Selene le agradeció y acudió al lado de Frederick, tomó la esponja y el cuenco para humedecer el resto de su cuerpo. —Terminará empapada —le advirtió Frederick al verla inclinarse sobre su pomposo vestido. —Está bien, Su Majestad —dijo ella. —Lo último que necesitamos, mi Lady, es que usted también caiga enferma, ¿porque no se despoja de su vestido y evitamos que se enfríe? —sugirió Frederick, haciendo que Selene se sonrojara. —¡Su Majestad! —exclamó. —Le prometo no mirar más de lo necesario —dijo, dejando escapar una pequeña risa que le costó una punzada en su costado. Selene tragó, miró su vestido y se dio cuenta de que el ruedo ya se había empapado con el agua que había caído de manera descuidada sobre el piso, lo cual podía hacer su tarea más difícil. Aun así, le pareció poco cor