La realidad golpeó a Frederick en un segundo, haciendo que se sorprendiera ante sus acciones y se alejó de Selene, como si su cuerpo lo quemara. Los ojos del rey no se despegaron de los labios hinchados y enrojecidos de Selene, tragó saliva con pesadez y si no fuera por los leves golpes en la puerta, era capaz de haberse quedado toda la noche, viéndola dormir. El rey salió de la habitación, después de escuchar el llamado de uno de los guardias, que se acercó a informarle que ya podía ir tranquilamente a su habitación, pues la revisión de la posada y la seguridad, ya estaban hechos. Frederick sentía que sus mejillas se sonrojaron ante el guardia, temiendo ser descubierto en la pilatuna que había hecho. «Es mi prometida», se dijo mentalmente, intentando relajarse y sentirse menos avergon