Andrea
Mike no ha dejado de visitarme, creo que diario está aquí, y aunque me agrada su compañía yo quiero a otra persona aquí que se rehúsa a verme. Aunque desde ayer que vino a verme, siento algo que no me ha dejado dormir, me dio los anillos de Santoro y eso solo dice una cosa y es que lo ha asesinado ¿cómo supo que fue él? ¿Cómo lo encontró? ¿Por qué lo hizo?
Necesito verlo, puede ser un hijo de puta, pero quiero verlo.
— Te he dado el alta, así que te llevaré a casa porque creo que Mike está de turno en el Norte – me sonríe. – Ha estado aquí todos los días, no sabía que lo conocías.
— Lo conocí en un bar – digo mientras me ayuda a ponerme mis zapatos. – Es un buen amigo.
— Lo es, pero se nota que te desea – suelta una risita. – Es guapo y está soltero, además son buenos en lo que hacen. No me molestaría llenar un formulario de relación ¿eh?
— Cállate, no quiero relaciones con nadie – sonrió mirándola. – Quiero una hamburguesa enorme.
— Ahora pasaremos a comprar una – me sonríe.
Salimos del hospital y subo a su camioneta. Quiero llegar a mi casa y dormir una vida entera, no hay nada como mi cama, porque la cama del hospital es horrible.
— ¿Qué has sabido de Dante? – preguntó sin rodeos.
— Nada, desde ese día que le dije en qué habitación estabas – arrugó el ceño. – ¿Qué? ¿No te fue a ver?
— Fue ayer.
— Ayer no lo vi, yo le dije el sábado en donde estabas y tú estado, lo vi cuando fue a tu habitación y no supe nada más.
¿Fue a verme? Pero ese día jamás llegó a mi habitación, además aún seguía sedada. Eso significa que fue entre sábado y domingo que fue por Santoro, debió investigarlo, preguntarle a Kate y así lo encontró.
No le digo nada a Lara, dejó que me platique cosas sin sentido que no escuchó, tomó mi teléfono y cuando estoy por llamarle a Dante, veo un mensaje de Kate, es más bien un artículo de prensa. Cuando lo abro me doy cuenta de que es un informe del FBI por la muerte de Franck Santoro.
Según el informe fue un encuentro de pandillas que salió mal, tenía disparos en los pies y uno en la cabeza que terminó con su vida, el informe lo dio el Director del FBI Damon Nolan. ¿Será posible? No lo creo. Dante yendo con el FBI para matar a Santoro, es imposible. O tal vez él hizo que pareciera eso… O tal vez estoy paranoica.
Debo relajarme. Estoy enloqueciendo.
Lara me deja en casa, con mi hamburguesa y papas fritas y se va para cubrir mi turno. Mientras como mi hamburguesa no dejo de pensar en Dante, es un desgraciado cabrón, pero es posible que él hiciera todo eso por mí. Aunque no tiene sentido, dijo que no era nada y que…
Tomó mi teléfono y le llamo, pero de inmediato me llevó al buzón de voz. No me da el tono, le dejo un par de mensajes pero durante toda la noche espero su llamada o que venga a mi casa. Ninguna de las dos cosas sucede.
Pasan dos días en donde trato de conciliar el sueño pero no puedo por culpa de Dante, no me busca, no hace nada y sé qué no debería buscarlo, no soy así, siempre han venido ellos a mí pero ahora no pasa. Así que me arreglo, me siento mucho mejor y los golpes ya no se notan cuando los cubro con maquillaje, subo a mi camioneta y conduzco hasta su casa.
Cuando entró al sendero del bosque que llega a su casa, veo su motocicleta así que si debe estar aquí, bajó de la camioneta y no escuchó absolutamente nada. Estoy por tocar la puerta cuando veo que alguien viene del bosque, lo reconozco por su melena rubia, así que me encamino a donde está él, tiene pantalones cortos que deja ver sus grandes piernas con algunos tatuajes, tiene el torso descubierto dando una buena vista de sus músculos llenos de tatuajes, trae una caña de pescar y un bote con pescados.
— ¿Qué haces aquí? – dice mirándome.
Quiero hablar, pero las palabras se atascan en mi garganta. Así que acortó toda la distancia y lo besó. Dante tira las cosas y me rodea con sus brazos, profundiza el besó, siento su lengua en mi boca, sus dientes mordisqueando mis labios y sus manos recorren mi espalda. Joder ¿cómo puedo sentir tan bien con esto? No debería, es un desgraciado, pero como me encanta.
Jadeando separamos nuestros labios, pero no nos separamos es como si quisiéramos asegurarnos de que estamos juntos, de que no es una alucinación. Junta su frente con la mía y sus ojos azules me miran con intensidad, puedo ver un pequeño destello que acelera mi corazón.
— Te odio – digo mirándolo a los ojos. – Eres un cabrón.
— El sentimiento es mutuo, preciosa – me sonríe y se separa de mí para tomar las cosas que tiró. – ¿Qué haces aquí? – dice mientras caminamos a su casa. – Deberías estar recuperándote.
— Eso mismo digo yo, tu pelea, un aparente robo a joyería y sospecho que la muerte de Santoro – vamos a la parte trasera de su casa donde deja las cosas.
— ¿No leíste el informe de la prensa? Fue un problema de pandillas, yo consegui esos anillos en el mercado n***o – abre la puerta trasera de su casa y me deja entrar primero.
— Haré que te creo – meto las manos en mis bolsillos.
— Cree lo que quieras – saca un par de cervezas, me da una y la tomó. – Tengo cosas que hacer Andrea, así qué, ve a dónde tengas que ir.
— ¿Por qué me quieres alejar? – digo mirándolo. – La he pasado fatal porque no me llamas, ni me envias mensajes, ni me has ido a ver, solo me dejas los anillos de Santoro y niegas algo que obviamente hiciste.
Dante suspira y deja la cerveza en la mesa.
— Andrea lo nuestro fue sexo, no vamos a ser noviecitos ni nada por el estilo, no soy así ¿ok? Además vamos a trabajar juntos en la Élite y estar relacionados no es buena idea.
Vuelve a salir por la puerta trasera. Me enfurece ese imbécil. Trato de ser buena por una vez y él solo me trata como un trapo que puede tirar cuando sea. Pero no me iré, sí eso quiere no lo conseguirá, le jodere la vida. Salgo y lo veo sentado sacándole las vísceras a los pescados.
— ¿Sigues aquí? – dice sin verme.
— Y seguiré aquí hasta que te hartes de mí – digo sentándome frente de él. Tomó un pescado y un cuchillo.
— Andrea, mejor vete y haz tus cosas, porque te hartaras primero y te iras al final – me mira. – ¿Qué diablos haces?
— ¿Estás ciego?
— Te vas a ensuciar.
— Existe agua y jabón para lavar ¿lo conoces? – lo miró y veo como aprieta los labios, está enojado.
Recuerdo que el abuelo me llevaba a pescar, así que esto no es tan asqueroso para mí, lo aprendí bien y cuando salía de camping con mis amigas, yo pescaba y les hacía la cena. Si Dante me quiere lejos, me va a tener cerca. Cuando terminó con el segundo pescado veo la sorpresa en sus ojos, pero no dice nada, por orgullo no dirá nada.
Terminamos con los 7 pecados en menos de media hora, nos lavamos las manos pero seguimos apestando a pescado. Dante me mira y sé que quiere decirme algo pero se abstiene, solo toma mi mano y me lleva al baño con él.
— ¿Qué haces? – digo cuando comienza a quitarme la ropa.
— Creo que es muy obvio Andrea.
Me enfurece que sea así…
— Puedo quitarme la ropa yo sola – digo, cuando trata de quitarme el pantalón.
— Pero yo lo hago mejor – me sonríe y yo pongo los ojos en blanco.
Él se quita la ropa y me quedo mirándolo como una idiota, como si fuera la primera vez que lo veo desnudo, pero es que, es tan grande, sus músculos, su cuerpo, sus tatuajes, Dios, todo en el grita pecado infernal. Inconscientemente me acerco a él y pasó mis manos por sus pectorales, él me mira con una sonrisa arrogante.
— Pareces una ninfómana – toma mis muñecas y me empuja a la ducha.
— Te gusta follarme, y me gusta que me follaras – digo cuando abre la ducha. – ¡Hijo de puta! Está helada el agua.
— Espabila de una vez – me quiero salir pero me vuelve a tomar de las muñecas y se pone frente a mí. – Dijiste que te quedaras y te quedas donde yo diga – se está desquitando el cabrón. – A ver si el agua fría te quita lo caliente – suelta mis muñecas cuando lo empujo, pero no logro ni moverlo un poco. – Andrea eres una diosa a la que cualquiera se arrodillaría, pero yo ya no cometeré ese error tres veces.
— ¿Por qué? Si somos tan buenos en eso.
No puede dejarme solo así, nadie me deja a mí. NADIE. Joder soy hermosa, pechos grandes, cons curvas definidas, grandes caderas y nalgas que me esforce por tener en el gimnacio. Todos estaban detrás de mí en mi servicio médico, en cualquier hospital todos estaban arrastrados por mí. Dante Murdock no me puede dejar así.
— En la cama eres magnifica, pero fuera de ella, eres un puto dolor de culo Andrea.
— Cómo si tú fueras un pan de Dios, puto drogadicto.
— Ninfomaniaca que solo busca atención.
Todo esto lo estamos discutiendo mientras nos enjabonamos y quitamos el olor a pescado. Y aunque estoy desnuda ante él, no me toca, pero si me mira con morbo y sé que se está controlando solo para joderme la vida. Quiero follarmelo pero también lo quiero a él, ¿es tan difícil?
Salimos de la ducha, me extiende una toalla, y es cuando veo su gran erección.
— Puedes decir lo que quieras Dante, pero tu pene dice otra cosa – Dante mira su erección y me mira a mí. – Los dos queremos lo mismo Dante, solo te haces del rogar.
— ¿Hacerme del rogar? ¿Yo? – sonríe en grande y cuando pienso que me tomara y me follara como tanto me gusta. Él toma su m*****o en sus manos y se masturba mirándome. – No necesito estar dentro de ti para encontrar placer.
El muy cabrón se masturba frente a mí y yo solo quedo como una idita mirándolo y me esfuerzo por no ponerme de rodillas. Dante se corre, gimiendo y bufando como animal, veo como eyacula y se limpia con una toalla.
— Lo ves – dice mirándome. – No necesito de ti para esto, sin embargo, tú estás chorreando y deseas que entre en ti, pero eso no pasará nena.
Sale del baño como si nada.
Estoy furiosa y caliente. Lo odio, pero no me hará caer tan fácil. Ya viví cosas peores como para dejar que este idiota me haga caer tan fácilmente.
Salgo secando mi cuerpo del baño y entro a su habitación, no me importa lo que él quiera o piense, abro su closet y tomó una playera suya que me cubre hasta los muslos. Me voy a su cama y terminó de secarme los pies y el cabello. No dice nada de nuevo, solo siento su mirada cada vez que me muevo o cambio de lugar. Él sale primero de la habitación, debe estar furioso pero no lo va a demostrar, no va a flaquear y yo tampoco. Salgo de la habitación y escuchó el sonido de la lavadora.
— Ya puse tu ropa a lavar – dijo sin mirarme. – Puedes irte cuando salga.
Me siento en la barra con las piernas abiertas, sabe que no tengo bragas y que me acabo de sentar justo en su campo visual.
— Que bien, pero no me iré – digo mirándolo.
— ¿No tienes trabajo qué hacer? – me mira a la cara porque si baja la mirada vera mi sexo chorreando.
— Tengo licencia por una semana más – sonrió mirándolo. – Y ya que no tengo nada que hacer, estaré aquí.
— Pues yo si tengo cosas que hacer…
— Pues ahora tienes compañía – suspire. – Nada de lo que hagas me alejará de ti Dante Murdock.
— Todos flaquean Andrea Conway – se acerca y me da una cerveza. – ¿En verdad te quieres quedar?
Tiró de su pantalón y lo acercó a mí, atrapandolo con mis piernas. Tomó su mano y la llevó directo a mi sexo.
— Si Dante, estoy así por ti, te subo el ego, porque solo tú me tienes chorreando – quitó su mano y me bajó. – ¿Harás la comida? Tengo hambre.
Salgo de la cocina y voy a su habitación, tomó mi teléfono y veo que tengo mensajes de Mike, es un buen tipo y aunque ya me invito a salir, no lo quiero ahora, quiero al rubio de ojos azules que está cocinando. Quiero a ese desgraciado ahora mismo. Así que cancelo la cita, ya que nadie, ni Dios me sacará de aquí.
Después de casi dos horas en las que me estaba quedando dormida, decido salir de la cama, su casa es pequeña. Junto a la habitación de Dante, hay otra puerta cuando la abro, me doy cuenta de que es una armería para él, hay algunas cajas, mi curiosidad es grande así que me acercó a ella, me sorprende ver un uniforme de la milicia, me siento sobre el piso y empiezo a sacar cosas de la caja.
Hay medallas, reconocimientos y todos a nombre de Dante Murdock, encuentro fotografías de él en la milicia. Encuentro más y más cosas, joder este hombre fue un puto militar, ahora comprendo porque tiene todo en orden, limpio y es algo estricto en algunas cosas. Tiene entrenamiento. Veo fotos de él más joven, hay dos niños con él, uno tiene colores llamativos y la más pequeña es rubia. ¿Serán sus hermanos? Tomó una fotografía donde solo están el chico de colores llamativos y la pequeña rubia, la giro y veo lo que tiene escrito.
“Hermano, te extrañamos pero sabemos que estás luchando por el país. Ginny y yo te mandamos abrazos y besos, te amamos mucho. Con amor Damon N.”
Son sus hermanos entonces. ¿Y porque tendrá todo esto aquí?
— ¿Qué haces aquí? – su voz me asusta y suelto todo.
— Yo.. lo siento no quería fisgonear, pero…
Solo se acerca y me quita las cosas, metiendo todo en la caja de mala gana.
— Dante lo siento…
— La comida ya está lista – me tomó de la mano y me sacó de la habitación.
No me dice nada pero sé que le molestó bastante que viera eso. Ahora tengo muchas preguntas, dudas, que me tendré que guardar hasta que estemos en un punto medio.
— Huele delicioso – digo cuando voy a tomar asiento, pero él me obliga a sentarme en sus piernas. – ¿Qué haces?
— Alimentando tu ninfomanía – mete una mano entre mis piernas. – Come y dame de comer, porque yo estoy ocupado en otro manjar.
De pronto estoy nerviosa. Siento sus manos recorrerme, mientras yo tomó un pedazo del pescado frito con ensalada, estoy por llevarlo a su boca cuando niega.
— Come primero tú y por favor no tarde mucho – me sonríe.
Será cabrón…
Llevó el pescado a mi boca y… Dios, esto es suculento. Delicioso.
— ¿Te gusta? – susurra a mi oído. Y en ese momento siento su mano abrirse paso entre mis piernas. – Nena ¿te gusta?
Siento sus dedos abrir mis pliegues, suelto un suspiró.
— Me encanta – digo mirándolo.
— ¿Cómo lo sientes? – pregunta mientras junta sus dedos de mi humedad, mientras yo llevo más pescado con ensalada a mi boca.
— ¿Qué?
— El pescado, nena, sino que más – sonríe, rozando su barba sobre mi cuello.
— Ah… está delicioso Dan.
Siento como sus dedos entran en mí, mientras su pulgar se mueve lentamente sobre mi clítoris. Quiero gemir y abrirme de piernas, pero me abstengo, sigo comiendo y ya no sé que está más delicioso.
— Te diré como lo hice – comienza a meter y sacar sus dedos lo que me hacen soltar un ligero gemido con la boca llena. – Lave el pescado, quitando todo residuo de sangre, después lo bañe en vino blanco, con ajo y limón, mientras lo dejo marinar, corte verduras que puse al vapor unos minutos – aumenta sus movimientos y casi hace que tire comida, pero logró recuperarme. – Después de media hora, sacó el pescado y lo pongo con las verduras.
Sujeto un gemido más fuerte, ignoro su risita y vuelvo a comer. Pero aumenta el frenesí de sus dedos, haciendo que me moje más.
— ¿Me estás escuchando?
— Aja – digo cuando tomó un trago de su cerveza.
— Bueno, continuo – se acomoda y vuelve con el frenesí. – El pescado no necesita mucho tiempo, se cocina rápido, así que lo dejó como 20 minutos y lo sacó con todo y verduras, aparte hago un aderezo de pimiento y crema que le da el toque final a la comida. La ensalada es sólo lechuga y tomates rojos con un poco de limón y aceite de oliva – besa mi cuello. – ¿Te gusta?
— Sí – jadeo.
— Dime ¿te gusta?
— Me gusta.
Abro más mis piernas y dejó que haga conmigo lo que sea, dejó mi comida aún lado y comienzo a gemir cada vez más fuerte y entonces me corro. Mi cabeza queda en su hombro, respiro por la boca, siento un pitido en los oídos y mi corazón latir cómo caballo desbocado.
— Rica – dice llevando sus dedos a su boca, saboreando mi sabor. – Creo que sabes mejor qué mi comida.
— Lo dudo – sonrió como una tonta.
Me acomoda en su regazo.
— Dame de comer ahora.
Sus manos están sobre mi cadera y yo le doy de comer, su mirada no se despega de mis ojos, con cada bocado hace un gesto diferente, le gusta cómo quedó su comida y la verdad es que sí, estuvo delicioso. Su forma en la que me mira… Dios, jamás creí que alimentar a alguien sería tan excitante. Tengo que apretar las piernas.
Aún no terminó de darle de comer cuando su teléfono comienza a sonar, lo toma y responde después de ver quien es, vuelve a mirarme e indica que siga dándole de comer.
— ¿Qué pasa pinche joto? – responde imitando el acento mexicano de Pablito. – Claro, es hoy ¿no? – no deja de mirarme mientras habla. – Iré preparado como siempre – acaricia mi espalda sin dejar de mirarme. – Perfecto, nos vemos en un rato, adiós.
Corta la llamada y pone su teléfono sobre la mesa. Terminó de darle de comer y me mira.
— Saldremos, tengo que ver unos negocios.
— Entonces pasemos a mi casa para que pueda cambiarme de ropa – digo sin bajarme de su regazo. – ¿Debo ponerme algo en especial?
— No – sonríe divertido. – Solo ropa normal, iremos a un club.
— Está bien – me baja de su regazo y cuando está por irse, lo tomó del cuello y lo besó. No me iba a quedar con las ganas. Él me rodea y me besa con lujuria.
— Eres detestable Andrea – susurra contra mis labios.
— El sentimiento es mutuo Dante – sonrió acariciando sus mejillas.
— No tardaré – pellizca mi nalga y se va.
Recojo la mesa y lavó los platos. Trato de dejar todo en orden, cuando regresa, lo veo con pantalones rasgados, una playera de Led Zeppelin y botas, guarda su arma detrás de él y me mira.
— ¿Así vas a hacer negocios? – digo mirándolo. – Te ves sexy e irresistible, pero creo que te verías mejor de traje.
— Oh nena, cuando use traje es porque estaré muerto – me sonríe. – Oh porque de veras quiero algo en especial, pero jamás pasara eso.
— Me gustaría verte de traje – me cruzo de brazos. – Un traje n***o, camisa blanca, gemelos con tus iniciales – me muerdo el labio. – Te verías como un mafioso sexy.
— Jamás lo verás Andrea – besa mi frente. – Vámonos.