Selene experimentó un nuevo escalofrío, pero trató de serenarse, estaban al aire libre, ¿qué podía suceder? Los recuerdos de aquella vez en el riachuelo llegaron a su cabeza y el sonrojo fue inevitable, parecía ser que sería su estado actual de ahora en adelante. —De nuevo solos —susurró él sonriendo. Selene se acomodó en la silla, buscó varios títulos interesantes en los libros que estaban en la cesta. —¿Algo en especial que desee leer, Su Majestad? —preguntó, tomando tres libros que para ella parecían perfectos. —¿Qué libro le gustaría a usted leer? —le cuestionó él en respuesta. —No se trata de mí, Su Majestad, pero sí de usted —respondió con modestia. Frederick colocó su mano sobre los dedos de Selene, los que se aferraban a uno de los libros que Selene estaba sacando de la cesta