Resignación

1004 Words
~ ADELINA ~ Cada noche, los gritos de dolor y arrepentimiento del rey licántropo Leidolf de la manada Velvet Shadows resonaban en el gran castillo. El porqué de su comportamiento era simple: había matado a su amada, a su reina, a su pareja destinada, por una estupidez, por ser tan imbécil y dejarse manipular. Habían pasado 10 años desde entonces, pero no se resignaba a dejar el cuerpo inerte y frío de su reina. Se mantenía en un túmulo frío; en las estaciones cálidas, ordenaba traer hielo de la montaña cercana cada día para conservar mi cuerpo. Las múltiples veces que su Delta le decía que tenía que enterrar mi cuerpo para darle una sepultura digna parecían apuñalarlo en lo más profundo de su ser. No quería perderme nuevamente; era su reina, su esposa, su compañera, su luna, y me había perdido. Mi cuerpo, a pesar del frío extremo del túmulo, tenía las claras señales de tortura que él mismo ordenó. Los cortes en todo mi cuerpo estaban cubiertos por puntadas; quedé desfigurada, casi irreconocible. Mis manos, esas que lo curaban con mi magia, estaban quemadas, mis dedos quebrados y mi dedo anular, donde portaba la sortija de nuestra unión, mutilado y tirado como si fuera una aberración. No pude recuperarlo; mi cabello estaba destrozado, me lo habían cortado. Mis uñas habían sido arrancadas tan cruelmente. Mi pequeño cuerpo, marcado con los azotes que cruzaron mi piel hasta llegar a mi carne, no tenía una parte que no estuviera marcada. Mis piernas, esas que una vez besó cada noche de intimidad, llenas de moretones y cortes, y mis pies pequeños y lindos, que tanto adoraba, estaban quemados, casi carbonizados; mi tobillo izquierdo estaba roto y mis tendones cortados. Cada vez que me abrazaba y lloraba en mi hombro frío, pasaba sus manos por la piel cortada de mi espalda. Se odiaba a sí mismo y, cuando lloraba, gruñía de rabia por lo imbécil que había sido. Cuánto deseaba volver a oler el delicioso aroma de mi cuerpo, ese aroma a flores silvestres y a bosque, a roble, tan suave y refrescante como él lo decía. Extrañaba mi dulce voz cada mañana al despertar, cuando le daba los buenos días y lo llenaba de besos. Solo de recordar esa luz que irradiaba alrededor de mí, una luz tan cálida y esa aura tan pura que cualquier ser me adoraba. —Por favor... te pido que despiertes... —murmuró cerca de mi oído entre suspiros pesados— … quiero que esto solo sea una pesadilla... Quiero despertar y volver a verte… Te extraño mucho, mucho, mi luna… Por favor... solo quiero volverte a escuchar una vez más —dijo con voz quebrantada y cargada de dolor, con lágrimas a punto de caer. Sus brazos me atraían más a él, esperando que volviera a la vida. No perdía la esperanza de que un día regresara a la vida y lo perdonara. Soñar no costaba, pero sí dolía; más bien ardía como la plata dentro de él cada maldito día. El encantamiento de su promesa y la unión lo estaban matando; su lobo interior emitía sonidos de cachorro triste y siempre rasgaba cuando quería tomar el control y ponerse en mis piernas para recibir mimos. —Alfa... — La voz baja de su beta y consejero más fiel, Convel, se escuchó desde la entrada de la puerta. — Por favor, ya no se torture más... Se lo pido no como su beta y mucho menos como su mano derecha , sino como su amigo...— No le importan en lo absoluto sus palabras y no pensaba alejarme de él. Prefería estar de rodillas y soportar el frío del lugar, aunque en verdad no tenía frío. —Debe dejarla ir... Escucheme —Nuevamente suplicó Convel, pero esta vez detrás de él, poniendo una mano en su hombro y dándole un apretón reconfortante. —Perdón por lo que diré, pero ya la atormentó lo suficiente cuando fue acusada de adulterio, traición contra el reino y brujería contra su hermano.... Debe dejarla qué descanse en paz. —Las palabras de Convel resonaban en su cabeza; su voz era de pura pena y tristeza. Tenía razón, pero no quería dejarme ir, su lobo no quería dejarla ir al igual que él, necesitaban de mi presencia para no caer en la locura, aunque eso significa tenerme sin vida. Me alejo un poco para poder ver mi rostro; era tan hermosa ante sus ojos, sin importarle que estuviera desfigurada. Sus lágrimas no dejaban de salir y caían en mis apreciadas mejillas pálidas y delgadas. Con su mano temblorosa acariciaba mi poco cabello blanco que quedaba, cepillándolo con sus dedos y, por último, se inclino para darme un besó mis labios. No sabía qué pensar al respecto: si sentir lástima por él, odio, tristeza, amor o arrepentimiento. El porqué de lo que decía era que, desde mi muerte, reencarné en una época o mundo donde nada de esto no existía; en pocas palabras, lo sobrenatural. Era un mundo normal donde esto simplemente eran cuentos de hadas. Pero cada maldita noche tenía sueños de ese hombre y muchos más; aunque para mí eran pesadillas. Al principio eran lindos y románticos, pero después se volvieron horribles qué me causaban odio hacia él. Soñar que el amor de tu vida te veía con repulsión, que te humillaba de la peor manera posible frente a tanta gente, ante el pueblo y nadien te ayudaba, mas que su mirada se posa en ti, junto a la verdadera culpable como a una asquerosa criminal y estando embarazada, fue tan grande el odio que no quería volver a soñar con él, aunque me complacía verlo sufrir. Mi nombre es Adelina De Forrest, soy una mujer de 30 años, independiente de mí misma. Tengo un buen trabajo como química farmacéutica biológica en una reconocida industria química-farmacéutica, la más grande del país, y esta es mi historia antes de reencarnar en este mundo donde la magia y lo sobrenatural esta fuera del alcance humano.
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