Los ancianos se lo quedaban viendo sin entender por qué Caliban abría la boca y se agarraba la garganta hasta que se acordó de la promesa. Tenía algo que ver con eso, la promesa.
Trago saliva y lo único que se le ocurrió fue hablar mentalmente, pero ni eso; su lobo empezó a aullar del dolor y su cabeza comenzó a doler como si se lo estuvieran arrancando.
Se estaba asustado de qué tipo de magia había utilizado en él para que no pudiera hablar. —Mierda… ¿qué me sucede?—
Los ancianos no entendían nada hasta que uno de ellos se acercó a él para examinarlo, revisando cada parte de su cuerpo y luego su lobo. Ante esto, se volteó a ver a los demás y dejó a Caliban solo aún sentado. Entre susurros, nuevamente volvieron a debatir por unos largos minutos hasta que regresaron a él. —Hiciste una promesa, pacto de juramento—
Su cara era como si lo supieran, como si se dieran cuenta de que había hecho un juramento. Un escalofrío recorrió su cuerpo ante el miedo de que supieran de la pequeña criatura que podía ser un hada. — Tienes las características de un geos en ti… un encantamiento que solo el reino de las hadas utiliza. —
Se puso pálido al instante y sus ojos se abrieron en grande; su cuerpo empezó a temblar levemente e incluso su boca se le secó. El miedo no era por el encantamiento en él, sino por el secreto que prometió guardar su existencia.
Al verlo de esa manera, los ancianos tenían que sacar respuestas de él, pero el problema era cómo hacerlo sin que Caliban se viera afectado, y no podían sacar conclusiones sin saber la verdad. —Sabes en el problema en el que te acabas de meter, Caliban…— cuestionó el tercer anciano con preocupación. —El geos que tú tienes no es tan simple… lo preocupante y sorprendente es que es el de una hada—
—No diremos nada… porque tu vida es la que está en juego— dijo el quinto anciano.
El miedo le invadía a Calibán, que en su frente se formó un sudor frío. En vez de tener curiosidad, ya me tenía miedo; creía que Adelina le había puesto en peligro su vida por un capricho. —¿Q-qué tan grave es? —preguntó con voz apenas audible.
Los ancianos se miraron entre ellos; la situación era delicada y muy peligrosa. No sabía qué tan grave era, pero eso lo iban a saber al final. El primer anciano se acercó, aclarando la garganta, y lo miró con determinación. —Los geos son un hechizo místico... Este tipo de encantamiento se asocia principalmente con la manipulación y el control de la tierra y sus elementos—
—Su principal uso es la protección, la construcción y la agricultura....Para ello, requiere un alto nivel de concentración mental y control mágico para ejecutarlo correctamente, ya que el poder de la tierra es inmenso y puede ser difícil de manejar… Solo la r**a de las hadas es conocida por utilizarlo, pero lo que tú tienes es un geas, un hechizo o mandato mágico que obliga a alguien a seguir un comportamiento específico —intervino el primer anciano.
—Un geas puede tener características fascinantes que lo hacen tanto poderoso como peligroso… — interrumpió el segundo anciano, haciendo a un lado al primer anciano. — Su naturaleza impone una obligación que debe cumplirse… La persona afectada siente una compulsión irresistible de seguir el mandato… —
Cada palabra que escuchaba era como su sentencia de muerte; el pánico iba creciendo con cada minuto. — Y-y… ¿Cu-Cuándo dura? — preguntó Calibán.
— Puede ser temporal o permanente, dependiendo del propósito del encantamiento… Algunos geas se disipan después de cumplir una tarea específica, mientras que otros perduran hasta que se rompen con la misma magia poderosa —. Respondió el primer anciano.
Los latidos de su corazón se escuchaban claramente; incluso su lobo estaba alterado. Tenía una pizca de molestia y miedo de que Adelina le estuviera poniendo en riesgo su vida a ese punto, pero en el fondo no quería eso, porque desde un principio él lo prometió y, por último, quería saber eso. —¿Y cuáles son las consecuencias de romperlo?—
Por un largo rato hubo un silencio incómodo, hasta que uno de los ancianos soltó un suspiro y le respondió con toda sinceridad. —Al incumplir un geas, puedes sufrir consecuencias mágicas. Esto podría incluir dolor físico, pérdida de habilidades o incluso la muerte en casos extremos. Más allá de las consecuencias físicas, romper un geas puede crear una carga psicológica, como sentimientos de culpa o miedo...—
El sentimiento que Caliban tenía hacia ella era de miedo, pero a la vez de amor. Lo peor es que el vínculo se había hecho aunque no completo y no quería dejarla; tampoco quería decirle a los ancianos de su existencia. —Creo que al ingresar al bosque obtuve el geas...— comenté. —Por alguna razón, el bosque lo hizo y, como dijo el primer anciano, el alma de la reina hada aún está en ese bosque, y el porqué lo hizo lo sabré un día.—
Tenía que despistar la suposición que tenía sobre la posible existencia de la r**a de las hadas, y si eso ponía en peligro la vida de ella, era mejor guardarlo. Por fortuna, los ancianos vieron su lógica aceptable y se sintieron ante lo comentado por Calibán, pero el problema era que desde ese día él no volvió al bosque.
~ ADELINA ~
Como cada tarde, lo esperaba en el mismo lugar de siempre hasta que entraba la noche. El sonido de los grillos era mi única compañía y la luz de la luna, con mi cabeza recargada en mis rodillas, me ayudaba a no sentirme sola. A oscuras, las luciérnagas me iluminaban y me daban ánimos, pero no era lo mismo; lo extrañaba mucho y, creyendo que él volvería, seguí esperándolo cada día hasta que me rendí.