosas en algunos lados. —Disculpe, reina Carmesí.—«¡Noooo!», gritó internamente, como si le dieran mil puñaladas en el pecho. —Por favor, no vuelvas a generarle tal insulto a mi persona. —Se levanto, aún algo desconcertada por el llamado. Ambas movieron las cabezas. Le causó algo de lástima. —Mejor díganme, ¿por qué no levantan el rostro?. —En mi caso, lo puedo hacer solo por un minuto. Las muertas no tenemos derecho a mantener el rostro erguido frente a los demonios, ni seres de mayor rango. Para ellos somos casi nada. —Que locura, ¿acaso creen esa falacia?.—Se paró frente a ellas, posó uno de sus dedos debajo de la barbilla de la chica que había expresado esas ideas tan absurdas, e hizo que levantará el rostro.—Si fueran nada, no les servirían, la nada es inútil, total ausencia, un espacio abstracto. ¿Entiendes?.—La frialdad que comprobó con solo tocar una pequeña zona de su cuerpo, le revelo la realidad; en verdad estaba muerta, en su otra vida había sido una bruja. El resto era agonia y dolor infinitos entre las brasas que agitaban los carroñeros en las entrañas del infierno, en esa parte la agonía latía con más intensidad. Retrocedió perturbada por la visión. —Cuando estén frente a mí, al menos sin nadie más que pueda castigarlas, no bajen el rostro, me bloqueó. La otra chica también había alzado el rostro, más no hablo, solo la veía con cierta simpatía, le devolvió el gesto levemente. —Gracias, Señora. Mi nombre es Livia. A sus órdenes...El rey nos dió la tarea de servirle. —Se veía algo feliz, era nato en ella estar predispuesta a las energías mediocres...le pareció ilógico verlas en el infierno. No tenían aura oscura.—Ella es Lady. —Apunto a la otra chica. —¡Ummmh!.—La otra chica intento hablar, un sonido casi silente escapó de ella. Una ligera sospecha le cruzo por la mente, al igual le parecía improbable, ya estaba muerta. —¿Le pasa algo a tu compañera?. —Disculpe. Es muda. —La joven bajo el rostro avergonzada. Era una lástima, se veía más joven que la otra chica, aparte de tener una belleza más tierna. Sus grandes ojos oscuros le quedaron ocultos, ya la visión era su esbelta figura forrada con un vestido gris y la media melena esparcida al frente, sin duda sentía vergüenza por su condición.—Tuvo un pequeño accidente. —Enfatizó su compañera —Mejor no hablemos de desgracias. Bastante con vivir aquí.—Estaba cansada de la tristeza, ver esas brujas frías, con corazones sin palpitar, le recordaron a su amiga Isadora, le reconfortaba el pensar que pudiera estár en un bello jardín. Fue una alma pura, en vida. —Vinimos por usted, el señor nos pidió acompañarla a los jardines.— Respiró aliviada, tendría un recorrido por las instalaciones del castillo de lava, debía ser mejor que el encierro. —Le mostraremos los lugares que desee. —En otras circunstancias, diría que me siento feliz, más no espero mucho de un jardín en este hábitat. ¡Vamos!. —Se adelantó a salir, las mujeres la siguieron. Cuando giró para verlas, ya volvían a tener los rostros hacia abajo. Por un momento dudo porque dirección ir. —Por ambos lados hay escaleras para bajar. —Livia, se adelantó a responder una pregunta que tenía pensado hacer. Le agradó. Tomó el lado derecho, animada por el poder mover sus pies. En el trayecto, se encontró con Kairon, le dirigió una pequeña mirada lasciva, después volvió a encerrarse en lo que parecía ser su despacho. Fue un recorrido arduo por la parte central del castillo, a cada 15 metros encontraba un demonio o diabla servil, desempolvado sus ajuares tallados en oro. Pinturas con figuras alucibas a esas entidades, estaba cubierta la cúpula central, derramando desde su altura una enorme araña, con lágrimas que parecían diamantes. —¿Serán reales?.—Apunto con el dedo. El —Si, señora...son diamantes. —Giro asombrada ante su compañera, con desilusión, seguía mirando al piso. Le apagaba los animos esa dinámica. Rodó, hasta un pasillo, desde esa perspectiva se veía el jardín. —Debe tener cuidado, hay serpientes.—Solo le faltaba, nunca había leído, que tenían de esos reptiles en el infierno. No le extraño saberlo. —Sus latidos vivos y frescos las pueden atraer. —Me tocará ver de lejos algo que nunca espere conocer, no me arriesgaré. —El sentido pecaminoso de la flora, no desmeritaba la belleza, el jardín estaba copado de mucha variedad de plantas, para ellas desconocidas, todas con brotes de flores rojas. En medio un árbol de manzanas, quizás de este venía su cena, desayuno y futuro almuerzo. No eran las únicas mujeres cerca, al otro lado diviso un palacio más pequeño, muchas mujeres alrededor. Intento enfocarlas, se veían hermosas, no parecían muertas como las dos que tenía al lado. —¿Por qué hay tantas mujeres en ese palacio?.—Una apareció a mitad del jardín, la saludo desde lejos, se lo devolvió con cortesía. Un gesto amable de su parte. —En ese palacete viven las mascotas del rey.—El siempre se refirió a esas mujeres cuando hablaba de mascotas, su mente había ido por el lado equivocado. Imagino perros guardianes, parecidos al cancerbero, quizás sus cachorros. —Entonces las mascotas son las amantes, de ese loco lujurioso. —La muda se abalanzó hacia ella, omitiendo el temor de levantar su rostro le hizo señas de callar. Toda trémula, el miedo la tenía secuestrada. Estaba muy cerca, sus difuntas pupilas heladas solo tenía el horror vivo. —Disculpe señora.—Aparto la chica.—Lady solo desea protegerla, no quiere que el señor le corte la lengua como a ella. Llevo su mano al pecho, le faltaba aire, pero en contrariedad entro, camino sin rumbo, la barbaridad que había escuchado la tenía en shock, los pasos la seguían, entro a lo que parecía un enorme salón. Se derrumbó sobre un sofá. —Hasta comodidad tienen estos pecadores. —Fue casi un susurro, para ella. —Señora no refiera esto, o sere yo la próxima que me quede sin lengua.—La destrozaría ser la causante de esa tragedia en su cuerpo. —Descuida, no diré nada. —Estrujo sus ojos, alargando sus dedos hasta la frente, se le hacia pesada aún esa confesión. Debía reconocer que no estaba lejos de la realidad de su captor. Era un demonio. Ruin, lujurioso, sangriento y destructor. Las sorpresas no terminaron ahí. Lanzo su cuerpo hacia atrás, para acomodar su cabeza en el respaldo del sofá. Al frente, observo el diseño principal de todo el amplio salón. —Esto debe ser una broma.—No hubo respuestas. Tan poco las esperaba. Un retrato maximizado de Kairon Loguember, cubría el centro de la pared principal. Una miniedad que fuera su retrato, el era el amo y señor del palacio. Lo sórdido era la desnudes expuesta. —Es enorme.—Susurro la muerta. Una virilidad en plena erección apuntaba a los ojos de quien lo viera, dicha obra en honor a la lujuria, dejaba expuesta su supremacía en relación a otros machos. Detrás habían muchas mujeres intentando tocarlo, imágenes muy minúsculas en comparación a la del demonio. Después de el y el protagonismo del gigante miembr0, le llamo la atención, una figura femenina que opacaba a las demás. Parecía tener más importancia que una simple mascota. Su larga melena oscura y sus ojos verdes irradiaban mucha sensualidad, le llamó poderosamente la atención. En su manifiesto artístico intentaba besar una serpiente —¿Quién es la qué que sostiene la serpiente?. —Bastix. La preferida del rey.—No le agrado esa respuesta.
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