Con razón el pequeño humano me confundió con una. Bueno, yo me consideraba protectora de mi bosque; había tanto que aprender que lo seguí escuchando. — En cambio, los elfos son de apariencia etérea, similar a la de los humanos, pero con detalles que resaltan su origen mágico. A menudo se les atribuyen habilidades para manipular y comunicarse con la naturaleza y sus criaturas, así como a ti… Ambas criaturas tienen similitudes, sobre todo tus lindas orejas puntiagudas. —
Entendí poco, lo suficiente como para saber que somos parecidos en algo, pero no tanto así que había más criaturas más allá de este bosque. — Ya entendí, pero entonces, ¿qué soy? —
Nuevamente se quedó pensando, viéndome y examinándome detenidamente. — Una pregunta… ¿Cómo es tu mamá? Tal vez me dé una idea al respecto. —
Como era mamá, no sabía cómo empezar. Me quedé viendo al horizonte en dirección a donde estaba mamá; con mis manos le hacía señas de cómo era ella. —Pues es grande, muy grande, sus raíces abarcan una gran área y sus grandes ramas cubren todo el lugar, sus flores son blancas y… Y—
Quedé en silencio al ver que él me miraba de forma extraña. No entendía por qué me miraba así si me pidió que la describiera, tal vez porque dije que era grande. —T-te… Te puedo preguntar algo…—
—Sí, claro…— respondi con pena.
—Cuando me hablaste de tu mamá todo este tiempo… ¿te referías a un árbol?— preguntó con curiosidad en su rostro.
Nuevamente, no entendía cuál era el problema; después de todo, era mi mamá, me cuida y me ama. —Sí… Ella es mi mam
Otra vez esa cara de que no podía creer lo que escuchaba. En ese entonces, no comprendía que un árbol para una criatura como ellos no era normal, ya que solo las ninfas y hadas nacían de estos. — Bien… ¿qué tal si me dejas investigar un poco y luego te digo? No tienes que preocuparte —.
Le creí porque sus emociones estaban normales y su sonrisa me convenció, más cuando alborotó mi cabello. Terminamos con una linda despedida antes del anochecer y volví a casa como siempre. Creía que todo estaba bien entre Caliban y yo, pero no; lo sucedido entre nosotros y la sensación que recorría su ser no era normal.
~ NARRADOR ~
Desde el primer día, sintió un vínculo no fuerte, ya que la aura de Adelina estaba oculta, al igual que su apariencia. Ahora que dejo de ocultarse, se dio cuenta de que era su pareja destinada, pero como si era una niña con edad adulta.
Lo extraño para él era el verdadero ser de Adelina, qué era o qué ocultaba. Tenía curiosidad por ella y, sobre todo, en su mente tenía algo que no quería creer, y solo ciertos mandos tenían tal conocimiento.
No dudó en ir a la umbra para informarse con los ancianos, los más respetados y sabios de la manada. El lugar era el gemelo del mundo terrenal, la seguridad para los cachorros, ancianos, hembras embarazadas y jóvenes de la manada en caso de guerra.
En cuanto llegó, fue recibido por los guardias que custodiaban la entrada a la gran sala, donde estaban los cinco ancianos, quienes, al verlo entrar, se centraron en él y se acomodaron en sus asientos al frente de la gran sala.
— Bienvenido, príncipe Calibán. ¿A qué se debe su visita al gran consejo de ancianos? — habló el primer anciano.
— Me imagino que otra vez tiene quejas del alfa — añadió el tercer anciano.
— Sabe que nosotros no podemos hacer nada al respecto; solo podemos advertir y aconsejar sobre los errores a la manada y debatir si se necesita un duelo o el exilio… — habló el quinto anciano.
Antes de que siguieran con sus suposiciones, Calibán levantó la mano para que guardaran silencio, a lo que los ancianos accedieron. — No es nada de eso… Es algo que tengo curiosidad y ustedes estuvieron cuando aún no sucedió el desastre —
Ante lo mencionado, los ancianos se miraron, porque tenía esa curiosidad cuando jamás nadie preguntó por la desgracia que cayó sobre las criaturas. — ¿Y se puede saber por qué tiene curiosidad ahora? — preguntó el tercer anciano.
— Más bien… ¿tiene algo que ver con el bosque prohibido? — cuestionó el cuarto anciano.
En ese momento, Caliban sintió una sensación fría recorrer su cuerpo y sus ojos se abrieron de par en par; no esperaba que supieran que iba al bosque prohibido. — Ustedes, ¿cómo saben que yo voy para allá? —
Los ancianos se rieron, pues tenían ojos en todos lados y, más cuando se estaban en la teluria, podían ver todo, especialmente al notar el raro comportamiento de Caliban, a lo que el primer anciano se inclinó desde su asiento. — La pregunta aquí es… ¿cómo es que entraste? Ni siquiera el alfa puede entrar a ese lugar. —
Calibán quedó consternado; no sabía qué hacer, no sabía qué tanto sabía o qué tanto vieron. — N-no… No sé… Ni siquiera yo sé, simplemente pude entrar y… empecé a explorar. —
El ambiente era incómodo. Calibán se mantenía firme, aunque los ancianos no sabían si estaba mintiendo o no, ya que dentro del bosque no podía utilizar la teluria, ya que no lo permitía la fuerza sobrenatural que habitaba ahí, y lo que Calibán hizo dentro de este estaba fuera de la vista de los ancianos. — Y como es… Dinos qué viste, ¿qué hay ahí? —
La curiosidad en la cara de los ancianos fue nueva para Calibán; jamás se había comportado de esa manera ante nadie, y más al verlo levantarse y acercarse a él. — Cuéntenos… por favor. —
Si los ancianos tenían ese comportamiento con solo el bosque, si Calibán les mencionaba la pequeña criatura que encontró ahí, no sabía qué podría suceder, así que evitó el tema de su presencia.
Caliban solo mencionó lo que vio con sus propios ojos dentro de ese bosque. Los ancianos quedaron maravillados; hacía cientos de años que nadie había entrado en ese lugar. Por fuera, era siniestro y oscuro, pero por dentro era un paraíso. Entre los ancianos empezó su debate sobre las posibilidades.
—De seguro hay una barrera mágica que resguarda el bosque—
—Yo opino que el alma de la reina protege lo que una vez fue su hogar—
—Es imposible… Si eso fuera así, aún la r**a de las hadas estaría presente—
—Entonces, ¿cómo explicas la barrera? Los únicos con tal poder son las hadas y los elfos—
—La magia de los elfos solo camufla su entorno no restringen el paso... —
Las opiniones entre los ancianos fueron escuchadas por Caliban, quien estaba más que seguro de que ella era de la r**a de las hadas, la única al parecer. Para sacar sus sospechas, Caliban se aclaró la garganta para llamar su atención. — Puedo saber qué saben de las hadas —
Nuevamente, su atención se volvió a él y, antes de contestarle, se vieron entre ellos. Uno de los ancianos caminó hacia un estante y sacó un gran libro, poniéndolo encima de la mesa.
Le hizo señas para que lo viera, por la curiosidad de ese viejo pero hermoso libro de pasta brillante y llamativa, decorada con ramas y piedras representativas de los elementos que rotaban alrededor de un color gris con destellos dentro de este.